31 de julio de 2025

Al final, la casta era la pesca

Nota de: Revista Puerto

30.07.2025

Comentarios: Gracias a un amigo que me insistió leí esta nota.

A veces en estos conflictos nos enredamos en nuestras posiciones y descartamos de plano las opiniones de otros sectores. Se puede coincidir o no pero no se puede negar que el periodista remarca algunas situaciones concretas que el gobierno no está atendiendo y que podrían haber destrabado el conflicto.

Faltan incorporar entre otros las declaraciones de A. Solimeno, sobre la caída de los precios internacionales y que los armadores quieren compensar con la caída de salarios y ademas el efecto del atraso cambiario, etc.

Y la de otro periodista que tira datos de comercialización en España recordando de las empresas que aquí son filiales y del incremento del año pasado de mas del 30% de exportación. Que a modo de ejemplo menciona que una pesquera recibió 10 mil toneladas de cuota de merluza hubbsi de la Comunidad Europea y de Argentina la misma recibió el año pasado más de 45 mil toneladas.

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Algunos extractos de la nota para visualizar que se menciona:

Es cierto que muchas empresas ganaron millones en este tiempo, tanto como es innegable que esa riqueza alcanzó también a trabajadores, prestadores de servicios, gobiernos involucrados en el negocio y demás...

Cualquier marinero langostinero ha vivido como un trabajador calificado de clase media/media alta durante los doce meses del año trabajando apenas cuatro de ellos. Lo mismo disfrutó cualquier estibador en este tiempo...

Los sueldos en la pesca siempre fueron proporcionales al valor del recurso explotado. Desde el histórico convenio a la parte de las lanchitas amarillas hasta los actuales convenios colectivos de trabajo...

…esta la única industria que no ha sido considerada como economía regional por el gobierno nacional, lo que le posibilitaría dejar de pagar derechos de exportación…

…ayudaría reducir los derechos de extracción,

desregular actividades muy onerosas como fletes o tender a la libre contratación de empresas de estiba…

...reducir el impuesto a las ganancias de trabajadores embarcados que, si bien es cierto que tienen buenos sueldos, no es menos cierto que estos son producto de un trabajo sacrificado como muy pocos, si es que los hay.

Herramientas al alcance del gobierno hay muchas; contrario a eso, las autoridades contemplan la situación como turistas.

…y sigue…

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TEXTO COMPLETO

“El negocio está roto” repiten al unísono cada uno de los empresarios a los que se les consulta acerca de la ecuación económica de la pesquería de langostino y, a juzgar por los datos más conocidos y fáciles de chequear, la afirmación es absolutamente verosímil, indiscutible. Lo que otrora todos hemos nombrado como el “oro rojo” de la industria pesquera, hoy es una vaca flaca, anémica y decadente, a fuerza de repartir una riqueza que hoy ya no puede generar.

 

                                                               Foto de Revista Puerto

Por Guillermo Nahum

A nadie le escapa que en los últimos años la pesca de langostino generó y distribuyó riqueza como ninguna otra y como nunca antes. Quien haya conocido la industria pesquera en estos últimos veinte años, sobre todo la patagónica, puede dar fe del gran derrame económico sobre todos los eslabones necesarios de esta cadena.

 

Es cierto que muchas empresas ganaron millones en este tiempo, tanto como es innegable que esa riqueza alcanzó también a trabajadores, prestadores de servicios, gobiernos involucrados en el negocio y demás. Ciudades como Puerto Madryn son el más claro ejemplo de ello: allí solo había heladeras gigantes y grandes galpones destinados a la logística de las flotas, mientras que actualmente se han multiplicado enormes y millonarias inversiones de plantas procesadoras en tierra que han dado trabajo a miles de obreros del pescado. Y todo eso gracias a ese valioso bicho que ya no vale tanto.

 

Cualquier marinero langostinero ha vivido como un trabajador calificado de clase media/media alta durante los doce meses del año trabajando apenas cuatro de ellos. Lo mismo disfrutó cualquier estibador en este tiempo. Los trabajadores de muchas plantas patagónicas por descabezar langostinos han ganado cinco o seis veces lo que ganaba un obrero del pescado en Mar del Plata haciendo un trabajo bastante más complicado como es filetear. Descargar un cajón con 18 kilos de langostino cuesta aún más de lo que sale descargar tres cajones de 36 kilogramos de merluza o cualquier otro pescado.

 

Los tripulantes de los barcos langostineros fueron y aún serían, por mucho y si saliesen a pescar, los mejores pagos entre sus pares que capturan otros recursos. Los trabajadores de planta ganaron y aún ganarían, si hubiera trabajo, varias veces lo que gana otro que manipula distintas especies.

