21 de abril de 2014

“BAHÍA BUEN SUCESO”. Misión cumplida. Jorge Muñoz. 8


Comentario. 8va publicación en este blog del libro Misión Cumplida, del historiador Jorge Muñoz que relata la participación de los marinos mercantes en el conflicto de Malvinas.

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       Pese a su dramatismo, los últimos partes enviados desde Malvinas por el Transporte Naval ARA Bahía Buen Suceso a cuyo bordo se  encontraban, una dotación de la Armada y varios tripulantes civiles de la Marina Mercante , solo reflejan en mínima parte la odisea vivida por esos hombres.
       Origen:
       B.B.S – P. Fox – Gran Malvina




       10/may/10:30 hs.: “Ante la imposibilidad de reaprovisionamiento por terceros, hago puerto en Fox. Medios de defensa, armas livianas individuales. Alisto guardias y buque para rápida evacuación en caso necesario”.
       12/may/17:30 hs.: “Por fuertes temporales sede el muelle, salta una bita de tierra y zafa anclote. Buque queda varado. Imposibilitado de mover timón y hélice”.
       16/may/12:45 hs.: “Ante posibilidad de un ataque aéreo enemigo bajo a tierra la tripulación”.
       16/may/13:15 hs.: “Hago supervivencia en tierra sin abandonar el buque.
Colaboro en actividades operativas de defensa en la zona. Comportamiento del personal civil, excelente”.


                                                                                      Fdo Osvaldo Marcelino Niella
                                                                                                    Capitán


            El ARA Bahía Buen Suceso, un viejo barco de Transportes Navales, de 109 metros de eslora y 5.000 toneladas de desplazamiento, estuvo asignado desde 1951 a la campaña antártica donde le cupo el honor de participar en la toma de posesión del Observatorio de las Islas Orcadas en nombre de la Armada Nacional.
Desde aquella fecha y hasta 1959 la nave quedó afectada a los Transportes Navales con dotaciones militares y es a partir de 1972 que pasó a ser tripulado por personal civil de la Armada.

            Construido en 1949 en Canadá dentro de un contrato por tres unidades gemelas y llevando nuestro Pabellón a partir del 23 de mayo de 1950, el Bahía Buen Suceso estuvo casi desde el principio de su trayectoria ligado al tema de la historia malvinense.

            En octubre de 1996 realizó un viaje especial a las Islas Malvinas para traer de regreso al continente al autodenominado “Grupo Cóndor”; un comando de jóvenes argentinos que desviaron un avión de Aerolíneas Argentinas haciéndolo aterrizar en el entonces denominado Puerto Stanley, donde desplegaron banderas, tomaron rehenes y exigieron a las autoridades locales el reconocimiento de nuestra soberanía.

       Entre los años 1969/70, con motivo del acuerdo argentino-británico (Conversaciones Especiales sobre Comunicaciones), se iniciaron los primeros traslados marítimos a las Islas Malvinas empleando barcos pertenecientes al Servicio de Transportes Navales de la Armada. En ese tiempo fueron llevados; vehículos; maquinaria pesada, material y personal civil y militar de la Fuerza Aérea Argentina que construyó la “sub – rasante” del suelo para recibir la pista de aluminio que debía ser montada posteriormente. A cargo de estos trabajos estuvo el Comodoro Rodolfo De La Colina, quién durante el conflicto de 1982 en su calidad de Jefe del Escuadrón “Fénix” cayó en combate al mando de una aeronave de Fuerza Aérea.

            Un año más tarde, en octubre de 1972 el Bahía Buen Suceso transportó a Malvinas la pista de aviación y también a un grupo de operarios YPF quienes instalaron la planta Antares, que luego abasteció de combustible y gas envasado a la población local. En este mismo viaje llevó, además a noventa pasajeros iniciando una corriente turística que posteriormente en 1974 con el acuerdo de nuestra Cancillería y la de Gran Bretaña daría pie a la instalación de una línea regular que el buque cumplió juntamente con los ARA San GonzaloSan Pío e Isla de los Estados.

