Comentarios: Texto extraído de la página de la:
Asociación Argentina de Empleados de Marina Mercante.
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A la mayoría de los argentinos este título hoy día les sugeriría la historia de una mujer ahogada. Una especie de Tom Hanks que no pudo armar su balsa de rescate o algún personaje misterioso de Lost 6ta. Temporada. Sin embargo la verdad es otra.
Recuerdo todavía una frase de
aquel intelectual amigo de los trabajadores Dn García de la Costa : “Antes de la victoria económica de la dominación, viene la victoria
cultural”. Por ese entonces, año 1991, organizamos en AAEMM una serie de
charlas denominadas: LA CAUSA NACIONAL.
Nos ilustraban en las mismas otros compañeros como García Martínez y Fermín
Chávez.
Simultáneamente según las
encuestas de entonces más del 90% de los ciudadanos estaba a favor de las
privatizaciones. Los medios de comunicación, tan inocentes como hoy,”solo reflejaban la realidad.” Años de
“formación” periodística neoliberal habían parido un pueblo idiotizado,
deslumbrados todos por la paridad del peso y el dólar, se imaginaban viajando en trenes de lujo y
servicios públicos de primera calidad.
Argentina ya estaba en el Primer
Mundo y no había nada que temer. Las relaciones carnales con EEUU se anunciaban
con felicidad desde el mismo gobierno, sin
importar nuestro rol pasivo, y los únicos barcos que ocupaban la primera
plana en las noticias eran los que se mandaban al Golfo Pérsico para
congraciarse con papá Bush.
Mientras tanto de los otros
barcos nada se decía en los principales medios periodísticos nacionales, a
pesar de nuestras denuncias, movilizaciones, huelgas de hambre y de que estos
estaban “haciendo agua” desde gobiernos anteriores, junto a la empresa estatal
a la que pertenecían: ELMA, s.a. (Empresa
Líneas Marítimas Argentinas)
Seguramente, mal que les pese a algunos multimedios democráticos de
ahora, que ya eran los mas importantes de entonces, si ELMA hubiera sido una
mujer Joaquín Sabina le hubiera dedicado su conocida canción “eclipse de mar”
en este párrafo: “ …hoy amor como siempre, el diario no hablaba de ti, ni de
mi, como siempre…”
Esto que sigue es apenas un
intento de reflotar, aunque sea desde la memoria, algo de lo mucho que
constituyó un motivo de orgullo nacional en el mundo: nuestra Marina Mercante
Nacional y su última expresión, ELMA.
A lo largo de este relato,
como en toda síntesis, seguro omitiré involuntariamente algunos acontecimientos
y protagonistas, que también forman parte del nacimiento, desarrollo y defensa
de nuestra flota, a ellos mis más sinceras disculpas. Y a quienes ofenda por no
haberlos omitido trayéndolos a ellos o sus antepasados desde la letrina que
también es parte de nuestra historia, “agua y ajo” como dicen…después de todo,
y como siempre según Sabina, esto no pasará a “clarines”. Uds. todavía disponen
de esos medios a los que solo llegamos para ser denostados, yo no los disculpo,
la historia seguramente tampoco.
Esa misma historia, la de una
Argentina que alguna vez tuvo barcos me dispongo a resumir. El mar a veces
devuelve a sus orillas lo que otros creen haber hundido…
No es nada fácil cuando a los
alumnos aun hoy, como a nosotros ayer, solo se les enseña de Manuel Belgrano
que creó la bandera, combatió por nuestra independencia y que aparte es una
avenida muy importante de la Capital
Federal. Nada se dice de el que lo haga interesante. Y no me
refiero con eso solamente a sus virtudes como buen amante, o sus defectos no
reconociendo hijos como el que le crió Rosas, que lo hubieran hecho más real
que ideal, como todos los próceres de nuestra historia.
Belgrano sin embargo era, y
había hecho mucho más que eso. Tenía una premisa que claramente dejó escrita: “Toda nación que deja hacer por otras una
navegación que podría hacer ella misma, disminuye sus fuerzas reales y
relativas a favor de sus rivales”. Sabía de los beneficios que el Acta de
Navegación de Oliver Cromwell le habían reportado a Inglaterra. Sancionada en
1651 esa acta reservaba para el imperio británico todo transporte de cargas
bajo su bandera, ya sea para lo que importaba o exportaba, todo se hacía con
buques ingleses.
