El día 22 de abril el Crucero ARA General Belgrano se
encontraba reabasteciéndose en el Puerto de Ushuaia para continuar con la
misión que le había fijado su orden de operaciones: con estacionamiento
en Isla de los Estados, “vigilar los accesos Sur al Teatro
de Operaciones Malvinas, interceptar unidades del enemigo y actuar como
disuasión en el marco regional. Dos días más tarde zarpó para reanudar su
periplo por el área operativa”.
En
ese mismo momento a unas 1.000 millas de allí avanzaba a una velocidad de 13
nudos hacia Malvinas el núcleo central de la Fuerza de Tareas inglesa. Unos 40
barcos de guerra incluyendo dos portaaviones, secundados por 45 barcos
mercantes. Ello significaba que en tres días de navegación ininterrumpida la
misma estaría muy próxima a entrar en la zona de Malvinas.
La
partida de nuestro crucero no estaba exenta de expectativas. Si bien dentro de
las directivas estaba consignado que debía aparentarse una zarpada de rutina,
no podía evitarse que fuera visto por observadores locales que seguramente le
harían llegar la información de su movimiento al Comando Naval Chileno en Punta
Arenas. A ello debía sumarse además de la sospechada cesión de información
acerca del movimiento de buques argentinos, provista por satélites en órbita
sobre el Atlántico Sur por parte de Estados Unidos Gran Bretaña, la permanente
acechanza de los submarinos Splendid y Spartan que
se encontraban patrullando entre las islas del Atlántico Sur desde el 12 de
abril.
Dejando de lado conjeturas y especulaciones el Comandante del Crucero General
Belgrano, Capitán de Navío, Héctor Bonzo, continuó con las tareas
dispuestas por el plan original esperando una modificación del mismo en cuanto
el Comando superior lo dispusiera. El cambio no se hizo esperar. Esa misma
tarde por mensaje cifrado recibió nuevas órdenes tácticas dentro de un plan que
se concretaría con la llegada de la fuerza expedicionaria inglesa. En una
primera fase se estacionarían, por fuera de la zona de exclusión, dos Grupos de
Tareas: uno al norte de Malvinas con el portaaviones 25 de Mayo y
sobre la zona Sur, entre los meridianos de la Isla de los Estados y el Banco
Burwood, el General Belgrano a quién le fueron asignados,
además de los Destructores Bouchard y Piedra
Buena, el buque tanque, Puerto Rosales, cuyo comando
tenía el Capitán de Ultramar, Radamés Luppi y llevaba en calidad de Coordinador
Naval al Teniente de Corbeta, Busquet.
El
primer contacto del BT Puerto Rosales en su integración con el
GT 79.3 se produjo en la tarde del día 28, cuando realizó la maniobra de
reabastecimiento en navegación del destructor Piedra Buena, que
había arribado al lugar ese mismo día por la mañana. Luego de entregarle 260
toneladas de fuel oil naval, el buque tanque se retiró a su posición asignada
en la Bahía San Antonio, de la Isla de los Estados.
Al
otro día, al recibirse a bordo del Gral. Belgrano la orden de
aprestarse a desarrollar la segunda fase de las acciones del plan de
operaciones para el GT, su Comandante dispuso el reabastecimiento de los
destructores que lo acompañaban.
Para
ello el Piedra Buena a las 09:00 hs. comenzó a recibir
combustible del BT Puerto Rosales quién le entregó al cabo de
una hora, 125 toneladas de fuel oil en perfecta maniobra de abastecimiento en
navegación. Al finalizar la misma, el Puerto Rosales le pasó
otro tanto al destructor Bouchard quién completó el 100% de su
capacidad. A la hora 16:00 cuando se estaba llevando a cabo la maniobra de
reabastecimiento del Crucero, la intensidad del viento y la agitación del mar
obligaron a suspender la operación. A la mañana siguiente, (sábado 1° de mayo)
finalizado el patrullaje de la zona, las naves adoptaron la formación para
reabastecimiento del Gral. Belgrano, que comenzó a la hora 09:00. De
acuerdo con lo previsto el petrolero izó la bandera que en código de
reabastecimiento en el mar significa “estoy listo para recibirlo”.
Inmediatamente el crucero inició la aproximación por la banda de estribor del
abastecedor y a los quince minutos ambos buques se encontraban navegando a la
par. Con proa al mar, ajustadas las velocidades y el rumbo, se inició el pasaje
de mangueras. Se encontraban en ese trámite cuando uno de los destructores que
acompañaban dando protección, lanzó la voz de “Alerta Roja”, señal
de inminente ataque aéreo. La razón de la alarma estaba dada por una imagen en
la pantalla del radar aire, que mostraba el acercamiento de una aeronave no
identificada proveniente del este.
Pese a que las naves se encontraban ligadas por cabos y mangueras el Capitán
Bonzo, sin titubear, dispuso la inmediata separación hasta tanto se confirmara
la identidad del avión. Mientras el crucero viraba rápidamente hacia babor y el
petrolero tomaba distancia hacia estribor, las naves de guerra navegaron unos
largos minutos cubriendo las posiciones de combate antiaéreo hasta que se puedo
comprobar que el blanco era un avión argentino, cuyo equipo IFF de respuestas
automática de identificación estaba averiado. Seguramente se trató de un avión
Neptune de exploración de la Armada, que portando dos
torpedos MK-44 buscaba afanosamente a un submarino inglés de cuya presencia
habían sido informados ese día los mandos navales argentinos.
Esa abrupta separación de las naves ligadas momentáneamente por cables y
mangueras para la operación de trasvasamiento de combustible, si bien
tuvo su cuota de incomodidad resultó providencial para uno de los tripulantes
del Puerto Rosales. Efectivamente por orden del capitán Luppi el
contramaestre Luis Armando Gómez, quién sufría una aguda dolencia bucal, iba a
ser trasladado al crucero General Belgrano para su mejor
atención. Justo en el momento que se iba a proceder al trasbordo del enfermo,
dicha maniobra fue suspendida por la alarma aérea y Gómez debió quedar a bordo
del Puerto Rosales, sin saber en ese momento que a costa de su
dolor iba evitar quizá un sufrimiento mayor.
Cerca de las 10:00 hs. las naves reiniciaron la maniobra y pasado el mediodía
finalizó el embarque de 390 toneladas de fuel oil que fueron a completar los
tanques del Crucero General Belgrano. Poco antes de concluir
la maniobra se cumplió con una costumbre en la Armada Argentina cuando un buque
de guerra es reabastecido en navegación, que consiste en enviar al petrolero,
por el mismo andarivel que se usa para la conexión, un presente simbolizando el
agradecimiento tradicional entre los hombres de mar. Habitualmente el obsequio
suele tratarse de alguna torta elaborada a bordo o bebidas tradicionales. Como
en esa oportunidad los cocineros se encontraban cubriendo puestos de combate el
envío consistió en cuatro botellas de vino tinto que llegaron acondicionadas en
una bolsa junto a una tarjeta del Comandante que decía: “Para el Capitán
y sus oficiales con todo afecto y gracias. Héctor Bonzo capitán DE Navío,
Comandante del Crucero ARA “General Belgrano”1-5- 82”.
El
Capitán del Puerto Rosales, tuvo la previsión de conservar
esas botellas como recuerdo y hoy las mismas se encuentran exhibidas en una
vitrina, en el hall del Departamento de Estudios Históricos Navales de la Armada,
en Casa Amarilla, Barrio de la Boca. Desde el petrolero también tuvieron la
acertada idea de tomar varias fotografías del Crucero en plena maniobra de reabastecimiento.
Dichas fotos luego pasaron a ilustrar el libro del Capitán Bonzo “1093
Tripulantes” que resultaron ser las últimas vistas del buque navegando un día
antes de ser atacado y hundido.
Sin
embargo, por sus consecuencias posteriores, lo más extraordinario de ese día,
aunque nuestros marinos no lo percibieron en ese momento, fue que toda la
operación que tenía ocupados a nuestros barcos habría estado siendo observada
por el submarino nuclear HMS Conqueror que de acuerdo con
informes posteriores y a su derrota de aproximación desde Georgias a la Isla de
los Estados, se encontraría en esa posición.
