Comentario: Carlos María Domínguez, con mucha maestría nos relata los pormenores de
un rescate cerca de Montevideo.
Se trata de la reiteración de esta excelente narración, porque por alguna
razón fueron pocos quienes la leyeron y se trata de una historia muy
interesante y que merece ser recomendada.
Algunos viejos colegas recordaran de
barcos que en décadas anteriores se
perdieron dudosamente en las costas del sur de Brasil.
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"Va a ser
fácil —dijo—. Como cortar la flor de un jardín." Era de noche, los
tripulantes estaban en tierra y el viejo trepaba la burda inclinada del Coatham seguido
por sus hombres. Como soplaba un ventarrón no todos lo oyeron, pero la frase
fue repetida en los días siguientes y luego de que Mancuso se fuera a la tumba.
De lo que deja un hombre, a menudo es su error lo que lo trasciende.
Bajo,
macizo, de largos bigotes teñidos y ojos vivaces, el italiano había estado en
situaciones mucho más comprometidas. A cuatro millas del puerto las
dificultades parecían vencidas de antemano y los hombres ya calculaban su porcentaje
en el botín. Habían visto a Pedro Mancuso quedarse sin aire durante un
abordaje, dormir en el viaje de ida o de regreso; una vez, perder pie en la
escala de gato y caer al agua. Pero las burlas celebraban un prestigio sólido y
sencillo: donde iba Mancuso había dinero. A la espera de sus órdenes quedó el
remolcador, la lancha amadrinada y quienes treparon al Coatham avanzaron
iluminados con potentes linternas.
TEXTO
COMPLETO EN: MANCUSO
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