23 de noviembre de 2013

Mancuso. De Carlos María Domínguez.





Comentario: Carlos María Domínguez, con mucha maestría nos relata los pormenores de un rescate cerca de Montevideo.
Se trata de la reiteración de esta excelente narración, porque por alguna razón fueron pocos quienes la leyeron y se trata de una historia muy interesante y que merece ser recomendada.

Algunos viejos colegas recordaran de barcos que en décadas anteriores  se perdieron dudosamente en las costas del sur de Brasil.

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"Va a ser fácil —dijo—. Como cortar la flor de un jardín." Era de noche, los tripulantes estaban en tierra y el viejo tre­paba la burda inclinada del Coatham seguido por sus hom­bres. Como soplaba un ventarrón no todos lo oyeron, pero la frase fue repetida en los días siguientes y luego de que Mancuso se fuera a la tumba. De lo que deja un hombre, a menudo es su error lo que lo trasciende.

Bajo, macizo, de largos bigotes teñidos y ojos vivaces, el italiano había estado en situaciones mucho más comprome­tidas. A cuatro millas del puerto las dificultades parecían vencidas de antemano y los hombres ya calculaban su por­centaje en el botín. Habían visto a Pedro Mancuso quedarse sin aire durante un abordaje, dormir en el viaje de ida o de regreso; una vez, perder pie en la escala de gato y caer al agua. Pero las burlas celebraban un prestigio sólido y sencillo: donde iba Mancuso había dinero. A la espera de sus órde­nes quedó el remolcador, la lancha amadrinada y quienes treparon al Coatham avanzaron iluminados con potentes linternas.

TEXTO COMPLETO EN: MANCUSO


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