Seguro de esto, nuestro
querido Manuel Belgrano propició desde la Primera Junta la fundación de la Escuela Nacional de Náutica,
orientando siempre su prédica hacia la creación de una Marina Mercante propia.
Cabe destacar, sobre todo para
aquellos acérrimos defensores de nuestro “liberalismo nacional”, que a pesar
del carácter proteccionista del Acta de Navegación de Cromwell y la injerencia
del Estado Británico en asuntos supuestamente privados, en 1776 Adam Smith,
padre del liberalismo económico, publica en su famoso libro La riqueza de las naciones un comentario
que seguramente nunca le escucharemos citar a Mariano Grondona. Después de
promover el libre comercio entre todos los países del mundo, Smith sin embargo
hace una honrosa excepción al mencionar : “En
aquel reino (Inglaterra) procuran las Actas de Navegación, con muy buen
acierto, conceder a su marina el monopolio del comercio nacional”. De lo
cual se infiere que Smith antes que liberal era inglés. Lástima que sus seguidores
en estas tierras olviden a menudo ese detalle.
Con idéntico criterio
nacional que Belgrano, y en el mismo
siglo, le toca a Juan Manuel de Rosas defender la soberanía de nuestros ríos y
su navegación en dos acontecimientos significativos: la batalla de Vuelta de
Obligado el 20 de noviembre de 1845 frente a la invasión anglo-francesa, y la
firma del Tratado Southern-Arana el 24 de noviembre de 1849 mediante el cual
Inglaterra derrotada reconocía los derechos soberanos de navegación de la Confederación
Argentina sobre el río Paraná y el Uruguay y que mas tarde imitaba Francia
firmando el tratado Arana-Lepredour.
A principios de este siglo,
precisamente en 1910 el 90 por ciento de nuestros comercio exterior era
transportado por buques de ultramar de bandera extranjera, considerando esta
situación el presidente Figueroa Alcorta sanciona en el mismo año la ley 7.049
mediante la cual el Estado entregaba subsidios a la Industria Naval y Armadores
con una serie de beneficios que estimulaban el crecimiento de la Marina
Mercante privada, ya que la estatal no existiría hasta 30 años después.
El resultado fue positivo. En
apenas 3 años la Marina Mercante incorporo 32 unidades a sus distintas flotas,
gracias a esos subsidios del Estado y una legislación que protegía su
explotación.
Sin embargo, al estallar la
Primera Guerra Mundial esas cifras se revierten abruptamente. La legislación
mencionada había protegido a los armadores privados de la competencia
extranjera pero no preveía protección alguna para el país contra esos mismos
armadores que priorizaron su lucro antes que el interés nacional, vendiendo en
Europa desde 1915 hasta 1918 65 buques de bandera nacional.
Seguramente esto no habría
ocurrido de haber contado entonces con una flota Mercante Estatal, ya que
quedaba demostrado que a la hora de
negociar poco importaba para los armadores privados el esfuerzo invertido por
el Estado en los subsidios con los que habían constituido sus flotas y el perjuicio
ocasionado al país.
Tiempo después, nuestra Marina
Mercante vuelve a ser protagonista de uno de los escándalos mas recordados de
la bien llamada “Década infame”: el convenio Roca-Runciman firmado el 1º de
mayo de 1933, protocolarmente llamado: “convención Accesoria del Tratado de paz
y amistad de 1825 para facilitar y acrecentar el intercambio comercial entre la
República Argentina y el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda”. A más de
cien años de aquel tratado (inspirado a favor de Inglaterra sobre el Acta de
Navegación de Cromwell) se volvía a someter a la Argentina mediante toda serie
de condicionamientos, expresados esencialmente en el transporte Marítimo.
Claro que nada mejor se podía
esperar si quien representaba a la Argentina en ese Acto, el vicepresidente
Julio A. Roca (h), había dicho poco tiempo antes en la misma Inglaterra:
“…desde el punto de vista económico, la Argentina es una colonia de Gran
Bretaña”.
Traducido el concepto de ese
tratado Argentina se comprometía a entregar el 85 por ciento de nuestras
exportaciones de carne a la “Confederación de Frio”, es decir a la agrupación
de barcos frigoríficos ingleses. El 15 por ciento restante se reservaba para
empresas frigoríficas Argentinas “siempre que no persiguieran fines de
beneficio privado”.