 

Hermoso mientras duró, todos nos hemos beneficiado de esa bonanza, pero resulta que el negocio cambió por muchas circunstancias muy difundidas últimamente y lo que valía 15.000 dólares la tonelada hoy vale 6.000 dólares, con suerte. La pregunta es qué hacemos: dejamos morir en el mar una riqueza anual de mil millones de dólares o nos adaptamos a la realidad actual del negocio que, si bien está lejos de ser lo que era, puede aún generar miles de sueldos más que dignos y aún muy por encima de la media.

 

Los sueldos en la pesca siempre fueron proporcionales al valor del recurso explotado. Desde el histórico convenio a la parte de las lanchitas amarillas hasta los actuales convenios colectivos de trabajo, el valor de lo capturado siempre ha sido reflejado en los recibos de sueldo, tanto a bordo de los barcos como en las plantas en tierra. Ese hecho casi único en el universo laboral argentino, ha permitido sueldos muy por encima de casi cualquier otra actividad. Esa circunstancia virtuosa que debiera actualizarse casi sin interferencia de los interesados, por mandato del mismo valor de mercado, hoy se encuentra desvirtuada por convenios firmados en bonanzas lejanas que no reflejan la situación actual del negocio. Los convenios de la marinería, por caso, se firmaron cuando un kilo de langostino valía 12 dólares y actualmente vale la mitad.

 

Pero abarca esta descripción solo a dos partes importantes del negocio como son el capital y el trabajo, que han cedido algunos puntos de sus pretensiones en una negociación hasta ahora infructuosa, frente a una tercera parte del negocio que no solo pone casi nada de su parte, sino que solapadamente se queda con gran parte del negocio y ni siquiera ha amagado hasta ahora con alguna concesión que pueda echar una mano.

 

A juzgar por sus acciones desde el mismo momento de asumir, el gobierno nacional ha mostrado que su proyecto fue primero vender la pesca al mejor postor en la llamada Ley de Bases. Hoy, mantiene hacia la actividad una indiferencia absoluta rayana en el desprecio. De más estaría aburrir con aquello de la carga impositiva que padecemos todos, a la que la pesca no es ajena, pero creo conveniente recordar que es esta la única industria que no ha sido considerada como economía regional por el gobierno nacional, lo que le posibilitaría dejar de pagar derechos de exportación. En el contexto actual eso ayudaría mucho. De la misma manera que ayudaría reducir los derechos de extracción, desregular actividades muy onerosas como fletes o tender a la libre contratación de empresas de estiba. También se podría reducir el impuesto a las ganancias de trabajadores embarcados que, si bien es cierto que tienen buenos sueldos, no es menos cierto que estos son producto de un trabajo sacrificado como muy pocos, si es que los hay.

 

Herramientas al alcance del gobierno hay muchas; contrario a eso, las autoridades contemplan la situación como turistas. No es la primera vez que la industria pesquera pasa una crisis, aunque pocas como esta. El gobierno no puede hacerse el distraído, sus políticas son claramente regresivas y perjudican a todo aquel que quiera invertir y producir bienes y productos industrializados a la vez que beneficia a los importadores, especuladores y timberos. Con el evidente atraso cambiario destinado a planchar la inflación y ganar las próximas elecciones, el gobierno redacta los certificados de defunción de muchas industrias, entre ellas la pesquera y la naval. Apostar a la timba financiera como lo está haciendo y al desarrollo exclusivo de industrias como la minera o la petrolera, puede que genere muchas divisas, pero desatender al resto de las industrias generadoras de empleo y riqueza nos va a sumir en el subdesarrollo y la desocupación como pasa en tantos países que generan caja en base a recursos naturales a la vez de pauperización social por sus faltas de políticas de desarrollo industrial y promoción humana.

 

Hay herramientas que podrían ser aplicadas inmediatamente para ayudar a la pesca a capear este temporal: reintegros de impuestos como ya hubo, reembolsos por exportaciones como supieron haber, reducción de tasas e impuestos, desregulaciones varias que encarecen la actividad innecesariamente, dejar de robar a los trabajadores con el impuesto a las ganancias y demás.

 

Pero no, los beneficios de ese tipo que ha dado la administración Milei están más relacionados con la reducción de impuestos a los bienes personales de gente con muchos bienes personales, dólar barato para los importadores y deudas para el resto, bajas impositivas para adquirir autos de alta gama y baja de retenciones como ofrenda a la Sociedad Rural. A la par de lo anterior, suspende la obra pública, se apropia de recursos de las provincias, despide miles de empleados públicos, retacea el gasto en jubilaciones, salud o educación, por citar lo más visible.

 

Por lo expuesto y otras yerbas, hoy la pesca está en letargo, semiparada, con miles de trabajadores en la calle, con empresas asfixiadas y más de cien barcos amarrados ante la inviabilidad de producir y exportar.  

Al final habrá que asumirlo nomás, la casta era la pesca.


REVISTA PUERTO


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