A. Becquer Casaballe.
Parece que la leyenda de que cambiar
el nombre a un barco trae mala suerte empezó a difundirse en el siglo XVII,
durante el máximo esplendor de los piratas -los auténticos-, pues era
-normalmente- gente inculta y supersticiosa, y si mantenían el nombre de los barcos que secuestraban era más fácil
identificarlos cuando arribaban a un puerto.
A muchos de los más célebres barcos de la historia se les ha cambiado
el nombre y no por ello su suerte se convirtió en desgracia.
El mito de que cambiarle el
nombre a un bajel podría traer mala suerte está muy extendido en la náutica deportiva pero, en las marinas de
guerra y las empresas navieras del todo el mundo es desestimado de forma
absoluta y ningún capitán que se precie de tal podría hacer una afirmación tan
banal como estúpida.
Barcos como el "Golden
Hind" de Sir Francis Drake había sido bautizado en grada como
"Pelican" y con ese nombre navegó hasta cruzar el estrecho de
Magallanes. El no menos célebre HMS Bounty,
del capitán Willian Bligh, se llamaba "Bethia".
También nos podríamos sorprender que la não "Santa María", capitana de
Cristóbal Colón, había sido rebautizada
por sus tripulantes con el nombre de "La Gallega " y que
otros la apodaban "La
Galante " y que además la carabela al modo de Andalucía
"La Niña " se llamaba en realidad "Santa Clara".
El ketch "Dr. Bernardo
Houssay", que pareciera estar descansando el sueño de los justos
después de haber navegado miles de millas y haberse comprobado a bordo del mismo
la teoría de la separación de los continentes, de tener algo de veracidad
aquella afirmación de que cambiarle el nombre trae mala suerte se tendría que
haber naufragado o incendiado por lo menos dos veces, ya que su nombre original
era "Atlantis", luego al
ser adquirido por la
Argentina en la década del 60 pasó a llamarse "El Austral" y hace pocos años tomó
su actual nombre. ¡Padeció nada menos que dos cambios de nombre!
No mencionemos a los buques de la Armada , que, cuando son
adquiridos de segunda mano, se les cambia el nombre. Y esto ha sido desde
los comienzos.
La no menos célebre fragata Hércules del teniente coronel de marina
Guillermo Brown había sido un barco norteamericano que por entonces navegaba
bajo pabellón ruso, desconociéndose su nombre original. "La
Argentina ",
que al mando de Hipólito Bouchard en su travesía de corso fue el primer barco
de bandera Argentina en dar la vuelta al mundo había sido el mercante "La Consecuencia "
y otro no menos célebre barco, "La Heroína ", había sido el "Braak" de
bandera francesa.
Otro de los recordados barcos de Brown, la fragata "25 de Mayo" había sido "El
Comercio de Lima". Todos recordarán su gloriosa acción en el Combate de
Quilmes.
Luis Piedrabuena, de quien nadie puede dudar sobre sus
dotes de marino y uno de los grandes defensores de las tradiciones marineras,
le cambió el nombre a su goleta "Nancy"
muchos años después de haberla botado, poniéndole "Espora" en homenaje a ese otro gran marino argentino de las
luchas de la independencia. Fue justamente con
los restos de la "Espora", tras el naufragio, que construyó en Isla de los Estados el cuter
Luisito. El velero "Eagle" de la Guardia Costera de
los EE.UU. no es otro que el "Horst Wessel" alemán, tomado como botín
de guerra en 1945.
La lista de grandes barcos cuyos nombres les ha sido cambiado sería
realmente interminable, desde los tiempos de Colón hasta nuestros días.
Sin embargo, la creencia estaba muy arraigada entre los marineros,
personas que eran muy ignorantes y cuyo nivel era el más bajo de la sociedad.
La tripulación del Bounty,
por ejemplo, se negó a cambiarle el nombre cuando el teniente Christian Fletcher se los
propuso para evadir la encarnizada persecución que les inició su comandante, el
capitán William Bligh, prefiriendo el
riesgo de ser atrapados a desatar la ira de los dioses, cuyos castigos temían
como más horrendos que la horca que les esperaba por haberse amotinado.
Recordemos que la tripulación del Bounty, con el teniente Fletcher a la cabeza,
se amotinó en el Pacífico occidental luego que el despótico y cruel capitán
Bligh los sometiera a infortunios para conservar el árbol del pan, en abril de
1789.
¿Por qué, entonces, muchos aún insisten en sostener semejante patraña,
que no tiene el más mínimo asidero, tanto desde la razón como de la historia? Según parece -y sobre esto no habría
pruebas concluyentes-, la creencia de
que cambiarle el nombre a un barco trae mala suerte fue difundida entre la
marinería por la Royal Navy
a lo largo del siglo XVIII, cuando se hizo muy incipiente la piratería.
De esa manera, a los buques ingleses les resultaba más fácil seguirle
la estela a los barcos capturados por los piratas ya que de puerto en puerto
iban dejando la memoria de su nombre y, con ello, el cerco podría irse cerrando
de manera inexorable.
Origen del texto: ORIGINAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario