Comentarios. Bajado de Nuestro Mar.
Cada tanto recibimos críticas de amigos que
dicen que le damos mucho espacio a la historia. Disculpen por insistir, pero es
necesario tener siempre presente la historia porque los hechos se repiten, a
veces con mínimas variantes. Con tantos años de humanidad es presuntuoso pensar
que algo sucede por primera vez, a lo sumo no lo sabíamos.
Esta historia de tensiones, usurpaciones y
el uso de la fuerza por encima de cualquier derecho, no deja de sorprender.
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Hace más de 60 años, un conflicto
entre fuerzas británicas, argentinas y
chilenas estuvo a punto de quebrar la paz del continente blanco.
Fontana expuso recientemente sus
investigaciones en el XIII° Encuentro de
Historiadores Antárticos Latinoamericanos en Ushuaia organizado por el
Museo Marítimo de esa ciudad y la Comisión Antártica de Tierra del Fuego. Entre
los aspecto más novedosos de su trabajo destaca el peso que atribuye a las
acciones del Tercer Reich en la Antártida como detonante del período de
conflicto. Y el postulado según el cual la Operación
Tabarin, una acción militar británica de carácter secreto entre 1943 y 1945, no
tuvo como objetivo (como oficialmente se sostuvo) defenderse de los alemanes,
sino evitar la presencia argentina en la Antártida.
Aquella campaña del nazismo
obedecía a un doble propósito: geoestratégico y económico. Alemania, que había
perdido sus colonias en la Primera Guerra Mundial y con ellas sus principales
fuentes de grasas animales, consumía en los años 30 la mitad de la producción
mundial de aceite de ballena. En 1935, a dos años de la asunción del gobierno
nacionalsocialista, se creó una flota ballenera que en 1936 zarpaba desde
Hamburgo hacia la Antártida logrando economizar el 30% del consumo de margarina
y el 8% de grasas.
La campaña de 1938/39, ya en medio de un clima de guerra, apuntó a
sentar las bases para la obtención de un territorio antártico alemán donde
poder obtener ballenas sin pagar impuestos y contar con un punto de gran
importancia geopolítica. El interés se centraría en el Territorio de la Reina
Maud, despertando las quejas inmediatas de Noruega, Gran Bretaña y Australia,
desoídas por los alemanes. El estallido de la guerra obligó a cancelar la
siguiente parte del plan, de instalar una base alemana permanente en la
Antártida. Con todo, durante la Segunda Guerra distintos barcos alemanes
concretaron misiones en la Antártida. Entre ellos, los corsarios: buques
mercantes transformados en interceptores artillados de balleneros de otras
naciones.
Las campañas alemanas, el estallido
de la guerra y el accionar de los corsarios
nazis provocaron una fuerte avanzada británica en sus reclamos
territoriales, que iba a colisionar con los reclamos de soberanía del gobierno
argentino, con presencia en la zona desde 1904, y también con los del gobierno
chileno.
Las primeras diferencias entre
argentinos y británicos se basaron en cuestiones cartográficas. A partir de
estas disputas, los argentinos reforzaron sus reclamos a través de expediciones
a los sectores en discusión: en 1942 la campaña antártica incluyó el
jalonamiento de puntos en conflicto con objetos como banderas, faros, balizas y
material de estudio. Todos estos elementos fueron retirados un año más tarde
por fuerzas británicas que los reemplazaron por otros similares, pero propios. En la siguiente campaña antártica
argentina, los buques serían escoltados a distancia prudencial por naves
británicas que los tuvieron “a tiro de cañón” durante toda su travesía. A
pesar de eso, retiraron elementos ingleses y colocaron en su lugar otros
argentinos.
Según Fontana, “alarmado por las
actividades argentinas, el gobierno británico respondió con la operación
Tabarin (1943/1945), una acción militar secreta que consistió en el patrullaje
de la península Antártica y de las islas adyacentes además de la instalación de
cuatro bases permanentes en la región”. La operación fue llevada a cabo por el
almirantazgo bajo la orden de la Colonial Office con el argumento de evitar la
utilización de puertos antárticos por parte de buques alemanes. Sin embargo,
apunta el autor, buscaba cumplir el requisito legal de ‘ocupación efectiva’, el
cual sería útil si la disputa con los argentinos se sometía a arbitraje.
Con el fin de la guerra las
tensiones llegaron a su punto máximo. La
Operación Tabarin continuó bajo el nombre de “Falkland Islands Dependencies
Survey” y se produjo el mayor despliegue militar de toda la historia
antártica.
La emisión de sellos postales británicos con la península Antártica
bajo el título de Falkland Islands Dependencies y la consiguiente protesta
de la cancillería argentina; la instalación de bases de ambos países en puntos
estratégicamente sensibles para el otro y el episodio del barco argentino “Fournier” –que presentó conflictos de
asentamiento con los británicos– fueron algunos de los hechos que generaron
tensión. La decisión de Perón de reforzar la presencia militar en la zona en
1947/48 llevó al gobierno británico a “discutir la posibilidad de expulsar a
las dotaciones argentinas utilizando a las fuerzas armadas, mientras el
Departamento de Estado estadounidense temía que estallara un conflicto armado
entre los tres países implicados”, dice Fontana.
En 1948, Perón envió a la flota de mar a la Antártida mientras los
cancilleres argentino y chileno mandaban notas a los servicios diplomáticos
británicos en las que consideraban ilegítima la soberanía británica en el
sector antártico de ambos países.
La firma de un acuerdo naval entre
los tres gobiernos en pugna, en el que se proponían no enviar a la zona en
discusión naves mayores a una fragata ni hacer demostraciones navales al sur
del paralelo ‘60, contribuyó a bajar la tensión. Esa tregua antártica,
renovable anualmente, posibilitó una tensa convivencia.
Sólo la firma del Tratado Antártico, en 1959, terminaría
definitivamente con el mayor período de tensiones entre argentinos, británicos
y chilenos en la historia del continente blanco.
Por Omar Giménez
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