25 de abril de 2025

Juan Sasturain en la inauguración de la Feria del Libro

Extracto del discurso de Juan Sasturain en la inauguración de la Feria del Libro

Al final el enlace al texto completo

 

El Mal de Bierce es una enfermedad social, degenerativa, que consiste en la paulatina pérdida de la vergüenza. El paciente, como quien pierde el pelo, pierde peso, pierde la memoria, pierde un dedo o pierde la calma, pierde la vergüenza. No hay referencia precisa a su origen ni hay una historia confiable del mal, que parece antiguo aunque nunca estudiado en su especificidad.

 

                                                  Foto de INFOBAE

Hay evidencias, sí, de su acelerada expansión en estos últimos tiempos, sobre todo a partir de la pandemia. El mal de Bierce_, lamentablemente, es muy contagioso y no hay vacuna. Tampoco hay en curso investigaciones serias para conjurar su expansión. Acaso se deba a su capacidad de enmascaramiento o por la naturalización de los síntomas, no percibidos siquiera como anomalías de conducta: el enfermo del Mal de Bierce – habitualmente omnipotente y poderoso- no se percibe enfermo. Lo detectan y padecen los demás.

Es por eso fundamental, en esta etapa crítica, el diagnóstico precoz del posible sin vergüenza. Está en cuestión, a la larga o a la corta, la supervivencia misma del tejido social. Es cuestión de estar atentos ante los demás pero también ante el espejo.

Esos primeros síntomas son, entre varios, la pérdida de la capacidad de empatía, progresiva indiferencia hacia el otro que deriva hasta el no registro y el abandono, la pérdida progresiva de todo tipo de sensibilidad social, el desconocimiento del prójimo.

Otro síntoma es la agresividad creciente, en el registro verbal a través del insulto y la descalificación, el repertorio gestual y en el protagonismo en episodios de violencia física concreta. El enfermo del Mal de Bierce convierte a los demás en blancos móviles de sus descargas furiosas.

Un tercer síntoma es la flagrante irresponsabilidad. El enfermo del Mal de Bierce obra y decide sin tener en cuenta las consecuencias, a menudo trágicas, de sus actos. No menos significativo es un síntoma clásico y fácil de percibir, por lo aparatoso: la megalomanía y la consecuente arrogancia. Lindante con el ridículo, este síntoma requiere, para ser neutralizado, una ineludible colaboración del paciente. No es fácil, por supuesto. Acaso imposible. El enfermo del Mal de Bierce está imposibilitado para una autopercepción objetiva. Eso le impide por ejemplo, darse cuenta de su ignorancia (lo que no sabe o sabe mal) o su inconsecuencia (decir hoy lo contrario de ayer o mañana sin aparente contradicción). 

Por último, la víctima (porque aunque su soberbia no lo admita, lo es) enferma del Mal de Bierce padece de una penosa tendencia a la confusión conceptual. Así, en términos de la vida en comunidad confundirá la Patria con una empresa, el Estado presente con un árbitro ciego, los escrúpulos con una isla griega y –según la definición del sabio Gila-, la Economía con la econosuya.

Resumiendo, cabe estar atentos todos a la aparición –enfrente, a nuestro lado o en el espejo personal- de cualquiera de estos síntomas lamentablemente generalizados. Y obrar en consecuencia, antes de que sea tarde. Mientras sintamos vergüenza habrá esperanza para todos y cada uno.

La vergüenza es salud.

Brindemos por eso.

Salud.

Buenas tardes.

Texto completo en:    INFOBAE

 

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