17 de julio de 2014

Las noticias y los escribientes o transmisores de las novedades.


Opinión de Claudio Cardinali

Se dice que aquel que escribe artículos o ideas debería ser  un espía al servicio de los que leen o escuchan esa publicación, y desde esa alerta el lector se pone a investigar para ver “que pasa”.

El periodista y columnista polaco Ryszard Kapucinski escribió al respecto: "Es el que no muestra tan sólo a las cucarachas en el piso, sino el que señala dónde se esconden y que se puede hacer".

El que escribe o publica para informar debería tomar distancia de ciertos estilos narcisistas, no debería ser parte de un circo para “cholulear” o actuar exhibiéndose para la fotografía, ni tampoco ser una asesoría para dirigentes ineptos o vacilantes, menos aun acercarse al chauvinismo en la retorica construyendo argumentos falsos,  que no existen,  para persuadir mediante la utilización de sentimientos.


Debe brindar una herramienta para pensar, para crear, para ayudar al hombre común, como él, en su combate por una vida más digna y menos injusta y si es en el plano laboral para lograr en sus pares el trabajo digno y decente, buscando lograr ni más ni menos entre otras cosas: facultades para transigir y conciliar sobre derechos inciertos y discutibles; y mostrar, desde sus conocimientos, situaciones más favorables  al trabajador en caso de duda en la aplicación e interpretación de las fuentes formales de derecho.

También se dice que no se puede ser servil a ninguna gestión, ni mensajero de comunicados para mostrarse cada vez que se da la oportunidad, ni simple observador con ausencia de conocimientos y compromisos verdaderos, ni dejar de cuestionar, cuando fuera necesario, los actos del sistema. Quien no critica, quien no señala errores sin expresar como poder modificarlos tiende a convertirse en un empleado de ese medio sin voluntad verdadera de cambios.

La información de las cosas que los entes creen que están  “buenas” no cabe dudas que seguramente serán difundidas por medio de su sistema.

Esta en quien la recibe, conociendo el “paño” o investigando, calificarla, aceptarla, cuestionarla, o desmentirla  brindando  fundamentos concretos,  dejando de lado los sentimientos en los relatos, que si bien son parte de nuestra ser, estos pueden diferir entre las personas y no serán objetivos.

La ecuación es sencilla: si uno es crítico, le depara un camino de “explicaciones”,  aportar documentos y datos comprobables, (que no es un escollo a veces), en cambio, el que se "vende" o alquila, según la ocasión será “amigos” de todos, no tendrá que dar explicaciones, con solo la sarasa y a veces el silencio generalmente basta. Obviamente, ambos creen lo que hacen,  pero los intereses son opuestos.

Finalmente los lectores deberán elegir también en forma crítica e imparcial las distintas versiones que le llegan, sopesando cual es la más apta para el colectivo, (y para uno también), sin este “estudio”, haciéndole el caldo gordo al que quiere cuidar el quiosquito personal, ese “bondi” lo toma solo uno.


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