Una película sobre: La historia de la huelga más larga del siglo
Comentarios: Cada 1° de mayo afortunadamente recordamos la luctuosa jornada de la larga lucha por los derechos del trabajador.
Es necesario recordar a aquellos mártires de Chicago pero también es necesario recordar a tantos mártires de nuestro País, de tantas luchas gremiales y muchas veces perdidas.
En este caso estoy rescatando un mediometraje de 2002, que retrata una lucha pérdida por los obreros portuarios argentinos en 1956 después de un paro de 14 meses. Aquí hubo un muerto, pero en otros tantos casos a lo largo y ancho de nuestra patria, fueron muchos. Sin entrar a considerar las complicaciones familiares productos de las detenciones, de la caída salarial, de las listas negras o de los efectos posteriores a grandes palizas.
Documental de Mariana Arruti.
Varias veces converse con Puchero, en su taller en Pedro de Mendoza y Necochea (La Boca) y posteriormente en el parque Lezama donde jugaba ajedrez con otros jubilados o en uno de esos históricos bares de Defensa y Brasil.
Al respecto van unos breves apuntes:
Era duro ser anarquista y más aun ser un dirigente gremial, cumplían sus funciones después de la jornada laboral, mantenían el mismo sueldo de su puesto de trabajo y debían volver al mismo lugar y no podían ascender, y al tesorero se lo controlaba a fondo, me contó entre otras cosas “PUCHERO”.
Entre otras particularidades, los ANARQUISTAS eran grandes lectores y le daban mucha importancia a la poesía.
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Texto de Página 12 del 30.04.2002:
Una película sobre la historia de la huelga más larga del siglo.
La directora Mariana Arruti documentó en un film la historia de la huelga de 14 meses en que se empeñaron en 1956 los obreros portuarios.
Por Oscar Ranzani
La directora Mariana Arruti documentó en un film la historia de la huelga de 14 meses en que se empeñaron en 1956 los obreros portuarios.
En el año 1956, durante la dictadura de Pedro J. Aramburu, y en medio de la persecución a buena parte de los militantes del peronismo, la Federación de Obreros en Construcciones Navales llamó a una huelga que haría historia. La huelga paralizó a los astilleros privados y del Estado hasta convertirse en un acto impresionante de resistencia. Los obreros se habían unido en el reclamo de una jornada laboral de seis horas, habida cuenta de la insalubridad que implica el trabajo portuario. La medida de fuerza se extendió hasta que cumplió 14 meses. Ya por entonces había sido considerada “la huelga más larga del siglo”. Sin embargo, aquella lucha se perdió. La policía se infiltró entre los obreros, la Federación perdió su personería y, en su reemplazo, se creó un sindicato paralelo, legitimado por una CGT entreguista. Para contar esta historia, la directora Mariana Arruti realizó el documental La huelga de los locos, que el domingo se verá, desde las 20, en la Sala Enrique Muiño del Centro Cultural San Martín.
El mediometraje de 37 minutos, que acaba de recibir una mención honorífica en el II Encuentro Hispanoamericano de Video
Documental Independiente realizado en México, nació a raíz de un trabajo de
investigación que Arruti estaba desarrollando en la UBA, en parte por una inquietud nacida a partir de una nota que
publicó en Página/12 el historiador Osvaldo Bayer. “Tenía que ver con la
investigación de los medios audiovisuales en el campo de la antropología y, a
partir de ahí, nacieron los primeros registros en video sobre la historia de la
huelga, las entrevistas, las primeras idas a La Boca para ver los talleres
navales y finalmente se fue construyendo esta idea”, explica la realizadora.
La huelga de los locos es la segunda producción cinematográfica de Arruti, que
ya había presentado en 1995 Los presos de Bragado, un mediometraje que
reconstruye el proceso judicial y posterior encarcelamiento de tres militantes
anarquistas por la policía de Uriburu en 1931, bajo la falsa acusación de haber
causado la muerte de la esposa e hija de un caudillo conservador. Actualmente
la realizadora está trabajando junto a su madre, María Pilotti (directora de
1977, Casa Tomada), y a Jorge Magallanes en el rodaje de Trelew, un largo sobre
el fusilamiento de presos políticos del 22 de agosto de 1972 que se estrenará
para el trigésimo aniversario de la Masacre.
–Todos sus trabajos cinematográficos refieren a acontecimientos políticos e
históricos que fueron de relevancia en la vida del país. ¿Qué le permite
expresar el cruce entre la política y el cine?
–Yo trabajo siempre con estas temáticas porque me han conmovido determinadas
historias. No por una cuestión racional sino porque conocí, a veces, a algunos
personajes. Lo que me permite el cine es contar desde otro lado o desde un
lugar diferente al que cuenta la historia. Me da herramientas diferentes que
permiten emocionar. Por eso, prefiero el
documental no tan tradicional. Es decir, que no sea una investigación
histórica rigurosísima. Si algo positivo puede hacer el cine es que puede
generarle a alguien que está sentado en la butaca el interés por ir a leer o de
informarse más. Porque además es fácil de difundir. Para una película uno puede
ir a escuelas, a un barrio, a una villa y generar muchas cosas. Pero las genera
en tanto y en cuanto el realizador conserve siempre su mirada y su
autenticidad, y no trabaje en función de otro. O sea, que sea independiente y
libre a la hora de construir ese relato que tiene que ver más con la poesía que
con la verdad histórica, si es que la hay.
–La huelga de los locos rescata el valor
de la dignidad del trabajador y de la cultura obrera. ¿Hoy buena parte de ese mundo parece pertenecer al pasado en la
Argentina?
–No creo que eso sea tan pasado. Creo que está. Lo que pasa es que las
condiciones han cambiado. La gente no se puede sentir acompañada en una pelea
por la dignidad relacionada con el espacio del trabajo porque está sin trabajo,
precisamente. Entonces el lugar de la identificación pasa por el no tener
trabajo. Es decir, por los desocupados que están peleando como lo hacían los
obreros en el ‘56 por la dignidad que hoy implica tener un trabajo.
–En la actualidad, cuando se produce una huelga o una manifestación y se corta
una calle y algunos sectores tienden a “satanizar” a los trabajadores poniendo
en confrontación sus derechos frente a los de los ciudadanos.
–Cuando las personas se enojan cuando cortan una calle en realidad no tienen
conciencia de que esa lucha de la persona que está cortando la calle los
involucra. Es decir, que los resultados de esa pelea que se está dando en la
puerta de su casa o en la calle los van a afectar. Hasta hace poco se veía al
“otro” como el que tenía el problema sindical o el que precisaba pedir aumento.
Y, en realidad, hoy vemos que ya no es así. Hay un gran sector de la gente que
hoy se siente más identificado con el piquetero que corta la ruta o con el tipo
que corta la calle o con el hombre que duerme en la puerta de McDonald’s.
–En aquel momento lo que pasaba con los obreros navales es que había una gran comunidad en la zona de la Ribera: vivían allí, eran los clientes del carnicero, del almacenero y había también un espíritu más revolucionario, por llamarlo de alguna manera. Había más comprensión de la necesidad de la pelea.
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