Comentario: Aleix
Gainza. Copiado de su blog: El Marenauta
(*)
Es probable que solo nosotros utilizamos la
palabra “tierra” dándole un
significado muy especial.
Ulysses
Cruzando las intrincadas calles de los recuerdos acompañado de lecturas absurdas y tiempos muertos a gastar en un aeropuerto inerte, he encontrado en la memoria cierta historieta que ha vuelto a llamar mi atención. Remembrando los clásicos, y no se a cuento de qué, Homero salió de su madriguera con “su” Odiseo de Ítaca, hijo de Leartes, de linaje divino, rico en ardides.
En su largo viaje de vuelta a
Ítaca, Odiseo se encuentra con numerosos personajes, fantasmas, dioses y
rameras camufladas que marcarán su derrota hacia su amada Ítaca. En uno de sus
viajes al infierno, Odiseo se encuentra con el fantasma del ciego Tiresias de
Tebas.
Tiresias, hablando a Odiseo le hace
una premonición que me conmueve por su acertividad. Le dice a Odiseo que cuando
regrese a Ítaca, una orda de pretendientes se encontrarán ocupando su hogar,
ansiando poseer la mano de su hermosa Penélope, que retrasa su decisión con
viejas esperanzas y a la espera de la vuelta a casa de su rey (el “Home Again”
de los clásicos). No obstante, Tiresias no cree que su viaje acabe con la expulsión de los pretendientes de su
palacio, ya que asegura no ser esta la solución al descanso que merece después
de dos décadas de derrotas tempestuosas.
Éste augura que una vez limpiado el
palacio de mugrientos personajes, deberá hacerse construir un remo de madera,
al mejor remero que encontrase. Con el remo en el hombro debería caminar tierra
adentro y no dejar de caminar hasta que las gentes del lugar confundieran el
remo con una pala de hornear el pan. Sólo
en ese lugar, donde nadie supiera nada de la mar, podría descansar tranquilo.
Así que Odiseo debería caminar y preguntar en cada poblado que encontrase si
sabían que objeto llevaba en el hombro.
¿Es eso cierto? ¿Es certero pensar
que aquellos que pasan la vida en la mar, solo pueden encontrar el descanso en
la tierra? Tierra, donde el salitre no se cuela entre tus huesos, donde las
olas no componen las liturgias abominables que ocultan constantemente el
silencio. Me gusta pensar en la tierra,
en el olor a hierba mojada, en las alturas de una cima montañosa, en los lagos
helados… Me pregunto si no son pensamientos parecidos los que empujan a los
hombres a adentrarse en la mar. Con la que, sin duda, muchos no podríamos
vivir.
(*) El Marenauta
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