            Su último Capitán, Osvaldo Marcelino Niella, tras una corta carrera en la Armada , siendo Teniente de Corbeta, solicitó en 1959 su baja, para posteriormente ingresar en la Marina Mercante donde obtuvo su patente de Capitán de Ultramar. A partir de 1970 se incorporó al Servicio de Transportes Navales de la Armada, donde, primero como Oficial y luego como Capitán, tuvo oportunidad de realizar varios viajes llevando cargas y pasajeros a Malvinas.

            En diciembre de 1964 durante la Reunión de la Primera Conferencia Interamericana Extraordinaria nuestro país logró incluir dentro del reclamo por Malvinas a las Georgias y Sándwich del Sur y en 1965 el Comité de Descolonización de la Asamblea de las Naciones Unidas reconoció la disputa de las Islas Malvinas entre Argentina y Gran Bretaña. A raíz de ello se iniciaron una serie de negociaciones en procura de una mayor comunicación que en 1971 desembocaron en una declaración conjunta que puso en vigor las medidas acordadas.
     
El régimen de viajes turísticos y acuerdos comerciales y culturales tendientes a establecer una mayor comunicación tuvo uno de sus picos más favorables en enero de 1972 cuando la Armada Argentina en cumplimiento del operativo “El mar nos une”, hizo llegar a Puerto Stanley, al yate  ARA Fortuna, al mando del Capitán de Fragata, Máximo Rivero Kelly, quién en nombre de la Armada donó unos pequeños veleros a jóvenes residentes isleños.
      
Sin embargo, también, se registraron algunos incidentes. En 1975 al arribar al principal puerto del archipiélago el buque turístico argentino Regina Prima, fue conminado a izar el pabellón británico “en señal de cortesía”. Como las autoridades argentinas se negaron, el barco debió zarpar sin haber podido desembarcar los pasajeros.

            Poco tiempo después, el 4 de febrero de 1976 el buque inglés Shackleton que se disponía a explorar sin autorización en la plataforma continental Argentina, fue interceptado por el destructor ARA Almirante Storni que abrió fuego sobre su proa, obligándolo a abandonar la exploración y dirigirse a Puerto Stanley.
      
No obstante éstos y otros altibajos, ambos países continuaron con los acuerdos tendientes a establecer una mayor implementación. Dentro de esa política y sin perder sus objetivos de soberanía – tema que Gran Bretaña excluyo de las conversaciones – nuestro país procuró actuar siempre respetando los “intereses” de los habitantes de las Islas.
           
Como sumándose a esa creciente actividad, en marzo de 1976, el comerciante argentino, Constantino Davidoff, se presentó en la embajada británica en Buenos Aires requiriendo un permiso que le permitiera cumplir un contrato con la firma escocesa Christian Salvesen Limited de Edimburgo, Escocia, consistente en desmantelar las instalaciones de las factorías balleneras desactivadas en la década del sesenta que se encontraban en los puertos de Leith, Stromnness y Husvik de la Isla San Pedro en Georgias del Sur.

            Cuando Davidoff fue autorizado, requirió los servicios de Transportes Navales de la Armada que le fletó al Bahía Buen Suceso. El buque si bien se encontraba al borde de su vida útil pues estaba cercana la fecha de su radiación, por su porte y experiencia resultaba ideal para trasladarse a esas lejanas islas de origen volcánico que emergen abruptamente del mar en medio de un clima ordinariamente extremo.
           
En febrero de 1982, el Capitán Niella, recibió orden de alistar la nave para transportar personal y elementos destinados a un desguace en Georgias  y de inmediato se aboco a la tarea de poner en condiciones los sistemas principales y auxiliares de propulsión tratando de que todo alcanzara un grado aceptable de funcionamiento.
      
