Nota: Un barco es diseñado habitualmente para resistir presiones
producidas por olas de tormenta de hasta 15 m y presiones de alrededor de 15
t/m² (147 kPa) sin daño, incluso algo más (sobre 20 m) si se le permite cierta
deformación. Wikipedia.
PUBLIC RELEASE DATE: 21 julio 2004
Contact: MariangelaD'Acunto; mariangela.d'acunto@esa.int
39-069-418-0856
Se las consideraba un
mito marino: olas de hasta diez pisos de
altura que pueden hundir navíos. Ahora, se ha descubierto que
verdaderamente existen. Los resultados de la nave espacial ERS de la ESA han
ayudado a determinar que estas olas gigantes existen en realidad, y ahora se
utilizan para estudiar sus orígenes.
Durante las pasadas dos décadas, las tormentas han
hundido más de 200 superpetroleros y barcos de contenedores de más de 200
metros de eslora. Se cree que las olas gigantes han
sido la causa principal en muchos de esos casos. Los marineros que han
sobrevivido a tales encuentros cuentan historias notables. En febrero de 1995 el trasatlántico Queen Elizabeth II se encontró con
una ola gigante de 29 metros de alto durante un huracán en el Atlántico Norte,
a la que el capitán Ronald Warwick describió como "una inmensa muralla de
agua… parecía como si nos abalanzáramos hacia los acantilados, los White
Cliffs, de Dover".
Y en la semana entre febrero y marzo de 2001, a dos
robustos cruceros turísticos –el Bremen y el CaledonianStar– olas gigantes de
30 metros les destrozaron las ventanas del puente en el Atlántico Sur. El primero quedó a la deriva sin navegación ni
propulsión durante dos horas.
"Los incidentes
se produjeron a menos de mil kilómetros de distancia entre sí", dijo
Wolfgang Rosenthal –Científico Senior del centro de investigaciones GKSS
ForschungszentrumGmbH, con sede en Geesthacht, Alemania– quien ha estudiado las
olas gigantes durante años. "Toda la electrónica fue apagada en el Bremen
mientras éste derivaba en paralelo a las olas, y hasta que la encendieron
nuevamente, la tripulación pensaba que ese podría haber sido su último día de
vida.
"El mismo
fenómeno podría haber hundido navíos menos afortunados: en promedio, dos
grandes barcos se hunden por semana, pero la causa nunca se estudia con el
mismo detenimiento que un desastre aéreo. Sencillamente se lo atribuye al «mal
tiempo»".
El fenómeno ha
afectado también a las plataformas de alta mar: el 1 de enero de 1995 la plataforma petrolera Draupner en el Mar del
Norte fue alcanzada por una ola que medía, según un dispositivo láser de a
bordo, 26 metros, y las olas mayores a su alrededor eran de hasta 12 metros.
Pruebas objetivas
logradas por radar en esta y otras plataformas –los datos de radar de la
plataforma petrolífera Goma del Mar del Norte registraron 466 olas gigantescas
en 12 años– ayudaron a convencer a científicos anteriormente escépticos, cuyas
estadísticas mostraban que desviaciones tan notables del estado del mar
circundante debieran producirse solamente una vez cada 10.000 años.
El hecho de que las
olas gigantes en realidad se producen con relativa frecuencia tiene importantes
implicaciones económicas y de seguridad, dado que los barcos y plataformas
actuales están construidos para soportar olas con una altura máxima de
solamente 15 metros.
En diciembre de 2000,
la Unión Europea inició un proyecto científico llamado MaxWave para confirmar la frecuencia y localización de olas
gigantes, modelar cómo se producen y considerar sus implicaciones para los
criterios de diseño de barcos y plataformas petrolíferas. Y como parte de
MaxWave, los datos de los satélites de radar ERS de la ESA fueron los primeros
utilizados para efectuar un censo mundial de olas gigantes.
"Sin cobertura
aérea de sensores de radar no teníamos posibilidades de encontrar nada",
añadió Rosenthal, quien encabezó el proyecto de tres años MaxWave. "Todo
lo que teníamos para avanzar era los datos de radar recogidos de plataformas
petroleras. Así que estábamos interesados en usar ERS desde el principio."
Los dos satélites gemelos de ESA, ERS 1 y 2 –lanzados en
julio de 1991 y abril de 1995 respectivamente– tienen ambos un radar de
apertura sintética (SAR, por sus siglas en inglés) como instrumento principal.
