4 Julio 2015. Es como una esclavitud en pleno siglo XXI.
Comentarios. Cada uno tiene una forma
diferente de definir el trabajo esclavo y unos son más penosos o condicionantes
que otros.
En este caso estamos subiendo una nota de Prevención
Integral y del Diario El País, de España,
que a su vez retrata una modalidad de trabajo que se va ampliando en el Reino Unido.
En Argentina y hablando de la pesca, quizás sin llegar
a esos extremos, tenemos múltiples formas de contrato de trabajo, desde algunos
buenos, otros regulares y otros en el otro extremo donde el tripulante esta
casi toda la temporada pendiente del buque y de una nueva marea, con la
similitud, que cuando está en su casa esperando un nuevo llamado para zarpar,
esta sin sueldo, o con el sueldo mínimo establecido por el Gobierno Nacional,
es decir, nada. Claro, esto ya no es trabajo esclavo, porque claro, lo hacen
otros.
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Los trabajadores de ‘cero horas’ deben estar
disponibles las 24 horas todos los días de la semana y, en la mayoría de los
casos, tienen una cláusula que les impide tener otro empleo. Además, muchos no saben qué horario tendrán ni, por
tanto, cuánto van a ganar. Son, dice Lee, “la punta del iceberg” de los
problemas en el mercado laboral británico. “La recuperación económica es mucho
más frágil de lo que el Gobierno retrata. Cierto que el desempleo baja, pero a
costa de reducir la calidad del empleo y de sueldos muy bajos”, según Neil Lee,
profesor de Economía en la London School of Economics
“Este tipo de contratos otorgan todo el control al empleador y dejan al
empleado en una situación tremendamente inestable y más vulnerable a los
abusos”, apunta el experto.
La fórmula no es nueva, pero se ha extendido paulatinamente en Reino
Unido desde que empezó a sentirse la crisis financiera, en 2008. Hace cuatro
años, quienes afirmaban tener como fuente única de ingresos un contrato de cero
horas no llegaba ni por asomo al 1%; hoy son el 2,3% de los trabajadores en
este país --unas 700.000 personas--,
según la Oficina Nacional de Estadísticas británica (ONS, por sus siglas en
inglés). Mujeres, menores de 25 años y mayores de 65 son, según la ONS, los
perfiles mayoritarios bajo este sistema. Empleados con contratos precarios que
trabajan, de media, 25 horas a la semana y que cobran unas 7 libras la hora (el
salario mínimo es de 6,50; 8,7 euros).
Antes de las elecciones generales tanto el primer ministro británico, el
conservador David Cameron, como su principal rival, el laborista Ed Miliband,
reconocieron que no podrían sobrevivir con un contrato de este tipo y se
comprometieron a buscar una solución para esta fórmula de precariedad salvaje.
Una solución que no pasa, sin embargo, por prohibir sino más bien por limitar
este tipo de contratos, que ha contribuido a reducir –-o, según sindicatos como
el mayoritario Unite the Union, “a maquillar”-- las cifras de desempleo en
Reino Unido (un 5,6% frente a un 23% en España).
La ciudad costera de Liverpool (500.000 habitantes) es una de las que
más contratos de cero horas registra: más de la mitad de los que se ofrecen,
sobre todo en el sector de la restauración, el ocio o los cuidados. Sin
embargo, la fórmula se aplica en todo el país y en empresas de todo tipo:
multinacionales como McDonalds, la empresa de paquetería DHL, la cadena de
perfumería y parafarmacia Boots o los grandes almacenes Sports Directs emplean
a un buen número de trabajadores con estos contratos flexibles, según los
análisis de los sindicatos.
El gigante estadounidense de comida rápida reconoce que emplea con el
sistema de cero horas al 90% de sus trabajadores en Reino Unido –unas 83.000
personas--. Aunque sus responsables afirman que se debe a que sus asalariados “buscan
flexibilidad”. “Muchos de nuestros empleados son padres o estudiantes que
buscan empleos remunerados flexibles para encajar con el cuidado de los niños o
las clases”, apuntan en un comunicado sobre los contratos de cero horas en su
web.
Uno de esos casos es el de Ciaran Foley, de 28 años. Trabajó una
temporada en McDonalds y ahora es barman en un pub del centro de Liverpool, a
solo unos pasos del Cavern Club, donde The Beatles tocaban en sus primeros
tiempos. Foley asegura que el sistema no le va mal, el jefe le avisa cada
primero de mes de su horario y le pagan “aceptablemente”. “Gano unas nueva
libras la hora y me gusta el empleo”, dice. Lo peor, dice restregándose los
ojos enrojecidos, es que las jornadas son eternas. “A veces entro a las dos de
la tarde y no salgo hasta las seis de la mañana”, asegura.
Sarah, en cambio, agradecería tener esa preocupación. Es operaria en la
fábrica de galletas Jacob’s --que hace las tradicionales crackers, una de las
principales industrias de Liverpool y todo un emblema del país--, y afirma
tajante que daría un potosí por un trabajo a jornada completa. Sentada en una
pizzería cerca del estadio de fútbol del Everton, esta mujer de 52 años, alta y
fuerte, relata que vive pendiente del móvil. Su empleador, en este caso una
agencia de reclutamiento, avisa un día antes por SMS sobre la jornada. Además,
como el resto de los alrededor de 200 trabajadores que la agencia pone a
disposición de la fábrica, cobra unas dos libras menos la hora que los
trabajadores contratados directamente por Jacob’s –que pertenece a United
Biscuits, adquirida hace un par de meses por un grupo turco dedicado a la
alimentación.
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