Comentario: La idea de tener en este
Blog un espacio llamado “pomposamente” SALUD, es
con la pretensión de aportar información sobre “otras” circunstancias que se
dan a bordo. Porque no solo debería importar la condición salarial, la seguridad
y el medio ambiente, me refiero como “otras” a las condiciones de salubridad (*) a bordo, que entre otras cosas
incluye la alimentaria. Y es casi un lugar común, dejar este tema para el
final, cuando debería estar a la par de los otros, en tanto las condiciones
generales de la vida a bordo definen la calidad del día a día y de nuestra salud.
Claro, el escéptico dirá que
si a veces no alcanzan los víveres, que vamos a hablar de calidad alimentaria.
Es cierto, pero igualmente debemos plantear todas las necesidades aunque no
todo se pueda llevar adelante, si no como
vamos a saber que mejoras está faltando en nuestra vida de marino.
Siguiendo el razonamiento de
ir mejorando y en la espera de aportes de los colegas en esta pretensión de
bosquejar los casilleros que faltan completar en nuestra segunda casa, llamado
BUQUE, va un tema que esta al alcance de todos a partir del momento en que se
toma conocimiento de su importancia. Y aquí no podemos echarle la culpa al
Armador, porque pasa por nuestro conocimiento de simplemente como cuidar nuestra salud.
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La cantidad de sal que se consume en la Argentina es más
del doble de la recomendada por la OMS.
En la Semana de
Concientización sobre la Sal, un estudio revela que muchos consumidores no
saben que el sodio está presente en alimentos procesados. Acuerdos del
Ministerio de Salud con empresas para reducir su inclusión.
Por Pedro Lipcovich
“Menos sal, por favor”, es el lema de la Semana Internacional de
Concientización sobre la Sal, que empezó ayer. La cantidad de sal que se consume en la Argentina es más del doble de
la recomendada por la OMS, y, por ejemplo, “muchos no entienden que el sodio está presente en alimentos que, como
las galletitas dulces, no parecen salados”, o “muchos no saben que el exceso de sal es dañino, aunque uno no sea
hipertenso”, según investigadores. De todos modos, la conciencia individual
no es suficiente, ya que –advirtió la Fundación Interamericana del Corazón– “hasta el 70 por ciento de la sal que
consumimos puede estar oculta en los alimentos procesados”. El Ministerio
de Salud tiene en marcha acuerdos con grandes empresas de la alimentación para
reducir la proporción de sal en los productos. Y una deuda pendiente en la
Argentina, y en todo el Mercosur, es el etiquetado, que “no resulta claro para
los consumidores”. De todos modos, a falta de sal, buenos son “la pimienta, el
ají picante, el ajo, el jengibre, el limón y las especias”.
Una reducción de
entre el 5 y el 25 por ciento en el contenido de sal en los alimentos
permitiría, en diez años, ganar hasta 656.657 años de vida saludables para la
población argentina, y un ahorro de 3765 millones de dólares, según el estudio
“Relación costo/utilidad de la disminución del consumo de sal”, publicado en la
Revista Pana-mericana de Salud Pública: “Se
obtendrían reducciones del 24,1 por ciento en la incidencia de enfermedad
coronaria y del 6,4 por ciento en la mortalidad general. Se observaron
beneficios para todos los grupos de edad”.
Raúl Mejía,
investigador del Cedes, intervino en ese estudio y también –junto con Lorena
Peña– en el trabajo “Conocimientos, percepciones y comportamientos relacionados
con el consumo de sal”, publicado en la misma revista: “La mayoría de los
entrevistados no entendía que el sodio está en muchos alimentos aunque no
tengan gusto salado. Y las personas que
reconocían al sodio como dañino para la salud eran sólo las que, ellas o sus
familiares, padecían enfermedades cardiovasculares”. Otro problema es el
etiquetado: “Las etiquetas de los alimentos envasados son muy difíciles de
leer, la gente no las entiende”.
Lorena Allemandi, de
la Fundación Interamericana del Corazón (FIC), destacó que “internacionalmente
se recomienda una política integral de reducción de sal, con varios pilares:
campañas de concientización para la población; etiquetado y rotulado claro;
regulación del contenido de sodio en los alimentos procesados y, también,
restricción de la publicidad de alimentos no saludables dirigida a los niños”.
Y ejemplificó: “En el Reino Unido, los
envases incluyen la figura de un semáforo, que indica si el alimento es
saludable, si está en el límite o si es perjudicial”.
El Ministerio de
Salud de la Nación formalizó acuerdos con 34 grandes fabricantes de alimentos
envasados –panes, galletitas, fiambres, conservas y otros– para que bajen el
contenido de sal. Sebastián Laspiur –director de Promoción de la Salud– señaló
que “se trata de una reducción paulatina, que el consumidor no llega a
advertir”, y observó que “las empresas firmantes llegan a abarcar el 80 o 90
por ciento del mercado”. También hay panaderías que elaboran pan con menos sal:
se distinguen por el afiche “-SAL+VIDA”.
En cuanto al etiquetado, Laspiur contestó que “se utilizan las normas del
Mercosur, que a su vez están replanteándose”.
Otra acción indicada
son las reglamentaciones para los restaurantes. Las provincias de Buenos Aires
y Río Negro aprobaron leyes –aunque parciales–, y hay ordenanzas al respecto en
13 municipios del país. Las recomendaciones son: eliminación de saleros de la
mesa; oferta de sal sin sodio o reducida en sodio; incorporación en los menúes
de leyendas como “El exceso de consumo
de sal es perjudicial”. Laspiur advirtió que el consumo de sal “también es
dañino para quienes tienen presión normal, ya que puede afectar las arterias y
aumenta el riesgo de hipertensión”. El
consumo promedio de sal en la Argentina llega a 11,2 gramos por día (12,7 en
hombres y 9,8 en mujeres), y la OMS recomienda que no supere los 5 gramos.
La entidad WASH –que
organiza la Semana Internacional de Concientización– precisó que “los alimentos
más saludables no tienen más de 1,2 gramo de sodio por cada cien gramos de
producto; medianamente saludables, hasta 0,6 gramo de sodio por cien de
producto; por encima de ese límite, se considera alta cantidad de sal”. La
entidad sugiere utilizar pimienta, ají picante, ajo, jengibre, limón, especias
y hierbas aromáticas, y reducir el uso de condimentos como el ketchup, la
mostaza y las salsas preparadas. Después de unas cuatro semanas de comer con
menos sal, el gusto se habitúa e incluso rechaza los alimentos más salados.
(*)
Salubridad: f.
Calidad de salubre. Salubre: adj. Bueno para la salud, saludable: dieta:
f.
Alimentación habitual de una persona: su dieta debería incluir más proteínas.
- Régimen alimenticio que se ha de guardar por distintas razones: los deportistas siguen una dieta baja en grasas.
- Conjunto de comidas y bebidas que componen este régimen alimenticio: dieta de mil calorías.
Diccionario
de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe.
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