Comentario: Otra nota bajada de la página española www.atmosferis.com. Esta nota es
interesante en varios sentidos.
Primero, impresiona la magnitud de la
industria naval norteamericana y de los efectos económicos y de generación de
empleos.
La segunda consideración, es ver la amarga crítica
de estos españoles al confrontar su realidad y la de Europa en general con EEUU.
La tercer consideración y en el orden local:
En estos días hubo un Ciclo en la Liga Naval y la conclusión en el
tema de la Industria Naval, fue reiterar la postura del sector de Comercio
Exterior del diario La Nación: se oponen porque uno de los proyectos
establece: “… la condición del 51% de capital nacional para acceder a los
beneficios…”. Curiosa postura de pelear por los beneficios para
empresas con capital mayoritariamente extranjero.
Debo suponer que cuando trataron el tema de la Industria Naval habrán
dicho otras cosas, pero me remito a lo publicado.
Por último, Cesar Briartore desde su blog “El obrero naval” tiene una
larga lista de reclamos, con la cual tenemos algunas discrepancias, pero así y todo, el suyo
es un análisis más interesante. Al final de esta nota el enlace.
Los diferentes artículos del diario La Nación y coincidentemente de la
Liga Naval, los pueden encontrar en muchos sitios, por eso carece de sentido
subirlos.
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El American Maritime Partnership (AMP), voz de la industria
marítima estadounidense, en reunión ayer con el Shipbuilders Council of America
(SCA) junto con un senador y dos congresistas, destacaron como dentro de los ya
grandes datos de la industria de construcción naval estadounidense, el
estado de Virginia lideraba al país con una generación de 63,650 empleos,
superando con creces las cifras de cualquier otro estado.
Estos trabajos inyectan más de 5.500 millones de dólares
brutos en la economía de Virginia cada año.
Y es que en EEUU no solo se construyen los mayores y más
sofisticados buques militares, estatales y científicos del mundo, si no que su
gran número solo acompaña de lejos al de la construcción comercial y privada.
EEUU mantiene en pabellón propio más de 40.000 buques
comerciales.
A lo largo de todo el país, la industria naval genera más
de 478.000 empleos, volcando 92.500 millones de dólares anuales en la economía
nacional, en lo que pudo calcular
PricewaterhouseCoopers en un estudio realizado para el Instituto del
Transporte. (2014)
Unas cifras que no son baladí, ni de las que se maquillan
mientras se pierde dinero, si no que producen 29.000 millones de dólares en
salarios, principalmente en la industria privada, con un inicio y un fin
privados, ingresando 10.000 millones anuales en los fondos del estado.
Y es que, si bien el gobierno federal de EEUU es un gran
cliente, principalmente desde las instituciones
de la Marina, la Armada y la Guardia Costera, su cartera de pedidos
conjunta en datos conocidos de 2011 no superó el 1% del volumen de negocio en
la construcción naval nacional. Durante este tiempo, la construcción naval
privada creó 107.204 empleos directos, sin trucos, con una generación de
capital laboral de 7.900 millones $, resultando una vez más de forma directa en
un PIB cercano a 10.000 millones $. Nada menos que un 0,9 % del PIB total en
España (2011).
Debe insistirse que son cifras directas, sin trucos. Puesto
que si se habla del conjunto de la economía de la construcción naval, la generación
de empleo directo e indirecto suma 402.010 contratos para este mismo
periodo, cerca de 24.000 millones $ de capital laboral, y 36.000 millones $ de
PIB asociado. Con estas cifras ya se habla de un 3,5% del PIB total español
(2011).
Actualmente existen cerca de 117 astilleros en EEUU (2011)
clasificados como constructores navales activos, y recálquese
“constructor”, y recálquese “naval”, puesto que el estudio clasifica otros más
de 200 astilleros que únicamente reparan, o que no tienen su actual
dedicación en los buques.
La reflexión que parece siempre brotar tras conocer y hacer
odiosas comparaciones es; ¿Están las enormes diferencias motivadas por
cualquier suerte de casualidad del destino? ¿Es que en Europa, y más
escandalosamente en España, no tenemos suerte en las negociaciones? ¿Es a caso
falta de mayor inversión en etéreas infraestructuras o astilleros?
Sin embargo, podría hacerse una crítica de amplia
perspectiva, aún a riesgo de que resulte controvertida.
Están desfasados la mayoría de grandes astilleros tradicionales
en España, principalmente por causa de una inercia imparable de décadas de
empleo público, en muchas, muchas ocasiones, de dudosa necesidad. Y no
desfasados en infraestructura, no en capacidades, si no en su capital humano,
en su infinita estructura departamental, en su estructura productiva, y un
largo etcétera asociado al dinero gratis.
Sin embargo existe un cáncer mucho más profundo que la
obsolescencia de la técnica a la ello nos ha arrojado, más allá de la relativa
incapacidad de generar un valor añadido mundialmente competitivo, más allá del
maquillaje de cuentas, más allá de la hipertrofia de las plantillas no
productivas que han acumulado y acumulan de forma directa e indirecta nuestros
más casposos constructores navales a cuenta del rey, más allá del beneficio del
que mutuamente participan muchas de nuestras principales instituciones navales
que siempre inventarán buenas justificaciones para perdurar sus abyectas vidas
apacibles.
El auténtico problema es como la lucha intraeuropea por
escasos contratos de
construcción nos llevan a aceptar políticas de empobrecimiento nacional a costa
de no terminar con la destrucción de tejidos productivos locales de los que
tradicionalmente han vivido y viven comunidades enteras y que no se justifican
sin algún que otro barquito de vez en cuando.
La no existencia de una auténtica Europa federal, de una
economía única, que aplique políticas proteccionistas potentes, que erradique
nuestro proyecto electoralista de aguantar la patata caliente, que liberalice
por completo el mercado interno, e impulse la construcción plenamente privada y
plenamente no financiada con dinero público, comenzando por erradicar los actos
de terrorismo económico que son los escenarios deliberados de competencia desleal
por los que históricamente han atravesado los sectores estratégicos en España y
el resto de naciones europeas.
El problema debe atajarse desde cualquier manifestación que
desde los gobiernos; como desde las instituciones; como desde cualquier dinosaurio
vaya encaminada a mantener el modelo tradicional, este que, por estar agotado,
arroja a todas las nuevas generaciones a poner tierra de por medio.
Queda abierto el debate.
29 marzo, 2014 Enlace: EL OBRERO NAVAL
Agradezco el comentario y sin duda EEUU como potencia industrial conoce el alcance de los beneficios de esta industria. Por otro lado hay que advertir que la industria europea a pesar de sufrir los problemas comunes de la Eurozona, sigue teniendo un nivel sostenido de construcciones y un alto nivel de desarrollo tecnológico que supera por mucho al alcanzado en América Latina. Para completar el cuadro, en Chile, Brasil y Uruguay hay un buen desarrollo en marcos asociativos. En definitiva y con esto termino, los que estamos a contramano del mundo somos nosotros que desmantelamos nuestra Marina Mercante, no logramos retener en el sector a la mano de obra especializada y seguimos atrapados en debates oportunistas. Debemos dar vuelta la pagina de la nostalgia y lograr un entendimiento defiinitivo que esta industria es una necesidad macro económica y estratégica. La legislación es urgente para impulsar el sector, pero antes hay que superar las mezquindades sectoriales, agrandar las mesas de discusión y pasar de una vez a la acción. Saludos.
ResponderEliminarCoincido en que hay que dejar la nostalgia de lado, pero además nadie quiere arriesgar su quiosco o su empresa en una apuesta a algo más grande y entonces todos de alguna manera terminan conspirando para que todo siga igual que en esencia es hacerle el juego a quienes se están llevando nuestra producción y evitando la posibilidad de reinstalar la industria naval.
ResponderEliminarHace falta una decisión política, pero suponiendo que a los políticos les interese el tema, tal vez visualizan nuestra incapacidad para presionar y entonces prefieren no meterse. Cualquier cambio económico implica confrontar.
Un abrazo, Eduardo Canon