“TIERRA DEL FUEGO II”
Jorge Muñoz: Misión Cumplida
Para el tiempo del conflicto
de Malvinas, al carecer Argentina de recursos de avanzada tecnología para
elaborar su Inteligencia, como aquellos que pueden brindar las imágenes
satelitales, o los que provienen de la observación de sumergibles de alta
performance, dependió, prioritariamente, a los efectos de verificar la
dimensión, posición y curso de la Flota inglesa, de los avistajes que pudieran
hacer sus propios buques y aviones.
En cuanto a las informaciones relacionadas con lo que sucedía en la Isla Ascensión,
principal base de apoyo logístico de la Fuerza de Tareas británica, en los
prolegómenos de la contienda, dichos datos se obtuvieron mediante fotografías y
grabaciones logradas en una atrevida y riesgosa incursión del buque
mercante Río de la Plata.
El resto de la información anticipada al grueso de la
escuadra inglesa, que navegaba en algún lugar del Atlántico, se llegó a obtener
por medio de un Grupo de Tareas establecido a partir del 20 de abril bajo
control de la Jefatura de Inteligencia Naval. El primero de sus componentes fue
un avión Boeing 707 de la Fuerza Aérea Argentina, con tripulación propia y
personal técnico de la Armada , que sobrevoló reiteradamente a la “Taske
Force”, hasta localizar claramente a sus dos portaaviones, los buques escolta y
otras naves de apoyo. El segundo elemento destinado a tareas de búsqueda y
localización lo compuso el buque carguero ELMA Tierra del Fuego IIy
un tercer componente de exploración e intercepción, estuvo integrado por tres
pesqueros de altura: Usurbil, María Luisa y Mar Azul.
Este tipo de avistajes por parte de los aviones y naves argentinas de
reconocimiento, puso muy molestos a los integrantes de la Fuerza de Tareas
inglesa, quienes trataron por todos los medios de evitar ser localizados. Pero
si bien ese empeño por parte de los británicos, se vio dificultado pues, al
parecer, hasta ese momento no tenían autorización de atacar a barcos mercantes
o aeronaves civiles no artilladas para no crear un incidente internacional, mas
tarde cuando una orden los liberó de esa restricción atacaron con mísiles al
avión Boeing y también a un pesquero de observación (el Narwal) al
que hundieron produciendo la muerte de uno de sus tripulantes.
Pero antes de referirnos al Tierra del Fuego II, cuya acción se
desarrolla durante la guerra de Malvinas, vamos a retroceder uno años para
relatar brevemente la participación que le cupo al mercante Río Iguazú en
el conflicto del Canal de Beagle y vinculando a ambos barcos, la historia de un
marino mercante que se presentó voluntariamente para cumplir riesgosas misiones
en tiempos de difícil trance para la Nación, el Capitán de Ultramar,
Héctor Curriá.
A fines del año 1978, Argentina y Chile se encontraban al borde de un
enfrentamiento armado a raíz del controvertido diferendo por el dominio del
Canal de Beagle y sus estratégicas islas: Picton, Lenox y Nueva.
Previo al desplazamiento de los efectivos de nuestras Fuerzas Armadas sobre la
línea de frontera y sus adyacencias con el país trasandino, se dispuso enviar
por agua, todo aquello que por sus dimensiones no resultara conveniente fuera
trasladado por medios terrestres o aéreos.
En esa oportunidad nuestros mandos militares solicitaron de la Empresa Estatal
de navegación ELMA, un buque de carga para transportar material bélico desde
Santa Fé hasta un puerto patagónico. Para ese cometido fue designado el
carguero Río Iguazú que en esos momentos tenía incompleta su
tripulación. Al requerir la empresa, entre su personal, la necesidad de
tripulantes para ese barco, Curriá se presentó en forma voluntaria y quedó
incorporado como Primer Oficial.
Este brillante marino egresado de la Escuela Nacional de Náutica, “Manuel
Belgrano” y de la Universidad de la Marina Mercante , se había desarrollado
profesionalmente basándose en una intensa práctica a bordo de buques de nuestra
flota, función ésta que lo llevó a ser considerado, en su momento, entre los
más destacados capitanes de ultramar de ELMA.