Cuando el convenio
Roca-Runciman estaba por convertirse en la ley 11.93 un senador de la Nación
era asesinado en pleno recinto al interponerse en defensa de Lisandro De La
Torre, quien en su denuncia contra el tratado decía: “No se si después de esto
podremos seguir diciendo: ¡Al gran pueblo argentino, salud!”.
Recién con la presidencia de
Ramón S. Castillo, y en prevención de que no nos sucediera lo mismo que en la
Primera Guerra Mundial, nuestra Marina Mercante concretó un proyecto varias
veces frustrado: la creación de la Flota Mercante del Estado el 16 de octubre
de 1941.
Muchos afirman con razón que
fue la “obra maestra” del presidente Castillo. Pero mayor es el merito si
consideramos los obstáculos que tuvo que sortear.
En efecto, la comisión
encargada de estudiar su creación era presidida por el almirante Francisco
Stewart y tenía como objetivo inicial la compra de 16 barcos al gobierno
italiano. La reacción no se hizo esperar, el Buenos Aires Herald del 13 de
marzo de 1940 encabezaba su editorial con este título “Gauchos al timón”. El
mismo hablaba de la inconveniencia de que la Argentina tuviese una flota
estatal por nuestra falta de tradición, etc. Así como también comentaba la
pretendida imposición de la bodega gaucha contra la bodega extranjera. También
el Almirante Stewart tendría que solicitarle al presidente Castillo que evitara
las intromisiones que contra la comisión venia ejerciendo el representante de
Hacienda: Guillermo Walter Klein, como Alsogaray, y por aquella sentencia
bíblica de que “el perro vuelve al vomito”, un apellido tristemente celebre en
el pasado reciente de nuestros excrementos.
Lo cierto es, y a pesar de las
presiones propias y ajenas, que la Flota Mercante del Estado quedó constituida
con esos 16 buques, y otros de distintas nacionalidades que se le fueron
agregando.
Pero es a partir de 1946, y hasta 1951, bajo el gobierno de Juan D.
Perón, cuando nuestra Marina Mercante nacional cobra un impulso realmente
significativo. En 5 años el tonelaje estatal había sido mas que cuadruplicado.
También por primera vez en su historia nuestra Marina Mercante superaba al
Brasil. Y lo que es más: desde 1939 hasta 1951 la Marina Mercante Argentina era
la que mas había aumentado en todo el mundo: 286,6 por ciento.
Los progresos de nuestra
Marina Mercante llamaban la atención también en Estados Unidos. En una revista
especializada de la época, el profesor Teichert de la Universidad de Misissipi decía admirarse del “desarrollo
sin precedentes de la Marina Mercante Argentina”, señalando además que “… en
1952 la Flota Mercante Argentina no solo era grande sino que era también una de
las mas modernas del mundo”.
El gobierno controlaba el
transporte marítimo por medio de la Flota Mercante del Estado y las cargas por
el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI), lo que origino el
ingreso de cientos de millones de dólares en divisas para el país y las quejas
airadas de las naciones que ensayaban el mismo proteccionismo para con sus
transportes marítimos.
Sin embargo, esas quejas
tendrían un eco favorable a partir de 1955 en la autodenominada, curiosamente,
“Revolución Libertadora”. Los principales países europeos solicitaban entonces
una reunión, a instancias de Inglaterra, ante el nuevo gobierno argentino,
según el Buenos Aires Herald del 11 de agosto de 1957, para asegurar una
política mas liberal que la seguida hasta el régimen del general Perón,
eliminando las medidas discriminatorias del comercio marítimo.
También Estados Unidos abría
otro frente contra la Marina Mercante Argentina. En efecto, el gobierno de
facto solicito un préstamo de 100 millones de dólares al Export-Import Bank de
Washington. Una vez firmado el contrato, por el decreto 327/57 de
Aramburu-Rojas, Estados Unidos imponía su criterio y nuestra dependencia
claramente, según lo expresaba el artículo 7 del mencionado convenio,
asegurando que todo tipo de transporte marítimo hacia la Argentina se haría
bajo bandera norteamericana. Sin duda, el principio de una decadencia de la
Marina Mercante que se acentuaría en los años siguientes.
Es recién en 1961 cuando se
crea ELMA, luego de la fusión de la Flota Argentina de Navegación de Ultramar y
la Flota Mercante del Estado. Pero la política oficial, enmarañada como tantas
otras veces entre los conceptos de privatización o estatización, no advertiría
que la disyuntiva verdadera estaba entre una Marina Mercante nacional o
resignarnos a su desaparición.
Así
fue como la participación argentina en el transporte marítimo siguió su
carrera descendente no obstante la creación de ELMA. Esta tendencia se mantuvo
así hasta empeorar escandalosamente con la irrupción del gobierno de facto del
general Onganía en 1966. Desde aquel año
hasta 1973 la marina mercante nacional sufrió una de las depredaciones más
grandes su historia. Funcionarios procesados por la fiscalía nacional de
investigaciones, legislación acorde a la destrucción de ELMA, vaciamiento de la
misma en beneficio de empresas seudo nacionales y millonarias perdidas en
divisas para el país fueron el resultado de esos años, disfrazado todo bajo los
slogans privatistas de sus principales beneficiarios.
Recién en 1973 con el advenimiento del
gobierno justicialista al poder, se inicia la etapa de recuperación de la Marina Mercante , traducida en
la importancia que le adjudicaba el plan trienal que el general Perón anunciaba
el 21 de diciembre de 1973, mediante la construcción de 28 buques que
posibilitaron la permanencia de ELMA como tal.
Sin embargo, desde el 24 de marzo de 1976,
con la llegada del gobierno autodenominado “Proceso de Reorganización
Nacional”, ELMA no estuvo exenta de la reconversión económica que sufriera el
país de la producción hacia la especulación, de la independencia hacia la
dependencia. Y como siempre, disfrazando la destrucción del aparato productivo
nacional tras la panacea de la inversión extranjera y de la iniciativa privada.
Dos acontecimientos muestran el anverso y el
reverso de la política económica que signara entonces hasta nuestros días el
manejo del Estado argentino. La estatización de la ítalo y la privatización de la Flota fluvial del Estado. En
la segunda, liquidando por unidades una flota fluvial superavitaria mediante
negociados escandalosas y dejando a merced de las flotas extranjeras una
navegación fluvial que ningún armador privado argentino se intereso en
explotar.
En este periodo ELMA comienza a entregar
porcentajes de sus líneas de trafico en beneficio de empresas privadas seudo
nacionales y en detrimento de ella, lo que de hecho configuraba una
privatización gratuita y una violación a lo dispuesto en la ley 20477 y el
decreto 448/74 Art.5.
Asimismo, y como prueba irrefutable del
papel de ELMA en la defensa nacional, el
conflicto bélico de nuestras islas Malvinas le demando la perdida del buque
“Río Carcarañá”, dejando en sus aguas como testimonio el lugar irremplazable
para nuestra soberanía que ninguna empresa privada podría ocupar.
No obstante los perjuicios ocasionados a
ELMA y al país el doctor Alfonsín no solo convalido los negociados anteriores sino
que además posibilito su continuidad mediante la resolución 121/85 del
ingeniero Batalla, Secretario de transportes, entregando gratuitamente (por
increíble que parezca) el 40 por ciento de las líneas de trafico de ELMA a
empresas privadas que no tenían ninguna de las condiciones que la empresa
estatal había demostrado en el cumplimiento de sus compromisos internacionales.
La misma ley 20447, norma 10, inciso b,
asignaba el transporte marítimo de graneles al armamento privado. Que habrá
tomado en cuenta el gobierno de doctor Alfonsín para sancionar la resolución
121/85? De haber atendido a los mismos informes que la secretaria de
Transportes daba en 1985, y para aventar cualquier duda acerca de corrupción,
jamás se debió haber sancionado esa resolución ya que los datos emanados de la
misma Secretaria revelaban que de 7.500.920 toneladas de graneles sólidos
exportados a la Unión
Soviética , un 22 por ciento fue realizado en bodegas
soviéticas y el 78 por ciento restante por armadores privados argentinos. Pero
de ese 78 por ciento, solo el 3.92 por ciento fue transportado por buques de
banderas nacional. El resto fue hecho mediante buques charteados de tripulación
y bandera extranjera.
