7 de junio de 2014

Las lanchitas de Ingeniero White: Camarón que se duerme

Comentarios: Continuamos publicando “otras” formas de pesca de artículos bajados del portal REVISTA PUERTO.

Cuentan de modalidades que tal vez más de uno desconoce.

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Texto Guillermo Nahum, Fotos: Guillermo Nahum y Diego Izquierdo
Esta es la primera oportunidad en que visitamos Bahía Blanca a pesar de que, viviendo en Mar del Plata y viajando asiduamente a la Patagonia, está a mitad del camino que siempre recorremos.

Pero esta vez decidimos entrar al puerto de Ingeniero White, “Guaite” para los lugareños, y conocer cómo trabaja una pequeña flota de lanchas amarillas dedicadas a la pesca del camarón y el langostino.

La ciudad de Bahía Blanca no ha sido muy favorecida por aquellos beneficios recreativos que implica el vivir frente al mar. Por el contrario, desde Puerto Rosales, al norte, hasta el fin del propio partido bahiense, las costas están atestadas de urbanismo e industria: establecimientos petroquímicos, cerealeros y militares, entre otros, han conseguido que, a pesar de ser una gran ciudad con una extensa costa, no haya un solo sitio desde donde ver el mar.


La reducida flota del lugar, gracias al peso de su historia, ha logrado mantener un pequeño espacio dentro de un puerto atestado de gigantescas maquinarias industriales, barcos enormes, humo, fuego y chimeneas.



La tradicional flota amarilla bahiense trabaja en la zona desde la primera mitad del siglo pasado históricamente estuvo compuesta por alrededor de 50 lanchas de entre 12 y 15 metros de eslora. Sin embargo, en los últimos años y sin que se sepa bien con qué criterio, la Provincia de Buenos Aires siguió emitiendo nuevas licencias y hoy la cantidad de embarcaciones autorizadas a operar en la zona duplica a la histórica, entre lanchas amarillas y pequeños botes con motor fuera de borda, o directamente a remo. Sumado al aumento de la flota, uno de los principales problemas de los pescadores del lugar radica en que debido a una cuestionable decisión de las autoridades provinciales han sido acotadas las áreas donde aquéllos pueden operar.

La pesca de langostino y camarón se realiza desde principios de diciembre hasta mediados de junio, momento en que se suspende para retomarla cerca del diez de agosto y hasta los primeros días de noviembre. Durante el resto del año siempre se alternó entre la captura de gatuzo, pescadilla y corvina; pero últimamente, según los pescadores del lugar, la pescadilla desapareció, corvina hay poco y nada y gatuzo, alguno que otro de vez en cuando. “La flota marplatense ha ido dejando sin pescado a esta zona, porque pesca prácticamente en la playa y hace un desastre. Los controles son ineficientes y las sanciones no existen; los funcionarios provinciales cajonean todo. De claromecó a Bahía hay algo de vigilancia, pero del Faro Rincón a San Blas no hay nada; ahí se mete todo el mundo. En los últimos años cada vez hay más flota en la zona y cada vez menos pescado”, cuenta Enrique Russo, oriundo de White, patrón de la lancha Giardini y tercera generación de pescadores.

El arte de pesca que se usa por aquí es distinta a la que se utiliza en el resto de las pesquerías que conocimos. Aquí las lanchas no arrastran ni individualmente ni en parejas: se trabaja con la fuerza de las aguas por influjo de las mareas. Cada lancha transporta unas dieciocho a veinte anclas a las que, de a pares, se les adicionan unas redes similares a las que se utilizan para arrastre. En el fondo, éstas van aprisionando los crustáceos y los peces que, arrastrados por la marea, quedan atrapados.


La Giardini trabaja con nueve redes y dieciocho anclas, de unos noventa kilos cada una. Toda la maniobra de colocar las anclas, redes, lastres, flotadores y demás se hace a mano cuando la marea está por subir; los marineros se trasladan y trabajan en dos canoas con pequeños motores fuera de borda. Luego se vuelve a la lancha a esperar que la naturaleza haga su parte mientras se alista todo lo necesario para recoger las redes al finalizar la creciente. Este año, al igual que en otras pesquerías similares, las capturas están siendo bastante escasas y ese día la pesca de langostino fue mínima en comparación con la captura incidental. Debido a ello no se repitió la maniobra de pesca en próximas mareas sino que el patrón decidió trabajar sólo una creciente y regresar a puerto. Habremos traído unos setenta kilos de langostino grande, otro tanto entre langostino chico y camarón y unos treinta kilos de pejerrey. El langostino grande se vende de ocho a diez pesos el kilo; el chiquito entre tres con cincuenta y cuatro pesos y el pejerrey se distribuyó entre la tripulación. El reparto de las ganancias es bajo el tradicional sistema “a la parte” y la remuneración fluctúa como el recurso; pero, más o menos, a lo largo del año un marinero promedia un ingreso mensual de entre mil quiniento y dos mil pesos. Ese día, en la Giardini, salieron al mar cinco marineros y el patrón.


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