El SAR trabaja en varias
modalidades distintas; mientras está sobre el océano trabaja en modo de ola,
adquiriendo "pequeñas imágenes" (imagettes) de 10 por 5 km de la
superficie del mar cada 200 km.
Estas pequeñas
imágenes son luego transformadas matemáticamente en desgloses promediados de la
energía y dirección de las olas, llamados espectros de olas oceánicas. ESA pone
estos espectros a disposición del público; les sirven a los centros
meteorológicos para mejorar la precisión de sus modelos de pronósticos
marítimos.
"No se distribuyen
las pequeñas imágenes en bruto, pero con su resolución de diez metros nosotros
creíamos que contenían una riqueza de información útil por sí mismas",
dijo Rosenthal. "Los espectros de olas oceánicas ofrecen promedios del
estado marítimo, pero las pequeñas imágenes muestran las alturas individuales
de las olas, incluyendo los extremos en que estábamos interesados.
"ESA nos
suministró datos de tres semanas –alrededor de 30.000 pequeñas imágenes
separadas– seleccionadas alrededor de la fecha en que fueron alcanzados el
Bremen y el CaledonianStar. Las imágenes fueron procesadas y se las sometió a
una búsqueda automática de olas extremas en el Centro Aeroespacial Alemán
(DLR)".
A pesar del tiempo
relativamente breve que cubrían los datos, el
equipo MaxWave identificó más de diez olas individuales gigantes en todo el
globo, superiores a los 25 metros de altura.
"Tras haber
probado su existencia, en mayor número de lo que nadie esperaba, el siguiente
paso es analizar si pueden ser pronosticadas", añadió Rosenthal.
"MaxWave terminó formalmente al final del año pasado aunque actualmente
hay dos líneas de trabajo que se derivan de él: uno es mejorar el diseño de buques, comprendiendo cómo se hunden éstos,
y la otra es examinar más datos satelitales con vistas a analizar si es posible
realizar pronósticos".
Un nuevo proyecto de
investigación llamado WaveAtlas utilizará dos años de imágenes de ERS para
crear un atlas mundial de olas gigantes y efectuar análisis estadísticos. La
investigadora principal es SusanneLehner, profesora adjunta de la División de
Física Marina Aplicada de la Universidad de Miami, quien también trabajó en
MaxWave mientras estaba en DLR, y Rosenthal será un co-investigador del
proyecto.
"Examinar las
pequeñas imágenes da una sensación como de volar, porque uno sigue el estado
del mar bajo el curso del satélite", dijo Lehner. "También se ven en
ellas otras cosas como desprendimientos de hielo, manchas de petróleo y hasta
barcos, y por eso hay interés en usarlas para otras áreas de estudio.
"Sólo los
satélites de radar pueden ofrecer datos verdaderamente globales para el
análisis estadístico del océanos, porque pueden ver a través de las nubes y de
la oscuridad, a diferencia de sus contrapartes ópticas. En tiempo tormentoso,
las imágenes de radar son, por lo tanto, la única información pertinente
disponible".
Ya se han encontrado algunos patrones. Las olas gigantes
suelen estar vinculadas con sitios donde las olas comunes se encuentran con
corrientes y remolinos oceánicos. La fuerza de la
corriente concentra la energía de la ola, formando olas mayores; Lehner la
compara a una lente óptica, que concentra la energía lumínica en un área
pequeña.
Esto es especialmente
cierto en el caso de la notablemente peligrosa corriente de Agulhas, en la
costa oriental de Sudáfrica, pero también pueden encontrarse olas gigantes
vinculadas a otras corrientes como la Corriente del Golfo en el Atlántico
Norte, en interacción con las olas que bajan del mar de Labrador.
Sin embargo, la
información muestra que las olas gigantes también pueden producirse lejos de
las corrientes, a menudo en la vecindad de frentes atmosféricos de alta o baja
presión. Los vientos sostenidos de tormentas prolongadas, de más de 12 horas
pueden amplificar las olas que se mueven a una velocidad óptima en sincronismo
con el viento: si van demasiado rápidamente se adelantan a la tormenta y se
disipan; si van demasiado lentamente, se quedan retrasadas.
"Conocemos
algunas de las razones para las olas gigantes, pero no las sabemos todas",
concluyó Rosenthal. El proyecto WaveAtlas está programado para continuar hasta
el primer trimestre de 2005.
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