Una vez en el puerto de Santa Fé, ingresaron en el Río Iguazú:
tanques de guerra, vehículos todo terreno UNIMOG y camiones térmicos que
portaban material para la construcción de pistas de aviación. Completada la
carga, siempre acompañados por personal militar, navegaron hacia el Atlántico
Sur, hasta llegar a Punta Quilla, en la desembocadura del Río Santa Cruz, donde
descargaron los tanques y los UNIMOG. Como el material para las pistas estaba
almacenado en camiones especiales y éstos tendrían que trasbordar para llegar a
la Isla Grande de Tierra del Fuego y después de allí continuar por una ruta
poco conveniente, decidieron llevar dicha carga por el conflictivo Canal de
Beagle, hasta Ushuaia, donde finalmente fue desembarcada.
Al año siguiente, una vez aflojadas las tensiones del diferendo de límites,
cuya controversia quedó zanjada a raíz de una mediación Papal, Curriá, esta vez
como Capitán, volvió con el Río Iguazú a los puertos patagónicos
donde retiró el material bélico y lo trasladó para depositarlo nuevamente en el
puerto de Santa Fé.
El 2 de abril de 1982 con la recuperación de las islas Malvinas, Georgias y
Sándwich del Sur, se produjo en nuestro país un clima de sana coincidencia
entre todos los argentinos, quienes por encima de toda bandería política vieron
aflorar un noble sentimiento de voluntarismo que se vio expresado en el vivo
deseo de una participación activa.
El Capitán Curriá, no permaneció ajeno a esos sentimientos y pese a encontrarse
de licencia también en esta oportunidad se presentó como voluntario, no solo
ante el Gerente de ELMA, Sr. Radivoj, sino también ante el Departamento de
Reserva de la Armada, en su condición de Guardiamarina de Reserva, título que
le correspondía como oficial egresado de la Escuela de Náutica.
No pasaron muchos días antes de que tuviera noticias.
Efectivamente, el día 20 de ese mes, el funcionario de la Empresa naviera
nacional, lo convocó para comunicarle que zarpaba por orden del Comando de la Armada,
para navegar en una misión de carácter secreto en el buque motor Tierra
del Fuego II.
Ese mismo día, luego de notificarse de las órdenes e imponerse de la misión,
Curriá se hizo cargo del barco con una tripulación de 39 hombres, a la cual se
integró en calidad de oficial de enlace de la Armada, el Capitán de Corbeta,
Alberto Valerio Pico.
La misión consistía en trazar un rumbo que lo llevara a una zona del Atlántico
donde hipotéticamente se estaría desplazando hacia Malvinas el grupo de batalla
de la Fuerza de Tareas británica. Una vez tomado contacto con el mismo o con
algunos de sus convoyes generalmente de cinco buques (3 cargueros y dos de guerra),
debían determinar su posición, cantidad de componentes navales, velocidad,
rumbo e informar de ello a los mandos de Inteligencia Naval en Buenos Aires.
A fin de llevar a cabo la misión aparentando estar cumpliendo tareas normales,
para el caso de que fueran interceptados y abordados por Fuerzas británicas,
trazaron una singladura supuestamente creíble, formalizaron manifiestos de
carga de aceite lino que por supuesto no llevaban e inventaron una explicación,
lo más lógica posible, a su desplazamiento en zigzag.
En esas condiciones, con la radio y el radar alertas para la localización
inmediata, se dirigieron zigzagueando con rumbo noroeste. A medida que
avanzaban no solo creció la expectativa sino también el tamaño de las olas y
pese al mal tiempo, que demoraba la marcha y dificultaba la localización
continuaron por varias jornadas en la empeñosa tarea, sin tener contacto con
nave alguna.
Al cabo de seis días de navegación, exactamente el día 26, cuando se
encontraban a dos mil millas de Malvinas y aproximadamente a quinientas de Río
de Janeiro, en posición 40° 00´(S) y 32° 40´ (W), tuvieron, a hora temprana,
las primeras imágenes de radar del núcleo principal de la flota británica que
navegaba en sentido contrario a una distancia menos de veinte millas de la proa
del buque y de su borda de estribor.
