7 de junio de 2016

"El perfil del empresario en la nueva etapa" La Nación



Comentarios: El 22 de marzo el diario La Nación publicó un editorial que en un marco político analizaba el comportamiento del empresariado argentino.

Extraigo unas pocas frases para intentar complementarlo con algunas observaciones:
"La Argentina y sus empresarios deben mirar estas historias y otras más. Deben ser conscientes de que en las últimas décadas, el espíritu emprendedor decayó y eso se manifestó en la venta de empresas de capital local a grupos y fondos del exterior. ... Lo que desalienta es que refleja una carencia de vocación empresarial por el riesgo y por el esfuerzo..."

Las frases anteriores reflejan calcadamente el accionar de la mayoría de los armadores argentinos de ese periodo.

En la década del 90 fue lo que motivo la desaparición de la Marina Mercante y se dieron en un marco político donde el Estado se retiraba y dejaba a los empresarios a que transformasen el escenario. La consecuencia fue quedarnos sin Marina Mercante. 


Curiosamente en estos días vemos a un dirigente armatorial ser una de las voces importantes en los distintos foros del sector y en su momento fue el autor intelectual y material de dicho Decreto. Además de haber sido funcionario de aquel Presidente.

También preocupa saber que hoy la mayoría de los grandes armadores argentinos son filiales de multinacionales, y siguiendo la frase del diario: "... No es el caso repudiar ese fenómeno desde una visión chauvinista o meramente ideológica...". Los pocos Armadores netamente argentinos tal vez deberían repensar sus posibilidades de competencias salvajes.

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Como ocurrió en otros países, la recuperación de la Argentina dependerá en buena medida de los hombres de empresa y de reglas claras por parte del Estado.

Martes 22 de marzo de 2016
La Argentina encara una nueva etapa en la que debe superar la gravosa herencia dejada por el kirchnerismo para luego consolidar el crecimiento y la estabilidad de su moneda.

El colosal desajuste fiscal y el déficit de infraestructura son un desafío, pero de ninguna manera comparable al que enfrentaron los países que emergieron de la guerra y debieron reconstruirse desde cero. Alemania y Japón son un ejemplo de lo que puede la voluntad del hombre y de la sociedad cuando se lo proponen. La ayuda externa y las inversiones provenientes de otros países colaboraron en la recuperación de esas dos naciones, pero no fueron lo primordial. Alemania Occidental sólo recibió un 11% del Plan Marshall a pesar de ser el país más dañado. En Japón, la ayuda externa tampoco fue el factor relevante.

En esos dos casos, el Estado estaba quebrado y no se hallaba en condiciones de financiar ni de operar inversiones, pero contra ello sus gobiernos establecieron un marco atractivo para la inversión privada. De la respuesta dependía el éxito de la recuperación. Si el empresariado local fracasaba, la recuperación se hubiera demorado o tal vez nunca se hubiera producido. Pero tanto Alemania como Japón apoyaron su crecimiento y modernización principalmente en grupos empresarios locales. Lo importante es que ello ocurrió en contextos competitivos, con bajas barreras arancelarias. No hubo proteccionismo ni se lo consideró como un instrumento necesario para sostener la recuperación y el posterior desarrollo. El empresariado local fue clave en los dos "milagros" de la posguerra, el alemán y el japonés.

La Argentina y sus empresarios deben mirar estas historias y otras más. Deben ser conscientes de que en las últimas décadas, el espíritu emprendedor decayó y eso se manifestó en la venta de empresas de capital local a grupos y fondos del exterior. No es el caso repudiar ese fenómeno desde una visión chauvinista o meramente ideológica. Lo que desalienta es que refleja una carencia de vocación empresarial por el riesgo y por el esfuerzo. La contrapartida de esa declinación fue la fuga de capitales y la falta de reinversión en actividades productivas. El producido de esas ventas fue al exterior en colocaciones financieras o inversiones inmobiliarias.

Las representaciones gremiales empresarias no realizaron, en general, una franca oposición a las políticas intervencionistas y muy frecuentemente se mostraron de acuerdo con el proteccionismo. Sólo en los meses finales del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner dejaron más explícitamente de concurrir y acompañar con su aplauso los discursos presidenciales. Hasta entonces no había habido una resistencia institucional que impidiera la aparición de nuevos impuestos y el incremento de los existentes hasta alcanzar la mayor presión tributaria de nuestra historia. Tampoco objetaron con la energía suficiente los frecuentes cambios en la legislación laboral promovidos por el diputado Héctor Recalde, que erosionaron la competitividad de la Argentina sin por ello mejorar la situación de los trabajadores. Hoy la legislación laboral argentina ahuyenta la inversión y limita la creación de empleo.

La debilidad más patente del carácter exigido de un empresario se demostró en la falta de reacción frente a los abusos del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno. Con excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, hubo un sometimiento a las citaciones imperativas, a los insultos soeces y a las amenazas y burlas intimidatorias. Se recuerdan no sólo las extralimitaciones de este personaje, sino también las de ambos miembros del matrimonio Kirchner en sus discursos en la cadena nacional. El empresario supermercadista Alfredo Coto seguramente no olvidará la falta de solidaridad de sus colegas cuando lo descalificó Néstor Kirchner durante el Coloquio de Idea que él presidió en 2005.

Tal vez la primera reacción institucional empresaria de importancia fue la creación del Foro de Convergencia Empresarial, en abril de 2014. Esta iniciativa logró agrupar a 75 entidades empresarias y ONG relacionadas, entre las que cabe mencionar la Asociación Empresaria Argentina, la Sociedad Rural Argentina, la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa y Confederaciones Rurales Argentinas, entre muchas otras.

Los postulados y las declaraciones públicas del Foro han ido en el sentido correcto. Planteó una crítica severa a las políticas destructivas del kirchnerismo y, además, precisó correctamente la función del empresario: "El rol esencial e indelegable del empresario es el de crear valor, organizando ideas, trabajo y capital, de una manera eficiente". Esta debe ser la tarea de un empresario y no la lucha por favores regulatorios o impositivos que desvirtúan su verdadero rol y lo desmoralizan. La venta de la empresa suele ser el punto final de ese ciclo, no sin antes pasar por la insuficiencia de reinversión y de innovación.

Hace unos días, un grupo de empresarios argentinos junto a funcionarios del actual gobierno se reunieron convocados por la organización Endeavor. En ese encuentro, el jefe de Gabinete Marcos Peña expresó: "No vamos a cambiar la Argentina, sino a darle las herramientas para que los argentinos la cambien". Quiso decir que la iniciativa debe provenir del sector privado, en el que los empresarios tendrán la verdadera responsabilidad de emprender. En la misma reunión, el titular de IRSA, Eduardo Elsztain, afirmó: "Estamos hace mucho deseando ser un país donde el Estado no cumpla la función de todas las compañías". Respondiendo a esta misma filosofía, el secretario de Emprendedores y Pymes, Mariano Mayer, anunció la elaboración y presentación de un proyecto de ley para emprendedores, con normas para facilitar la inversión con capitales de riesgo.

Nuestro país ha iniciado una nueva etapa en la que poco podrá esperarse del Estado como inversor o emprendedor. Pero el nuevo gobierno nacional está trabajando en crear un marco de reglas apropiadas y en la recuperación del crédito que facilitarán y alentarán la inversión privada. En adelante, la respuesta deberá provenir de empresarios que lo sean auténticamente.


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