Que había pasado. De acuerdo con las memorias del Comandante de la Fuerza de
Tareas británica, Almirante Sandy Woodward, el submarino Conqueror en
su tenaz búsqueda del Crucero General Belgrano, había descubierto “más
o menos por accidente”, a última hora de la tarde del viernes 30, al
Petrolero Rosales y especulando que el buque tanque era su
única posibilidad de hallar al Crucero argentino, el submarino decidió
seguirlo, pues seguramente se iba a producir otro reencuentro para
reabastecimiento. Aunque sobre este particular el Capitán Bonzo sostiene en su
libro otras teorías, pues considera –en base a informaciones confiables- que
el Conqueror alertado por sus mandos se dirigió en un
recorrido de 700 millas, directamente de Georgias hasta donde se encontraban
las naves argentinas al Norte de la Isla de los Estados. Sin embargo, el
Comandante argentino es coincidente en cuanto al encuentro producido al día
siguiente (1 de mayo) momento a partir del cual el Conqueror tuvo
en el campo de su periscopio al Grupo de Tareas en Latitud 55° 24´ Sur y
Longitud 61° 50´ Oeste, opinando respecto al punto de encuentro, que el mismo
resultó, “dentro de una jugada del destino, una evidente y sugestiva coincidencia”,
pues un día más tarde (2 de mayo) a 12 millas de ese punto de encuentro fue
torpedeado y hundido el General Belgrano.
Al
llegar a este nivel del relato debemos pensar que el Puerto Rosales, si
bien no era el blanco prioritario y al parecer, cumplió el involuntario y
ocasional papel de señuelo, estuvo en la mira atenta del periscopio del
sumergible inglés durante un día y medio y pudo, con total certeza, resultar
también otra víctima de la acción de los torpedos. No es difícil imaginar el
dantesco cuadro que hubiera representado si el Gral. Belgrano y
el Puerto Rosales hubieran sido atacados en el momento que
estaban unidos para la operación de reabastecimiento. El cúmulo de explosiones
que podían haber surgido de la santabárbara del crucero o el incendio del
combustible del petrolero, hubieran sido una conjunción mortal para ambos
buques en cualquiera de los casos.
Pero en el caso puntual del avistaje existió además de una acción providencial,
por lo menos para el Puerto Rosales, otra serie de factores
estratégicos políticos que demoraron esos dos días para que el submarino
tuviera la autorización de atacar. Efectivamente si bien el Almirante, Woodward
comandaba la Fuerza de Tareas, el control de los submarinos que operaban en el
Atlántico Sur dependía de los altos niveles de su almirantazgo con base en
Northwood, Inglaterra, y estos a su vez de una decisión política de la Primer
Ministro.
Hasta ese momento las reglas del juego, desde el punto de vista inglés,
continuaban siendo bien claras: los submarinos se limitarían a “marcar”
(que en la jerga naval significa “ubicar y seguir”) y salvo una
persecución en “caliente” es decir un enfrentamiento inevitable, el
submarino debía detenerse y esperar la orden de su mando en Northwood,
Inglaterra, para actuar. Por supuesto ni a la Flota, ni a sus submarinos les
estaba permitido, hasta ese momento, disparar primero y menos hacerlo fuera de
la Zona de Exclusión que ellos mismos habían impuesto.
El
Almirante Woodward previendo una maniobra de pinzas de los grupos de tareas que
encabezaban el portaaviones 25 de mayo y el Crucero General
Belgrano, había solicitado un cambio de órdenes y aconsejado a sus mandos
en Londres, atacar primero, otorgando, por su parte, la autorización a los
submarinistas para que así lo hicieran.
De
hecho el 2 de mayo el gobierno británico rompió no solo sus propias reglas,
sino que también dio incumplimiento al artículo 51 de la Carta de las Naciones
unidas por el derecho de autodefensa que tiene un país miembro en cuanto todo
beligerante debe informar al Consejo de Seguridad la determinación que pueda
cambiar las reglas de acción.
Por
otra parte, un signo fatídico pareció conjugarse para que todo ocurriera
adversamente. Un vuelo de exploración del avión Neptune, con su carga de
torpedos antisubmarinos, que ese día despegó a las 08:33 hs. de la Base
Comandante Espora para cubrir puntos A: 54°00 (S) 58°20´ (W); B: 53°30´(S)
57°30´ (W) y C: 52°40´(S) 58°20´ (W), no logró localizar al Conqueror y
aterrizó en Río Grande en las primeras horas de la tarde.
Fue así que ese día a la hora 16:01, cuando el General Belgrano,
que se encontraba navegando hacia el noroeste a 40 millas al sur fuera de la
zona de Exclusión, en cumplimiento de un movimiento de repliegue ordenado a la Flota,
fue sacudido violentamente por la explosión de dos torpedos, disparados por
el Conqueror, que penetraba por su banda de babor. Allí comenzó una
agonía de una hora tras lo cual el crucero se hundió.
