El "Oasis of the Seas",
de 362 metros de eslora y capacidad para hasta 6.400 pasajeros
05.01.2014.
Bajado del Blog de Javier Ortega Figueiral.
Con la vista lejos del frío de su
país natal, tres importantes familias de armadores noruegos quisieron dar un
nuevo aire a sus intereses marítimos: los Wilhelmsen,
transportistas de vehículos, gas y crudo, los Laarsen, con una flota de petroleros, y los Skaugen, que transportaban mercancías y pasaje entre continentes.
Estos armadores apostaron por el mundo del turismo marítimo en un momento en
que los barcos de pasaje de línea regular empezaban a perder popularidad y
clientes en favor del transporte aéreo, que acortaba las distancias entre
países con una oferta casi imbatible.
Así, Royal Caribbean se fundó en Noruega, pero con vocación caribeña, pues
la sede central de la compañía estuvo desde su creación, en 1968, en el puerto
de Miami, que históricamente ha sido el primero del mundo en pasajeros de
crucero. En 1970 se botó su primer
buque, el Song of Norway, al que siguieron dos buques más. El éxito de su
oferta cogió inesperadamente a sus gestores, hasta el punto de que para poder
satisfacer la demanda y optimizar costes fueron
el primer operador marítimo que amplió la capacidad de sus buques de una manera
muy peculiar: cortando los barcos por la mitad, añadiendo una sección entera de
unos treinta metros y soldándolo de nuevo.
En los ochenta, con un mercado ya
consolidado y una competencia pujante, los gestores de la naviera tuvieron otra
idea inédita: ofrecer escalas en territorios o islas privadas. El primero fue
Labadee, una inmensa finca al norte de Haití, reservada exclusivamente para las
escalas de sus barcos a cambio de una cantidad fija de dinero por pasajero
desembarcado al Gobierno del país. Esta controvertida iniciativa ya ha cumplido
28 años y ha sido imitada en otras zonas del mar Caribe.
"The nation of why not" ,el célebre slogan de Royal
Caribbean.
A partir de los años noventa, el
sector de los cruceros vivió una era de expansión espectacular, azuzada por la
popularización de este tipo de vacaciones y la llegada de nuevos operadores al
mercado. Royal Caribbean apostó entonces por los megabarcos, enormes complejos
flotantes de más de 250 metros de eslora y unos 3.000 pasajeros, unas cifras
que permitían ofrecer muchos nuevos servicios a bordo, pero sobre todo hacerlo
a un coste unitario, mucho mejor para las navieras. El primero de estos grandes
buques fue el Sovereign of the Seas, que estuvo en la flota casi dos décadas,
hasta que pasó a una compañía española.
El crecimiento del sector trajo
también la creación de grandes grupos marítimos integrados, en los que en lugar
de aumentar flota bajo una misma marca, una naviera fuerte iba adquiriendo
competidoras, manteniendo su marca, categoría y público objetivo. Royal
Caribbean consiguió hacerse en 1997 con Celebrity Cruises, propiedad de los
Chandris, una de las legendarias familias de armadores griegos, similar a la de
los Niarchos u Onassis. Seis años después se creó la marca Island Cruises,
dedicada al mercado medio británico, y en el 2006, para entrar en el potencial
mercado español e iberoamericano, adquirió la madrileña Pullmantur Cruises a su
propietario, el grupo Marsans, por 700 millones de euros, de los que unos 270
eran de deuda. Esa compra tuvo también su componente político, aunque
económicamente fuera casi residual: Pullmantur tuvo que abandonar sus
habituales y exóticas escalas en puertos de Cuba, que durante un tiempo fueron
señas de identidad de la naviera, para que su nuevo propietario cumpliese con
la ley Helms-Burton.
Tras su desembarco hispano, el
grupo creó dos marcas nuevas: Azamara Club Cruises, especializada en viajes
marítimos para un pasaje de nivel adquisitivo holgado y CDF, Croisières de
France, especializada en el mercado turístico francófono. La última marca que
se incorporó al grupo fue de TUI Cruises, aunque sólo al 50%. En este caso para
atender la interesante demanda del pasaje alemán, austriaco y suizo.
Actualmente la matriz Royal Caribbean Cruises Ltd. opera 41 buques y
cinco más se están construyendo. Estas naves navegan bajo seis marcas, con las
que detenta el 24% del mercado global de cruceros. En el ejercicio del 2012 la
facturación global fue de 7.700 millones de dólares y para el año recién
finalizado se espera superar los 8.000 millones.
Royal Caribbean se convirtió
oficialmente a principios de diciembre en nueva accionista de Creuers del Port,
compañía creada para la gestión de la mayoría de las terminales de crucero en
la capital de Catalunya: dos en el muelle de Barcelona, integradas en el
edificio del World Trade Center, y tres más en el muelle adosado.
El nuevo socio compró, por una
cifra sin revelar, el 43% de las acciones -un 23% estaban en manos de
Trasmediterránea- en la gestora de terminales, a través de una empresa creada
ad-hoc: Barcelona Port Investments, con participación de la turca Global
Yatirim Holding, con sede en Madrid y presidida por John Terceck, uno de los
vicepresidentes comerciales de Royal Caribbean.
Junto a las cinco terminales
catalanas, Creuers también gestiona edificios para pasajeros en los puertos de
Singapur y de Málaga. Mientras que Barcelona y el puerto asiático han tenido
buenos resultados en el 2012, el andaluz ha caído un 14% en pasaje, al perder
unas 140 escalas en comparación con el año anterior.
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