Respecto a esos encuentros, el Comandante de la Fuerza de Tareas británica,
Almirante Woodward, escribió en sus memorias que “lamentaba ese tipo de
contactos de superficie, de apenas unas catorce millas de distancia” pues
como bien decía: “eran demasiado cerca y demasiado tarde para poder
evitarlos”.
A bordo del Tierra del Fuego II se vivía un clima especial por
la impactante visión en la pantalla de unos cuarenta puntos luminosos que
identificaban con certeza a otros tantos barcos de diversos portes que se
desplazaban a una velocidad de 15 nudos hacia la zona de Malvinas.
El número de barcos detectados podría haber sido levemente diferente, dado que
como era de rutina en la flota inglesa, cada vez que se topaban con un intruso,
desde dichas naves se arrojaban al aire, partículas metalizadas que formaban
núcleos semi-compactos con objeto de confundir los radares y haciendo que en la
pantalla de éstos, esas nubes metálicas parecieran grandes buques. Esa nube de
señuelos les servía no solo para tratar de atraer un posible misil hacia ese
falso contacto, desviándolo del verdadero blanco, sino también para
sobredimensionar el número de naves.
De todas maneras la tarea exploratoria tuvo éxito y permitió obtener
información temprana, acerca de la cantidad de unidades de superficie que
componían ese grupo de batalla, posición, apreciación sobre derrota y velocidad,
datos estos que fueron establecidos fehacientemente a lo largo de esa media
hora que duró el cruce de contacto radarizado.
En tanto Curriá, efectuaba mediciones trigonométricas y otras comprobaciones
técnicas para determinar la posición exacta; el Capitán, Valerio Pico, en base
a sus conocimientos profesionales, logró cerciorarse acerca de la modalidad de
traslado de la flota, y otros detalles que iban a resultar de suma utilidad
para el desarrollo de la futura batalla aeronaval.
Finalizado el pasaje de la flota británica, el Tierra del Fuego II,
tratando de no despertar sospechas, siguió su rumbo supuesto a marcha normal y
con total silencio de radio.
Cuando habían transcurrido más de doce horas de la localización y se
encontraban a una apreciable cantidad de millas de las naves inglesas, Valerio
Pico dispuso que Curriá enviara un radiograma cifrado a los mando navales
en Buenos Aires, comunicando, en clave, detalladamente, todo lo que habían
llegado a establecer. Una vez recibido el conforme, prosiguieron la marcha en
la misma dirección que llevaban.
Dos días más tarde tuvieron un segundo y conmocionante encuentro. En horas de
la mañana con tiempo calmo y buena visibilidad notaron una señal en el radar
localizada a unas veinte millas de la proa que se dirigía rápidamente hacia
ellos. Al poco tiempo vieron aparecer en el horizonte la silueta de un barco de
mediano porte que se acercó a una distancia menor de una milla, con el cual
sostuvieron un cruce que en término náuticos se denomina “de vuelta encontrada”.
Ambas tripulaciones, sin dispensarse
saludos ni radiales ni por señales, solo se limitaron a observarse mutuamente.
El barco aludido se trataba de una nave de guerra anfibia, con plataforma de
desembarco, que desplazaría unas 10.000 toneladas, de cuya cubierta sobresalían
dos cañones de 4,5 pulgadas. Por su parte el carguero no llevaba bandera
identificatoria y solo se percibían en sus chimeneas los colores nacionales y
el escudo de ELMA.
Como el imprevisto cruce no hacía presagiar nada bueno, el capitán del
mercante, previendo un ataque o en el mejor de los casos un abordaje, ordenó a
su tripulación que se alistara para una evacuación de emergencia.
Todos obedecieron y se ubicaron con sus chalecos salvavidas junto a los botes
dispuestos para una rápida maniobra. Curriá fiel a sus principios no tomó
ningún recaudo especial para consigo y manifestó su propósito, en caso de
evacuación, de no abandonar el barco. Ante tal manifestación el Capitán, Pico,
se le acercó respetuosa pero firmemente para decirle que por su parte iba a
permanecer junto a él bajo cualquier circunstancia. Curriá lo miró fijamente y
luego de agradecerle el gesto le expresó: -“Cuando llegue el momento
voy a decidir qué hacer al respecto, ahora permanezcamos atentos a los
acontecimientos”-. Después de finalizado el cruce durante el cual
ninguna de las dos naves modificó su rumbo ni velocidad, la nave inglesa tomó
dirección sudoeste y se perdió en el horizonte.
Nuestro mercante continuó con el trazado de su derrota como queriendo demostrar
que estaba ajeno a cualquier otra intención que no fuera su tarea específica.
Por otra parte también existía la posibilidad que sus movimientos pudieran
estar observados por medio de satélites y cualquier desviación podría llegar a
evidenciarlos en su verdadera finalidad.
Tras 48 horas de navegación silenciosa donde no se produjeron más novedades y
notando Curriá que las reservas de combustible habían llegado a su límite, con
el margen justo para regresar, emprendió la vuelta al puerto de Buenos Aires
donde llegaron el 8 de mayo.
En agosto de ese mismo año, dos meses depuse de finalizada la guerra, la Armada
Argentina, en una ceremonia especial, otorgó distinciones al personal que por
sus acciones se había destacado en las operaciones cumplidas con motivo del
conflicto.
Entre
otras condecoraciones concedidas a los veteranos de la guerra de Malvinas,
recibieron la medalla “AL ESFUERZO Y ABNEGACIÓN” el Capitán de Corbeta, Alberto
Valerio Pico, “Por su destacada actuación en el Teatro de Operaciones
Atlántico Sur, poniendo de manifiesto un elevado espíritu de sacrificio y
ejecutando misiones de guerra en unidades desprovistas de armamento”. En
esa oportunidad, dando muestras de la nobleza y caballerosidad que suele
caracterizar a los hombres de nuestra Armada, el Capitán, Valerio Pico,
dijo: “No me sentiré honrado hasta que esta condecoración le sea
otorgada al Capitán Curriá”.
Al año siguiente en una ceremonia similar la Armada Argentina le otorgó al
Capitán de Ultramar, Héctor Curriá la condecoración “AL ESFUERZO Y ABNEGACIÓN”.
Más adelante el Capitán Curriá, fue ascendido al grado de Capitán de Corbeta de
la Reserva Naval, otorgándole la condecoración a los “SERVICIOS DISTINGUIDOS”.
Posteriormente otra tradicional entidad castrense, la Orden Ecuestre Militar de
Reserva, honró al marino con la Cruz en el grado de Caballero de
la Guardia Nacional, en premio a sus valiosos servicios a la
Patria.
Curriá siempre ligado a las actividades de las Instituciones Armadas, luego de
cumplir en la Armada el curso correspondiente, fue ascendido a Capitán de
Fragata de la Reserva Naval y nombrado Presidente Honorario del Centro de
Cuadros de Reserva de las Fuerzas Armadas.
“RIO TEUCO”
Uno de los barcos mercante que
cumplió misiones de inteligencia, antes, durante y después de la guerra de
Malvinas fue buque motor de ELMA, Río Teuco. Son numerosas las
constancias donde dicho barco en sus viajes hacia Los Ángeles y San Francisco,
Estados Unidos de Norteamérica, siempre pasando por los canales fueguinos, las
costas y puertos de Chile y otros más al norte fue asignado para hacer
inteligencia en lo que en su momento se dio en llamar “Plan de búsqueda del
Operativo Sur” .
Cuando nos referimos al Río Teuco debemos tener en
cuenta que su comandante era el Capitán de Ultramar Carlos Luis Amato un
veterano del mar quién luego de pasar por la Escuela Naval ingresó en la
Escuela de Náutica en el año 1947. A salir de allí con su título de Piloto
navegó para las empresas Trasatlántica Argentina; Transportes Navales; Navemar;
FANU y posteriormente ELMA.
La Armada Argentina que por su misión era la responsable en cuanto
correspondía al tema naval ante cualquier probable conflicto, llámese estas
islas del Atlántico Sur, Antártida o con Chile por el Canal Beagle, había
estado preparando planes para las Malvinas desde muchos años antes. El
principal ejercicio de planeamiento antes de 1982 fue el que se realizó
cuando aconteció el incidente Shakleton en 1976. Cuando el almirante Jorge Isaac
Anaya tomo el mando de la Armada, en octubre de 1981 ordenó, entre otras
medidas, que se actualizaran los planes de ocupación de Malvinas vigentes desde
1968.
Fue así como desde octubre de 1981 el Río Teuco tuvo
asignada, entre otras misiones, la “búsqueda” hidrográfica sobre faros, boyas,
canales, balizas, sondajes, muelles, recaladas, condiciones de corrientes
o mareas, descripción actualizada de puertos, avistajes de unidades, existencia
de radares, etc. que debía efectuar a lo largo de su itinerario.
El 4 de abril de 1982 el Río Teuco repitió otro de sus
viajes y esta vez con más atención que nunca pues dos días antes se había
iniciado el conflicto Malvinas.
Para ese tiempo, navegando por aguas argentinas, alcanzaron a visualizar
una nave extraña que se encontraba en una zona no habitual para un navío de
guerra y le tomaron una fotografía. Se trataba del destructor ARA Hércules, que
luego de haber intervenido en la recuperación de Malvinas estaba en una
estación de espera. Desde el destructor le enviaron un helicóptero Alouette que
los sobrevoló y desde el cual le arrojaron sobre cubierta un mensaje que
decía “Gracias por su control de tráfico marítimo. Por favor alejarse
de este buque. Fuera del alcance visual. No informar ni comentar nuestro avistaje.
Buen Viaje.”
A
mediados de junio, cuando se cumplía el “cese de fuego” en Malvinas el Río Teuco se
encontraba, de camino a Buenos Aires, en el puerto de Valparaíso. Su estada no
fue desperdiciada y sirvió para comprobar datos que se suponían pero no estaban
confirmados. En esos días habían partido rumbo al norte el mercante
norteamericano Brinton Lykes y el carguero panameño Arica con
tripulación inglesa. El día 19 se pudo establecer que en el muelle 2 el buque
frigorífico Choapa, con matrícula de Monrovia, perteneciente a la
empresa Chilena Sudamericana de Vapores, con oficiales hindúes y tripulación
coreana, transportaba explosivos en la bodega n°1, ocultas debajo de una estiba
de bananas. Dichos explosivos habían sido embarcados en puertos de Estados
Unidos luego de desembarcar una carga de pescado, para después ser cubiertos
con bananas en Ecuador. Posteriormente ese mismo buque navegó delante del Rio
Teuco hasta recalar en Punta Arenas.
Toda esta importante información tuvo su coronación cuando llegaron a
visualizar en los muelles del puerto chileno de Valparaíso una gran cantidad de
contenedores de procedencia U.S.A. los cuales, al saber de los informantes del
lugar, contenían helicópteros desarmados con sus correspondientes repuestos.
Posteriormente se supo por el diario londinense Daily Star que dichos
contenedores serían parte de un envío de helicópteros Sea King “cedidos
temporalmente por el Gobierno Norteamericano al gobierno chileno”.
El 14 de junio de 1982 con el alto el fuego en Puerto Argentino nuestras
tropas debieron volver al territorio continental. El estatus de las islas no
había cambiado y de hecho no habíamos cedido gratuitamente derechos ni
territorios. La guerra no había sido declarada formalmente y por lo tanto no
podía desdeclararse. Ello ocurrió, jurídicamente, con la firma del Tratado de
Paz en Madrid, el 19 de octubre de 1989.
A poco del regreso de todos los prisioneros argentinos de Malvinas, el
Almirante Anaya, que había sido cadete en la Escuela Naval junto al
capitán Amato, ordenó que se previeran incursiones en el límite de la Zona de
Exclusión – de 150 millas-de los aviones de Transporte Aeronavales para que en
sus viajes a Ushuaia se desviarán de su ruta e hicieran un gambito hacia
Malvinas para comprobar el grado de ALERTA en que se encontraban las tropas
británicas. De igual forma el comando naval previó la utilización de buques
mercantes para tratar de verificar la presencia de unidades de la Royal Navy.
Por supuesto todo ello debía mantenerse en secreto para evitar la filtración de
nuestras intenciones.
Fue a raíz de ese cometido que un avión de Transportes Aeronavales al
cumplir una de estas incursiones fue detectado e interceptado por una aeronave
británica en proximidades de las 150 millas de la Zona de Exclusión.
No obstante ello y , sin lugar a dudas, en razón de su vasta experiencia
y eficacia, en octubre de 1982, se le ordenó al Capitán Amato, desde la
gerencia de ELMA, concurrir, acompañado de un oficial de inteligencia de
la Armada , a la Sala de Situación en el edificio Libertad sede del Comando de
la Armada.
Allí se le presentó una carta de
navegación donde figuran las Islas Malvinas en un círculo de Exclusión trazado
en un radio de 150 millas. Luego de algunas consideraciones efectuadas por los
jefes allí reunidos se le indicó a Amato que debería atravesar dicho circulo
con el Río Teuco y navegar frente a Puerto Argentino con el
objeto de registrar la reacción de las fuerzas británicas de ocupación. Por
supuesto esa operación tendría el carácter de total secreto.
Efectivamente, en el mes de diciembre de ese año, se aprovechó el viaje n°42
del Río Teuco para la operación del cruce del círculo de
exclusión trazado unilateralmente por los británicos. Para el cumplimiento de
tal objetivo se debería alterar el rumbo de la derrota usual a Ushuaia sin
dejar constancia alguna ni en las cartas del buque ni en el Libro Diario de
Navegación. Por supuesto de esta circunstancia el capitán dio cuenta a sus
superiores de la Empresa.
Para dicha misión el buque embarcó, sin enrolar, a personal de la Armada. Ellos
fueron: un buzo táctico, un operador radiotelegrafista y un fotógrafo que
instaló en el puente volante un poderoso equipo destinado a fotografiar y
filmar cualquier acontecimiento que pudiera presentarse.
En un momento del viaje el buzo adosó a la obra viva del casco un
artefacto cuya función nunca fue explicada, el que luego de muchas horas de
navegación se desprendió y no volvió a aparecer.
Cuando por fin penetraron en la zona delimitada, el operador radiotelegrafista
dio cuenta que se habían dejado de recibir todo tipo de señales de emisión
británica y ese silencio radial se mantuvo durante todo el paso por dentro del
circulo de exclusión.
Al pasar al través de Puerto Argentino y siempre a marcha reducida, el
fotógrafo aprovechó para fotografiar y filmar todo lo que sus cámaras pudieron
captar.
Al salir del círculo de exclusión pudieron comprobar, con gran alivio, que
ninguna unidad británica, ni aérea ni marítima los interceptó en lo que, a
criterio del oponente, podría haberse llegado a considerar como una
provocación. Al arribar al puerto de Ushuaia, el lunes 6 de diciembre, el
personal de la Armada desembarcó con todos sus equipos y se dio por finalizado
el operativo.
Posteriormente el Almirante Jorge Isaac Anaya, quién había sido compañero en el
Liceo Naval del capitán Amato, le hizo llegar a éste una conceptuosa carta
donde entre otras consideraciones acerca de las incursiones en la Zona de
Exclusión, le expresó su agradecimiento por el importante servicio
prestado al país.
“GLACIAR PERITO MORENO”
El buque frigorífico de ELMA Glaciar
Perito Moreno había zarpado del puerto de Buenos Aires a mediados de marzo de
1982 con destino a Port Said, Egipto y fue en el transcurso de ese viaje que lo
sorprendió el conflicto de Malvinas.
De regreso al
puerto de Buenos Aires, a mediados de abril, se recibió a bordo un telegrama
cifrado de la Estación Costera LSA (ELMA) por el cual se ordenaba al comandante
del buque, Capitán de Ultramar Néstor J. Tanaka, pasar a 12 millas de la Isla
Ascensión para luego continuar hacia las Islas Malvinas con objeto de efectuar
tareas de inteligencia.
Pocas horas
antes de recibir este radiograma el
Glaciar Perito Moreno había sido sobrevolado por un helicóptero británico
artillado y posteriormente ya estando al trasvés de la Islas Ascensión, se
ubicó a la popa del barco la fragata británica Antílope que los acompañó
durante aproximadamente unas cuatro horas.
Cuando arribaron
al puerto de Buenos Aires el capitán del buque comunicó a sus tripulantes que
por orden de la Empresa el viaje iba a continuar y que por lo tanto nadie podía
desembarcar. La excepción fue el Jefe de Radio Alberto José Scarcasale quién
tuvo que presentarse ante el Gerente de Radiocomunicaciones de ELMA, Sr. Guaza
Juvenil a efectos de recibir instrucciones. Las mismas estaban referidas a que
Scarcasale debía concurrir al edificio Libertad sede del Comando de la Armada y
presentarse ante el oficial responsable de Radiocomunicaciones. Dicho oficial
lo instruyó en las formas de autenticar los telegramas cifrados ya que habían
surgido inconvenientes con otros buques de la empresa al enviárseles tráfico
radioeléctrico proveniente de la Armada. Finalmente acordaron que para caso de
emergencia, la señal distintiva del Glaciar Perito Moreno sería LRAC y para
ELMA sería SCAR.
Un día después
Scarcasale volvió al edificio Libertad donde se le hicieron recomendaciones
sobre la utilización de los radares y un listado con nuevas frecuencias de HF
de la Armada Argentina para el caso de una eventual comunicación.
Cuando nuestro
operador volvió de regreso a su barco observó que se estaba cargando en el
mismo una pista desarmable de aviación con destino al puerto de Ushuaia. A
última hora de la tarde de ese mismo día el buque zarpó con destino a Tierra
del Fuego. En ese momento el capitán le entregó al Jefe de Radio tres nuevos
juegos de planillas para descifrar telegramas, los cuales debían estar en la
Sala de Radio acondicionados de tal manera que pudieran ser destruidos en el
acto en caso de ser necesario.
Para ese tiempo
ya habían ocurrido en el mar por el cual debían navegar varios hechos trágicos
como el hundimiento del crucero ARA General Belgrano, torpedeado por un
submarino británico y el ataque al ARA Aviso Sobral que le había costado la
vida su capitán y siete tripulantes.
El viaje que
demoró unos tres días se efectuó en silencio total, solo haciendo escucha
telegráfica a través de la cual se recibían listas de tráfico de la estación de
la Armada y de ELMA. En este constante trabajo que no admitía descanso, el Jefe
de Radio fue relevado periódicamente, para cubrir la guardia, por la alumna
rentada de la Escuela Nacional de Náutica, Edith R. Bugueiro.
Durante el
desembarco de la pista en el puerto de Ushuaia los comentario que hacían los
integrantes de alguna naves de la Armada amarrados en las cercanía era de cómo
habían navegado hasta allí en una derrota que iba más allá de las 12 millas de
la costa. Esta consideración estaba referida a que fuera de ese límite se
habían expuesto a ser atacados y con mayor probabilidad en el caso que la
inteligencia enemiga hubiera tenido conocimiento que transportaban materiales
para uso bélico.
Finalizada la
descarga el Glaciar Perito Moreno zarpó con destino al puerto de Montevideo.
Desde allí partieron hacia Buenos Aires para iniciar prontamente un nuevo viaje
con destino al mar del Norte. En esta oportunidad también recibieron la orden
de pasar a unas 200 millas de la Isla Ascensión con objeto de hacer tareas de
inteligencia. Cuando se encontraron en ese punto fueron sobrevolados en dos
oportunidades por aviones británicos. Superado el momento continuaron con su
derrota sin otra novedad.
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