22 de octubre de 2013

Tres pinchazos para terminar con la hepatitis B.

Comentario. Vacunarse contra la hepatitis B debería ser obligatoria para los marinos mercantes. Unas pocas empresas lo tienen implementado.

La Argentina es, desde 2012, el único país latinoamericano donde la vacuna contra la hepatitis B es universal, para todas las edades. La vacunación obligatoria en niños logró una reducción drástica entre quienes tienen menos de 21 años.


Es como si se hubiera descubierto la vacuna contra el sida y se ofreciera gratis pero muchos, por desconocimiento o distracción, no se la aplicaran: en la Argentina, desde hace más de un año, se ofrece a todos los adultos la vacuna contra la hepatitis B –que se transmite por vía sexual, es hasta cien veces más contagiosa que el VIH/sida y puede conducir a la cirrosis y el cáncer de hígado–, pero “la demanda es claramente subóptima”, según la terminología utilizada desde el Ministerio de Salud para advertir que, hasta ahora, sólo se administró menos de un tercio de las dosis adquiridas. En cambio, entre los jóvenes de hasta 20 o 21 años la incidencia de la enfermedad cayó, a causa de la incorporación de la vacuna, desde hace varios años, al calendario de inmunización en la infancia. Algo parecido sucedió con la hepatitis A, desde que en 2005 se implantó la vacunación para toda la población infantil. La Organización Mundial de la Salud hizo un llamado para “tomar medidas contra la hepatitis”, que en sus cinco formas causa casi un millón y medio de muertes al año en el mundo pese a que “puede ser controlada con medidas simples”.

Desde el 28 de julio de 2012, la Argentina se convirtió en el primer país latinoamericano en disponer la vacunación universal contra la hepatitis B, independientemente de la edad –recordó Carla Vizzotti, directora del Programa Nacional de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles del Ministerio de Salud de la Nación–. Se aplican tres dosis: la segunda, un mes después de la primera, y la tercera a los seis meses. Pero –aclaró la funcionaria– ése es sólo el intervalo mínimo: si alguien recibió una o dos aplicaciones y dejó pasar más tiempo, no hace falta que reinicie la serie y alcanza con que se aplique las dosis faltantes. O bien, si alguien no está seguro de haber recibido alguna dosis de esta vacuna, no hay perjuicio en que se aplique las tres dosis.” Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la vacuna contra la hepatitis B es el principal pilar de la prevención de esta enfermedad; es eficaz en más del 95 por ciento de los casos; la protección dura al menos 20 años y posiblemente persiste toda la vida”.

Sin embargo, advirtió Vizzotti, “la demanda de la vacuna en adultos es claramente subóptima: la Argentina adquirió 18 millones de dosis, correspondientes a seis millones de esquemas de vacunación, y hasta ahora se aplicaron alrededor de cinco millones de esas dosis. La vacuna debe estar disponible en todas las provincias, en todos los hospitales y centros de vacunación; es necesario que todos los equipos y profesionales de la salud lo tengan presente y que la población se entere, para que realmente demande la vacuna”. La funcionaria destacó que “el diez por ciento de los casos de hepatitis B evoluciona a hepatitis crónica; de éstos, el 30 por ciento conduce a cirrosis, que a su vez puede evolucionar a cáncer de hígado. Se estima que el dos por ciento de la población argentina puede haber tenido contacto con el virus de la hepatitis B, lo cual hace un total de 800 mil personas”.

La población que sí está protegida es la de los niños y jóvenes de hasta 20 años que cumplieron con el calendario de vacunación: “El recién nacido recibe la primera dosis dentro de las 12 horas de vida, para disminuir el riesgo de contagio en el canal de parto si la mamá estuviera infectada; después, a los dos, cuatro y seis meses, como parte de la vacuna quíntuple –precisó Vizzotti–. Este esquema se aplica desde el año 2000 y, desde 2003, los chicos de 11 años que no completaron el esquema también reciben la vacuna. Por eso la generación de chicos de hasta 20 o 21 años ya está vacunada o tendría que estarlo, y efectivamente vemos que los casos de hepatitis B han caído en los jóvenes de esa edad. Pero no todavía entre los adultos.”

Según la información oficial de la OMS, “el virus de la hepatitis B (VHB) se transmite por contacto directo de sangre a sangre o a través del semen o las secreciones vaginales de una persona infectada. Los modos de transmisión son los mismos que los del VIH, pero el VHB es entre 50 y 100 veces más infeccioso. A diferencia del VIH, el VHB puede sobrevivir fuera del organismo durante siete días como mínimo, y en ese lapso todavía puede causar infección si penetra en el organismo de una persona no protegida por la vacuna”. En cambio, “el VHB no se transmite por alimentos o agua contaminados, y tampoco en contactos ocasionales en el lugar de trabajo”, aclara la OMS, y puntualiza que “el período de incubación medio es de 90 días, pero oscila entre 30 y 180. El virus se puede detectar a los 30-60 días de la infección”. Además, “otras acciones importantes para cortar la transmisión de la hepatitis B incluyen no compartir cepillos de dientes, cortauñas o agujas, y el uso de preservativo, que también previene otras infecciones de transmisión sexual”.

Rafael Mazin, asesor principal en hepatitis, VIH y enfermedades de transmisión sexual de la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS), señaló que “hay poblaciones que estadísticamente pueden tener más riesgo de exposición al VHB: personas que hacen trabajo sexual, hombres que tienen sexo con hombres, mujeres trans y usuarios de drogas inyectables o no inyectables, ya que estas últimas pueden facilitar la aparición de conductas de riesgo; también los profesionales de la salud, especialmente en urgencias, cirugía y traumatología; y suele dejarse de lado el riesgo para los estudiantes de medicina u otras carreras, que, en sus prácticas clínicas, pueden pincharse y exponerse a fluidos contaminados”. De todos modos –subrayó Vizzotti–, “la hepatitis B, como cualquier enfermedad de transmisión sexual, puede afectar a cualquiera. Defendemos la vacunación universal en el marco de desestigmatizar estas enfermedades: el estigma supone que le va a pasar a otro, no a uno, y lleva a disminuir los cuidados”.


Por Pedro Lipcovich/Pagina 12 del 18 de octubre de 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario