10 de febrero de 2014

BREVE HISTORIA DE LA OBRAS SOCIALES

Claudio Cardinali

En 1970 la ley 18.610, creó las Obras Sociales y estableció el principio de que los aportes de los trabajadores y empleadores se dirigirían únicamente a la Obra Social del sindicato suscriptor de la convención colectiva de trabajo

En 1976 en pleno “proceso” se  intervino casi todas las obras sociales y mediante la ley de facto N° 22.269, de 1980 enunció la eliminación de la obligatoriedad de afiliación a la Obra Social Sindical del sindicato de rama y también amenazó con otra serie de medidas tendientes a desmontar la estructura de salud sindical, pero ninguna de esas  “amenazas” fue reglamentada por lo que en los hechos mantuvo la estructura tradicional: El aporte va solamente al sindicato suscriptor del convenio colectivo.

En 1988 la ley 23.660, que continúa vigente (art.12 inciso a) ratificó el principio: El aporte siguió perteneciendo al sindicato de la actividad y sólo a éste sin la posibilidad de optar por otra.


En 1993 en plena “era de la desregulación” a través del decreto 9/93 y los demás dictados en su consecuencia los trabajadores pudieron optar por una Obra Social diferente a la de la rama de la actividad, el régimen se mantiene, básicamente al día de hoy.
Hasta 1993 algunas obras sociales hicieron las cosas bien, brindaron buenos servicios (no sólo médicos). Otras no.

La cautividad de los afiliados por parte de un único gremio permitió que la calidad de los servicios dependiera de la voluntad y capacidad de los dirigentes sindicales.
El órgano de contralor en sus diversas denominaciones (INOS, ANSSAL, SSS) no hizo mucho para que la situación mejorara.

Desde 1993 las posibilidades de pase fueron muy amplias y comenzó un proceso de “competencia”.

COMPETENCIA Y PRINCIPIOS DEL SISTEMA

Así en 1993 ingresaron al mercado las grandes prepagas que acordaron con Obras Sociales Sindicales, generalmente chicas, una especie de pase de los afiliados y asumieron esas prepagas la administración de la cartera.

Pero como dirigieron esas empresas con algunos sindicatos sus campañas de afiliación: la tendencia progresiva fue centrarse  en los beneficiarios más jóvenes (más sanos) y de mayores ingresos (mayores aportes) e hicieron el gran negocio con los sistemas solidarios: se quedaron con los sanos y ricos y esquivaron a: los jubilados, los pensionados,  los enfermos  y los de pocos aportes.
Con ello quiero decir: poco gasto, grandes rendimientos, o sea excelente negocio para unos pocos.

Como sabemos en este sistema (las prepagas “sindicales”)  no existen reservas técnicas ni capitalización individual o grupal. Esto quiere decir que si no se utiliza la Obra Social esos aportes se esfuman, tal como ocurre con los saldos del abono del celular, se paga y si no se usa se pierde.

Esta operatoria, tantas veces criticada con serios fundamentos técnicos merecería, algún tipo de intervención estatal, caso contrario la de los propios afiliados-usuarios-beneficiarios.
Curiosamente, la Superintendencia de Servicios de Salud ha hecho poco para intervenir en la relación “prepaga/beneficiario proveniente de obra social”, pese a que se encuentra dentro de sus facultades ya que la relación básica sigue siendo la ley de obras sociales y la SSS es su órgano de aplicación. Por esa vía podría controlar la calidad del servicio, las prestaciones y hasta los precios.

La clave debiera ser trabajar con el movimiento obrero que es el centro del sistema- beneficiario y no con los administradores y que en  momentos de crisis de los sistemas hay que utilizar los recursos de los afiliados y aplicarlos a los afiliados
Seguramente los economistas de la salud debieran o podrían  aportar varias ideas acerca de cómo preservar la solidaridad del sistema

VER NOTA DEL 26-2-2012  Auscultar el negocio de las obras sociales


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