De nada sirvieron estos y otros datos que
alertaban sobre una modalidad que el
armador privado implemento siempre que
los “gobiernos amigos” se lo permitían: alquilar sus buques de terceras
banderas con tripulación extranjera acarreando la fuga millonaria de divisas y
la consecuente desocupación de la mano de obra.
El
gobierno radical hizo caso omiso a toda
solicitud, propuesta o denuncia que los gremios del sector, como AAEMM
(Asociación Argentina Empleados de la Marina Mercante ), fuimos
haciendo en la defensa no solo de la Marina
Mercante nacional, sino también de su industria naval. El
ultimo acto de entrega ignominioso fue la sanción de la resolución de la
Secretaria De Marina Mercante
298/88, en virtud de la cual se le otorgo gratuitamente a la armadora privada
CIAMAR el 40 por ciento de la
Línea Costa oeste de Estados Unidos y Canadá, cuya
consecuencia inmediata fue la perdida anual para ELMA de unos quince millones
de dólares, corroborado esto por la Sindicatura General
de Empresas Publicas.
Lo que siguió después es mas
que conocido y sufrido por quienes advertíamos las nefastas consecuencias del
remate del Estado en manos de Menem y Cavallo. Nuestras luchas se desvanecían a
la hora de competir contra los retiros voluntarios que ilusionaban a muchos
compañeros entusiasmados con el libre mercado y sus sueños de
pequeño-empresarios de videos, remises o kioscos.
Allí estaban los decretos
2074/90 de privatización de empresas públicas entre las cuales estaba ELMA, el
decreto 817/92 que barría con más de 60 convenios colectivos de trabajo y toda
normativa marítima-portuaria que regulaba la actividad, dejando en el desamparo
mas absoluto a decenas de miles de familias, y finalmente el decreto 1772/94
que estableció la bandera de conveniencia, decreto por el cual aun siendo un
armador(empresa) argentino podía poner sus buques bajo la bandera del país que
mas rédito le diera a sus arcas.
Contrastaba esa realidad con
nuestra memoria, éramos acusados de nostálgicos en un país que creía en la
muerte de las ideologías. Y sin embargo todavía nos encendía la sangre recordar
a aquel viejo, nunca igualado en sabiduría por ningún Presidente, cuando en el
video “Conducción Política” hablaba
orgulloso y detalladamente del beneficio que para Argentina había representado
tener su propia flota mercante, o al leer cada inauguración de las sesiones
ordinarias ante el Congreso Nacional donde pormenorizaba los avances de nuestra Marina Mercante y su Industria
Naval.
Pero claro, estábamos en los
90. Domingo Cavallo seguía indicando nuestro camino al reino de los cielos,
mientras denunciaba a las supuestas mafias y ponía al frente de ELMA a Walter
de Fortuna como interventor rumbo al “floticidio”,
y a Walter Conejero al frente de AGP, todos miembros de la tristemente célebre:
FUNDACION
MEDITERRANEO. Al mismo tiempo
ELMA se preparaba para lo peor: su desaparición.
Hoy podemos ver el desastroso
resultado de lo que fueron las privatizaciones en las empresas que antes eran,
mal o bien administradas, de todos los ciudadanos. Pero esas empresas, ahora
privadas, otras recuperadas por el Estado Nacional, siguen operando en nuestro
país.
Solo una, no solo fue
orientada a que fracasara todo intento de privatización, sino qué con el mismo
fin estratégico fue literalmente hundida para dejar el comercio de los fletes
marítimos en manos ajenas a nuestra nación: ELMA. Los buques que a Cavallo no
le servían y su gente vendió a precio de chatarra, hoy reflotados navegan los
mares y hasta atracan en nuestros puertos con otros nombres.
Después de todo nada dicen las
etiquetas, Perón habiendo sido un General de nuestro Ejército Argentino
entendió mejor que el Almirante Isaac Rojas para que puede servir una flota al
servicio de los argentinos. Las pruebas están en la memoria, uno llenaba la
plaza de gente otro lo hacía con bombas.
Finalmente el decreto 1010/04
sancionado por el Presidente Néstor Kirchner fue festejado y nos devolvió
entonces una esperanza perdida. Sabemos que no es fácil volver a tener nuestra
línea marítima de bandera, pero aun confío en que el mismo gobierno que rescató
a Aerolíneas para la
Argentina sea capaz de realizar la misma empresa que soñó
Belgrano y concretó Perón.