De resultas de la artera acción fallecieron 323 de sus 1093 tripulantes. Los
770 sobrevivientes fueron rescatados de sus botes salvavidas en días
posteriores por naves de nuestra Armada y la colaboración de un buque de la
Armada Chilena, el Piloto Pardo.
Para el
momento en que fue torpedeado el General Belgrano, el buque
tanque Puerto Rosales no se encontraba en el lugar y
permanecía en espera en la caleta San Antonio de la Isla de
los Estados, donde tenía pendiente cumplir la orden del Capitán Bonzo, de
reunirse el 4 de mayo en un punto predeterminado para reabastecimiento de los
destructores. Pero al dar la situación un vuelco fundamental, el Contralmirante
Horacio Zaratiegui, Comandante del Área Naval Austral, dispuso suspender esa
tarea hasta tanto se le asignara otra.
El Puerto Rosales permaneció más de diez días en la Isla de
los Estados junto a otros barcos (Gurruchaga, Perito Moreno)que se
encontraban en el lugar cumpliendo distintas funciones y aguardando órdenes.
Finalmente el día 15 recibió la orden de dirigirse a Bahía Blanca, donde llegó
el día 23, tras hacer una larga navegación bordeando la costa patagónica. En
ese puerto el Capitán Luppi, fue reemplazado por el Capitán de Ultramar,
Eduardo Radivoj. El barco, retornó luego a su función de abastecimiento de la
Flota, misión que cumplió hasta finalizar el conflicto.
“CAMPO DURAN”
El 29 de marzo de 1982 el Buque tanque Campo
Duran de la Empresa Estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) al
comando del Capitán de Ultramar, Mario Alberto Tejera, arribó al país
procedente de África y amarró en el muelle que la empresa posee en el Puerto de
La Plata , Provincia de Buenos Aires. Un día después fue sometido durante
veinticuatro horas a reparaciones generales para posteriormente dar inicio a
operaciones de carga en sus tanques de: combustible turbo naval, J.P.1
(aviación), kerosén, nafta súper y gasoil.
Al producirse el 2 de abril, la recuperación de Malvinas, el Capitán Tejera,
recibió la orden de poner el barco, junto con su tripulación, a disposición de
la Armada para funciones de reabastecimiento de la Flota de Mar. De inmediato
fueron suspendidas las operaciones de carga y se alistaron para una urgente
salida.
Al promediar la tarde el tanquero largó amarras con destino al puerto de Bahía
Blanca. El barco llevaba además de sus cincuenta tripulantes de la Marina
Mercante a dos hombres de nuestra Armada, el Teniente de Corbeta Bellini, en
calidad de coordinador naval y un suboficial de comunicaciones.
La primera escala del viaje se cumplió en Puerto Belgrano, Base Naval de la Armada,
donde fondearon el día 4. Allí el Capitán Tejera y su segundo, Capitán de
Ultramar, Diego Alejandro Ginaca, recibieron de parte de Mandos Navales,
directivas e instrucciones respecto a la misión que debían cumplir. Actuarían,
al igual que otros buques tanques, en calidad de abastecedores de naves de la
Flota de Mar y quedarían integrados a los que se denominó Fuerza de Tareas 79
cuyo Comandante era el Contralmirante, Walter Allara.
Poco antes de la medianoche del día 6 levaron anclas para dirigirse a la zona
de El Rincón, en la entrada de Bahía Blanca, donde arribaron en las primeras
horas del día siguiente. A poco de llegar iniciaron los primeros operativos de
transferencia de combustible que de acuerdo a lo previsto se efectuó en plena
navegación sobre los destructores Piedra Buena, Bouchard Y Py. Se
encontraban en esa tarea cuando el Campo Duran recibió la
orden de salir al encuentro de la corbeta Guerrico que
regresaba después de haber participado en la toma de Georgias. Al hallarla a
unas cien millas mas afuera, la escoltaron a sotavento para proteger su
desplazamiento hasta Puerto Belgrano. Se la veía notablemente dañada como
resultado del intenso fuego que tuvo que soportar al incursionar en la Bahía
Cumberland para lograr la rendición de Grytviken. Solamente el puente de mando
presentaba más de 200 perforaciones de armas automáticas. Desde la borda los
hombres del petrolero saludaban entusiasmados a la tripulación de la corbeta
cuyo capitán, con su cara parcialmente cubierta con vendajes, también respondía
a los saludos.
Al día siguiente se les ordenó dirigirse a Comodoro Rivadavia donde, dos días
más tarde arribaron para quedar fondeados junto a una boya de la rada de acceso
en espera de un muelle libre. En esa oportunidad, precisamente el día 10,
desembarcó el Capitán Tejera, quién fue relevado en el mando por el Capitán,
Ginaca.
A esta altura del conflicto los ingleses habían impuesto unilateralmente una
zona de Exclusión de 200 millas alrededor de Malvinas, que el 7 de mayo iban a
ampliar, determinando una Zona de Exclusión Total, pues llevarían los límites
de la misma hasta 12 millas de nuestra costa. La manifiesta amenaza británica
de que iban a ser atacados todos aquellos barcos o aviones argentinos que se
encontraran dentro de esos límites, tuvo su réplica por parte de nuestro
gobierno, que advirtió se respondería en idéntica forma a todas las naves y
aeronaves inglesas que penetraran el espacio o mar argentino. Este duelo de
declaraciones que luego se haría una realidad después del hundimiento del
Crucero General Belgrano, mantuvo a las unidades navales propias y
también las mercantes que estaban cercanas a esa zona, en un constante estado
de tensión donde debieron extremar las medidas para no ser detectados por
submarinos y aviones que buscaban anular el accionar de nuestra flota.
Recién el día 13 en horas de la mañana pudieron amarrar en el muelle del
Kilómetro 3 de Comodoro Rivadavia, donde por orden del Oficial de Control de
Tráfico Marítimo (OCONTRAM) Capitán de Fragata, Galli, procedieron a la descarga
total de kerosén, JP1; nafta súper y a cargar 200 metros cúbicos de fuel oil
naval. Terminada la operación zarparon para ir a fondear nuevamente en la rada
a la espera de órdenes. El día 18, dos días después que comenzaron a zarpar las
unidades de la Fuerza de Tareas 79 (FT 79), recibieron la directiva de
dirigirse a Cabo Raso, cerca de Puerto Deseado, donde llegaron en las primeras
horas de la mañana para proceder a la transferencia de combustible a las
Corbetas, Drummond, Guerrico y Granville. Cumplida
la operación comenzaron una navegación muy pegados a la costa del Golfo San
Matías, entre el Faro Rincón y Punta Delgada. Allí permanecieron hasta el día
24, momento en que se les ordenó entrar a Puerto Belgrano donde arribaron al
promediar la tarde del día siguiente para efectuar reparaciones y
aprovisionamiento.
En esos días el Campo Duran tuvo oportunidad de reaprovisionar
al Crucero General Belgrano que se dirigía hacia la zona de
operaciones que le había sido asignada. Después de haber cumplido ese servicio
y recibir en reciprocidad de parte de su Capitán, un par de botellas de cognac
“Napoleón”, la tripulación del petrolero no sospechó que vería por última vez
al crucero. El capitán Ginaca guardó para siempre en su memoria el momento en
que el barco se alejaba. En la cubierta de popa del crucero una banda de música
ejecutaba los aires de una marcha militar, al cabo de unos minutos, como un
presagio, ya sea por la velocidad de marcha que se le impuso al barco o quizá
por la fuerte marejada, una ola barrió la cubierta y la banda dejó de tocar.
Para ese entonces las ordenes originales de la Fuerza de Tareas 79 ya habían
sido rectificadas y dentro del plan del despliegue de las unidades subordinadas
le correspondía al portaaviones liviano (PAL) ARA 25 de Mayo y su
escolta, que conformarían junto con el buque tanque Campo Duran, el
Grupo de Tareas GT 79.1, la misión de permanecer en la zona norte de las Islas
Malvinas , desde donde, hipotéticamente, se intentaría converger en un
movimiento de pinzas, en combinación con el grupo del Crucero General
Belgrano que lo haría desde el sur, sobre la flota inglesa, la cual
arribaría al área antes de fin de mes.
El portaaviones 25 de Mayo al mando del Capitán de navío, José
Julio Sarcona, quien a su vez era el Comandante del Grupo de Tareas GT 79.1 y a
cuyo bordo se encontraba embarcado, en calidad de nave capitana, el Comandante
de la Fuerza de Tareas 79, Contralmirante, Gualter O. Allara, tenía como
escolta al Destructor ARA Santísima Trinidad y las corbetas
ARA, Drummond, Guerrico y Granville.
Finalizadas las tareas de carga y reparaciones, el Campo Duran zarpó
y se dirigió nuevamente a la zona del Golfo San Matías donde los días
subsiguientes en proximidades de la Península de Valdés reaprovisionó a los
buques de la Armada, Guerrico, Granville, Drummond, Santa
Trinidad, e hizo entrega simultánea (uno por cada borda) a la Fragata Hércules y
el Destructor Py.
Durante una de las lentas navegaciones por el golfo San Matías,
atravesando las claras aguas de la Caleta de los Loros, el Capitán Ginaca y su
tripulación fueron espectadores de una visión inesperada. Estaban atentos a
cualquier movimiento alrededor del buque o algo que les señalara la presencia
indeseada de algún sumergible enemigo cuando varios metros debajo de ellos
alcanzaron a divisar lo que parecían dos grandes manchas oscuras depositadas en
el fondo de la bahía. Pese a que algunos supusieron que podía tratarse de algún
sumergible británico, Ginaca recordó rápidamente lo que tantas veces había
escuchado decir a los marinos que circulan por la zona y dedujo que
podría tratarse de submarinos alemanes que al finalizar la Segunda Guerra
Mundial se dirigieron hacia esas desoladas y medanosas costas donde luego de
desembarcar clandestinamente algunos pasajeros, su tripulación fondeó los
sumergibles para no delatar la intrusión y no ser capturados. No pudiendo
descifrar la incógnita el Campo Duran dejó atrás la sombra de
lo que parecían cascos sumergidos y continuó su curso. Lo notable de este
episodio es que después de la guerra los mandos navales británicos confesaron
que para esa época, dos submarinos convencionales el Spartan y
el Splendid buscaban al portaaviones 25 de mayo y
el submarino nuclear Conqueror había incursionado en el Golfo
San Matías también en su búsqueda.
El día 30 el petrolero fue derivado a Cabo Blanco en el Golfo San Jorge donde
quedó a la espera de órdenes. Junto con ese movimiento el GT 79 se fue
desplazando hacia el sur, muchas millas mar afuera, para quedar ubicado entre
los días 1 y 2 de mayo al norte de Malvinas, muy próximo a la Zona de
Exclusión, listo para actuar. Resultó notable la actividad de marcha de este Grupo,
el cual pese a que no pudo operar dentro del plan previsto, logró eludir a las
unidades británicas (naves de superficie, submarinos y aviones) que trataban
infructuosamente de localizarlos.
A ese respecto es interesante lo manifestado por el Comandante de la Fuerza de
Tareas Inglesa, Almirante Woodward en sus memorias: “Tenía yo la
sensación de que me iban a enfrentar a un movimiento de pinza llevado a cabo
por estos dos grupos (GT 79.1 y GT 79.2) a medida en que me abría paso hacia el
oeste, hacía la zona de Puerto Stanley. Mi esperanza estaba en mantener el
submarino Conqueror en estrecho contacto con el grupo (GT 79.2) del Crucero
General Belgrano en el sur y seguir al portaaviones y su escolta en el
norte con uno de los submarinos que había allí. Lamentablemente el asunto no
salió bien pues el submarino Spartan, no encontró al “25 de Mayo”, que yo
consideraba el principal objetivo...”. Entre otras consideraciones
donde Woodward le atribuye el fracaso de su intención a los confusos mensajes de
inteligencia de sus mandos en Inglaterra, continua diciendo:” Ya era
demasiado tarde. Para mi total frustración, debí enfrentarme al hecho de que
ninguno de los dos submarinos (Splendid y Spartan) podía alcanzar el único
blanco que realmente me interesaba. Así pues, mi escudo de submarinos en el
Norte no logró “marcar” (ubicar y seguir) el portaaviones argentino y la Fuerza
Aérea Naval del Almirante Anaya, vivió para seguir luchando y para infligir
grandes daños a nuestras naves”.
Lamentablemente para nuestras Fuerzas,
el día 2 de mayo a la hora 16:01 el submarino Conqueror que
había localizado fuera de la Zona de Exclusión, al Crucero Gral.
Belgrano lo torpedeó y hundió con el saldo de 323 muertos de entre sus
1093 tripulantes.
Al siguiente día, en horas de la tarde, el Campo Duran, que había
permanecido atento a las noticias referidas a estos hechos y se encontraba
abasteciendo al Destructor Py, recibió la orden de dirigirse
hacia la zona donde se había hundido el crucero para ir en busca de náufragos.
Se encontraba en plena marcha hacia el sur, cerca del paralelo 50, cuando
faltando una hora para la medianoche, recibió una contraorden y emprendió el
regreso rumbo a Bahía Blanca.
Después del hundimiento del crucero General Belgrano la Flota
de Mar recibió órdenes de mantenerse en aguas de baja profundidad en posiciones
de espera desde donde pudieran estar en aptitud de cumplir alguna misión
ofensiva.
Se había perdido momentáneamente la iniciativa, pero nuestros Mandos Navales no
descartaban la posibilidad de ver algún momento propicio para dar rienda al
plan inicial de ataque a la flota inglesa.
En su periplo de navegación costera, el Campo Duran después de
dejar atrás la Bahía Camarones en el cual había fondeado por algunas horas,
llegó el día 5 a Bahía Escondida, donde en las primeras horas de la mañana,
comenzó a transferir fuel oil naval al Santísima Trinidad. Se
encontraba en la maniobra cuando ambos buques recibieron la orden de dirigirse
inmediatamente a Rawson. En ese fondeadero, poco después del mediodía,
reanudaron la recarga que debió interrumpirse abruptamente, poco antes de las
16, por aviso de posible submarino enemigo en la zona. Las naves se separaron y
buscaron protección en alguno de los refugios naturales que ofrecía la disímil
geografía costera de la zona, donde decidieron aguardar un momento más propicio
para reiniciar la maniobra.
La operación pudo concretarse a las 21:00 hs. cuando la observación por parte
de algún intruso, supuestamente, se iba a ver dificultada por la oscuridad de
la noche. Finalizada la entrega, el petrolero recibió la orden de dirigirse con
extrema precaución a Segunda Barranca donde fondearon al día siguiente poco
antes del anochecer.
A la mañana siguiente zarparon y siempre en
navegación a vista de costa se dirigieron a Punta Rasa, cerca de Viedma, donde
procedieron a transferir fuel oil al destructor Py. Un día
después volvieron a Segunda Barranca para ocuparse ese día y el siguiente en
transferir gasoil a las corbetas Drummond y Guerrico.
Durante el cumplimiento de esas entregas el Campo Duran sufrió
indeseables contingencias que si bien no tuvieron consecuencias graves
repercutieron hondamente en los ánimos de la tripulación. Durante uno de los encuentros
de reaprovisionamiento, que se cumplían en medio de una gran tensión, un aviso
de “Alerta Roja” les anunció el probable ataque por parte de los aviones
enemigos. Rápidamente las naves de guerra pudieron alejarse del lugar, pero el
buque tanque, mucho más lento, tardó en retirarse. Cuando minutos más tarde
aparecieron dos aviones no identificados solo hallaron al Campo Duran sobre
el que hicieron varias pasadas rasantes. El Capitán Ginaca que se encontraba en
el puente ordenando maniobras al marinero timonel vio de pronto como éste,
presa de una gran conmoción, producto de la alta tensión nerviosa, caía al piso
sin conocimiento. Mientras Ginaca pedía ayuda por medio de los teléfonos
internos, se hizo cargo del timón el Jefe de Máquinas Luis Abadie, hasta que
llegó el reemplazo del tripulante caído. Después que se alejaron los aviones
fueron requeridos auxilios a la Armada. Al cabo de un rato, un helicóptero de
rescate se posó sobre la cubierta del buque y procedió a evacuar al timonel,
que fue internado por el fuerte shock, sin que ya pudiera reintegrarse a
sus tareas.
En horas de la mañana del día 9 recibieron la orden de dirigirse a Puerto
Belgrano. Poco antes de llegar a puerto, cuando se encontraban cerca de la boya
10 del canal principal de acceso, sufrieron la rotura de la bomba inyección
hidráulica de control de hélice de paso variable y decidieron fondear en el
lugar. Al día siguiente fueron remolcados y el buque quedó amarrado al muelle.
Un día más tarde desembarcó el Capitán Ginaca y se hizo cargo nuevamente de la
nave del Capitán de Ultramar, Mario Tejera. El Campo Duran con
su nuevo comandante realizó varias tareas más de reabastecimiento a la Flota de
Mar, la última de ellas cumplida en el Golfo San Matías. Al finalizar la guerra
el buque quedó desafectado definitivamente del servicio auxiliar y regresó a
sus trabajos habituales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario