17 de agosto de 2013

Comandante Luís Piedrabuena. El Gran Marino Mercante Argentino.

               Comentario. Hace poco tiempo subimos una nota sobre el “Luisito”, una   hazaña mas   de Luís Piedrabuena. En este caso se trata de una breve síntesis de su vida que forma parte del libro “Al sur del río colorado” escrita por un enamorado del sur argentino, Raúl Larra.

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Un día de 1863 un velero llamado Luisito se arrimaba penosamente a un promontorio del Cabo de Hornos, batido por las altas olas de los dos océanos. Un tripulante consiguió echar pie a tierra y con un punzón y un martillo grabó en un peñasco: “Hasta aquí llega el dominio de la República Argentina". Contempló su obra e insatisfecho añadió: En la Isla de los Estados (Puerto Cok) se socorre los náufragos. Sólo entonces, ayudado por sus compañeros, volvió a su barco que emprendió rumbo al Este.

¿Quién era este hombre entretenido en fijar en esa desolada región inscripción semejante? Luís Piedrabuena conocido en todo el entorno por el “Capitán Luís” famoso por sus extraordinarios salvamentos de náufragos y por su obsesiva preocupación de refirmar la soberanía argentina en las tierras y mares australes.


Como Jorge Luís Fontana, había nacido Piedrabuena en Carmen de Patagones, el 24 de agosto de 1833. El río Negro acunó su infancia y pubertad, despertando su indoblegable vocación marinera. A los 14 años embarca en el John Davison, comandado por W. H. Simley, uno de los navegantes más prestigiosos de su tiempo. Recorre los mares del Sur, las Malvinas, el Cabo de Hornos alcanza “al pairo la latitud 68° Sur" y aprende a manejar el arpón de la caza de ballenas.
 A los 21 años es capitán de bandera en la barca argentina San Martín, acompañando nuevamente a Smiley, su protector. Perfecciona sus conocimientos en una escuela naval de Nueva York y luego se larga a recorrer el mundo  toca todos lo puertos norteamericanos del atlántico, Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo, y regresa en la goleta Nancy, de Smiley, para dirigirse a los mares australes donde alterna la pesca con la humanitaria misión de salvar náufragos. En la Isla de los Estados socorre a 24 frente a los escollos de Punta Ninfas en la Bahía Nueva arrebata de una muerte cierta a 42 tripulantes de la ballenera norte americana Dolphin.

Los salvamentos de Piedrabuena tienen resonancia internacional. El emperador alemán le obsequia un catalejo en premio por el rescate de once hombres y una mujer, náufragos del Dr. Hansen. La reina Victoria también lo distingue por haber salvado de la muerte a navegantes Ingleses. Los salvamentos -son tantos y tan arriesgados que en uno de ellos se estrella su barco- que el propio Piedrabuena pierde la cuenta.

La otra preocupación fundamental de Piedrabuena es resguardar la soberanía argentina en la región de los avances chilenos. En la isla Pavón, en río Santa Cruz, iza la enseña nacional y funda la primera población del territorio. Recorre el estrecho de Magallanes y el de Le Maire en su carácter de marino argentino. El presidente Mitre le extiende el 2 de diciembre de 1864 los despachos de capitán de la armada nacional, la cuyo sueldo renuncia.

Desde ese momento se convierte en guardián celoso e insobornable de los derechos argentinos en los mares del sur.

Por su acción en la zona choca con funcionarios chilenos. Como carece de fuerza marcha a Buenos Aires en 1868 y convence a Mitre de la necesidad de balizar la costa del Estrecho retrocediendo a su ocupación. Le prometen lo necesario y 20 hombres para la guardia. Se embarca en el Espora con las balizas y los víveres sin que le llegue la tropa asignada.

Permanece dos meses fondeado en el Riachuelo. Entrevista a Sarmiento, sucesor de Mitre en la presidencia, sin conseguir los hombres prometidos. “No me dijo que fuera ni que me quedara, pero que procediera con prudencia con las autoridades chilenas”, comenta. Desde luego, Sarmiento estaba encantado de poner obstáculos a la penetración chilena en el Sur, mas quería evitar todo conflicto mientras llegaba a puerto la moderna escuadra encargada v se resolvía definitivamente la guerra con el Paraguay.

Piedrabuena vuelve al Sur e intenta instalar un observatorio en la bahía San Gregorio. El gobernador chileno de Punta Arenas interfiere su propósito. Piedrabuena le escribe a un amigo: “Si yo tuviera del gobierno instrucciones por escrito en vez  de verbales, y, si por este motivo no temiera a los incidentes que pudieran sobrevenir, que tal vez me acarrearía reproches, no sería yo y mis patagones los que abandonaríamos la bahía de San Gregorio sin lograr nuestro intento. Por estas y otras cosas voy siendo en la colonia el blanco de las hostilidades de los chilenos, los -que no cesan de perseguirme y como si con mi persona no tuvieran suficiente, también se ensañan con los intereses que tengo en la colonia”.

Se ve obligado a malvender su almacén de ramos generales de Punta Arenas. Su próspera situación económica deviene ruinosa, pero Piedrabuena no abandona su función de vigía. Fortifica la isla Pavón, navega nuevamente la Bahía San Gregorio, reconoce Puerto Gallegos y toca Tierra del Fuego.
En estas circunstancias el gobernador de Punta Arenas le encarece recoja los restos el capitán y la tripulación del Treponts muertos por los indios. No hay otro capaz de asumir esa difícil y humanitaria misión. Deja de lado los enfrentamientos con el funcionario chileno y la acepta v lleva a cabo luego de burlar hábilmente a los indios.

En 1873 Piedrabuena se instala en la Isla de los Estados para cazar lobos de mar.

Su viejo barco Espora se estrella. Y durante 70 días construye con sus hombres otro cútter. En 1876 adquiere la goleta Santa Cruz para establecer un servicio regular entre la Patagonia y Buenos Aires. En la isla Pavón ha de encontrarse con el ilustre marino y explorador Carlos María Moyano y con el infatigable Francisco P. Moreno. Y ese trío glorioso realiza en común fecundas exploraciones.

En 1878 Piedrabuena adquiere el velero artillado Cabo de Hornos para la mejor defensa de la Patagonia. El 17 de abril de ese año el presidente Avellaneda lo incorpora al escalafón militar con el grado de teniente coronel de la Marina.

Al ocurrir el incidente de Cañadón Misioneros Piedrabuena acompaña al comandante Py en la tarea de ocuparlo militarmente. A partir del año siguiente dirige una escuela de grumetes establecida a bordo de su Cabo de hornos.

Se dispone a zarpar nuevamente a las regiones del Sur, “a fin de colocar los faros que reclamaba la navegación del Le Maire”  cuando fallece el 18 de agosto de 1883.

Hoy nadie duda que sus patrióticos afanes lograran para la Argentina la reivindicación de los territorios australes. Piedrabuena encarna el arquetipo del marino criollo siempre dispuesto a servir a la patria y a la Humanidad.


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