ELMA, esa náufraga olvidada
todavía espera su rescate.
EDUARDO VILLAVERDE
Secretario Gremial A.A.E.M.M.
De acuerdo a lo escrito por Villaverde donde se refiere a los hechos históricos que marcaron la caída de la Marina Mercante. El decreto 1010 de 2004, según mi entender, no fue más que un trámite administrativo porque no movilizó voluntades como era de esperar lo hubiese hecho. La sociedad argentina, desde el bloqueo anglo - francés del puerto de Buenos Aires en la época de Rosas, está de espadas al mar, la clase política gobernante no es la excepción. Creo que mientras este cuadro de situación no cambie seguiremos con la ilusión de ver algún día a la gloriosa azul y blanca flameando a popa de nuestros barcos. Héctor
ResponderEliminarterrizzano@hotmail.com 20 de Febrero de 2014
ResponderEliminarExcelente artículo sobre un tema tan valioso como desconocido y sub-valorada (la MM) por la mayoría de los argentinos. Estos días estoy sumergido en la lectura del "La deuda externa" de Alejandro Olmos, "La Deuda Odiosa" de Alejandro Olmos Gaona y "El Crimen de la DE" de Nestor Forero. No tengo duda que el criminal vaciamiento de ELMA responde a un plan de vaciamiento general del país. La Deuda Externa, impagable, ilícita, ilegal, genera un permanente y eterno saqueo de nuestras divisas en concepto del pago de los servicios de la misma. En realidad nuestras divisas no son nuestras pues por anticipado están comprometidas indefinidamente en el tiempo. Se calcula que si cumplieran todos los pagos comprometidos, cosa que es un imposible, se terminaría de pagar en el año 2.085. Ningún gobierno tendremos en nuestra Argentina si antes no se comprometió a pagar sin cuestionar ni mucho menos atender a las investigaciones y fallos de la Justicia ya emitidos. Además se instaló un industria (de armado) localizada en el país (automotriz, electrónica) pero solo en manos de multinacionales que giran al exterior sus importaciones y beneficios (a cambio oficial), generando alrededor de 20.000 M de U$ de déficit en la Balanza Comercial. La MM nacional generadora de divisas legítimas que más de una vez salvó el rojo de la Balanza Comercial, había que destruirla por su importancia en sí y fundamentalmente para frenar un proceso de industrialización genuina que el capital financiero nos veda. La generación de divisas en un país sin industria auténticamente nacional no alcanza para pagar los servicios de la deuda (mas los giros al exterior de las Corporaciones), tendremos, de esta manera, las eternas
reestructuracioines o megacanjes que nos hunden mas en el lodo, puesto que la DE no deja ,ni va a dejar, de aumentar. De esta manera Argentina jamás se podrá capitalizar, siendo que es unos de los pilares fundantes para el desarrollo una Industria Nacional. No va a ser el Banco Mundial ni el FMI que nos darán credito para indutrializarnos..¿ Cómo es que tenemos tecnología, astilleros argentinos y no construimos buques?. ¿Cómo es que tenemos una ENN y no tenemos flota? ¿Invertimos en la formación de oficiales para exportarlos gratis? Un saludo. Arturo
Arturo, coincido en casi toda tu exposición. De los libros que mencionas solo leí el primero y da ganas de llorar en la medida en que uno lo va conociendo. Lo mismo me paso cuando lei "El ferrocidio".
ResponderEliminarEn general nuestra historia es bastante repetitiva.
La desaparición de la MMA pudo formar parte del plan general de destrucción de la industria nacional, pero tal vez también formo parte de las consecuencias de la Guerra de Malvinas.
Donde no coincido es en la ENN, no simplemente por ser un egresado, si no porque si no existen marinos mercantes, se hace mas difícil la formación de una MM futura, porque para ese supuesto también en ese futuro deberían traer marinos extranjeros.
Respecto de exportarlos gratis, es un tema que en todo caso debería ser analizado, pero incluyendo las diferentes carreras universitarias. Soy defensor de la educación publica y gratuita, pero considero que debería ser obligación de trabajar en la especialidad algún tiempo mínimo para devolver el gasto que generaron.
Saludos, Eduardo