La orden de zarpada fue confirmada para el día 11 de marzo y a tal efecto le fueron entregadas al Capitán, además de las instrucciones de rutina, otras de carácter específico, dado que la zona a navegar era susceptible a despertar conflictos.
      
Hubo de tenerse en cuanta que a fines de 1976 nuestra Armada había desembarcado, con objeto de establecer una base científica, personal de esa  Institución en el Grupo Thule, de las Islas Sándwich, al sudoeste de Georgias y la instalación de dicha base, a pesar de su escasa repercusión pública, había alertado a los ingleses quienes decidieron seguir manteniendo en servicio al rompehielos Endurance, un viejo buque de guerra, considerado como la última expresión de apoyo armado británico en el Atlántico Sur, cuyo retiro estaba previsto para ese mismo año y cuya oculta finalidad consistía, ser un instrumento para la recolección de inteligencia. Esto pudo confirmarse en oportunidad de una visita de cortesía que este buque efectuó a la base de submarinos de Mar del Plata en enero de 1982, cuando su capitán, Nick Barker, evidenció su sorpresa al intuir que los oficiales de nuestra Armada abrigaban, acertadamente, la sospecha de que a bordo del mismo se albergaba una sección del GCHQ (Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno) dotada de operadores hispano parlantes.
           
El día de la partida del Bahía Buen Suceso ya se habían dispuesto las comodidades para los treinta y nueve operarios del desguace, quienes viajaban en calidad de pasajeros con el documento especial que otorgaba nuestra cancillería de acuerdo al convenio bilateral, para todos aquellos que lo hacían a la zona de influencia de Malvinas por razones comerciales o de turismo.

            Poco antes de zarpar un hecho insólito demoró la salida. Una información alertó acerca de una posible bomba que estaría próxima a estallar dentro del buque. Por precaución se hizo descender a los tripulantes y pasajeros y con la ayuda de una brigada especializada se inspeccionó la nave por sectores sin que pudiera hallarse el supuesto artefacto.
      
Disipada la duda, todos volvieron a bordo y zarparon de Puerto Belgrano, ya entrada la noche. Los primeros tramos de navegación transcurrieron en medio de cierta tensión debido a la falsa alarma, pero a medida que pasaron las horas tripulantes y pasajeros fueron distendiendo los ánimos y prontamente todos olvidaron el incidente.
      
Después de cinco días de navegación entraron en el espacio de Georgias, donde la densa niebla los obligó a reducir la marcha. Con mucha precaución, efectuando diversas maniobras, finalmente el día 18 pudieron fondear el barco en el interior de la Bahía Stromnness. Una aproximación al puerto les permitió comprobar que el muelle no estaba en condiciones de soportar un amarre. Por tanto, a pesar de que no era lo más recomendable, resolvieron, al día siguiente, hacer puerto en Leith.
      
Como la zona estaba siendo azotada por fuertes vientos se improvisaron amarres con cables asidos a unas viejas tuberías que partían de la costa. El lugar había funcionado como base de apoyo logístico a buques ingleses durante la Segunda Guerra Mundial, pero actualmente se hallaba inactivo.
      
Ese mismo día, bajo una fuerte lluvia y vientos de hasta 50 nudos, comenzó la lenta y riesgosa descarga de las ochenta toneladas de material y maquinarias por el precario muelle. Al finalizar la tarea, que les llevó un día y medio, recibieron una visita inesperada. Cuatro hombres vistiendo ropas antárticas se presentaron, hablaban en inglés, como científicos y representantes de la única autoridad británica en las islas, pidiendo hablar con el capitán del buque. Uno de ellos que se identificó con el nombre de Stephen, utilizando los servicios de intérprete del ingeniero del desguace, Gastón Briatore, requirió al Capitán, Niella sobre si llevaba a bordo personal militar. Tras recibir una respuesta negativa el supuesto científico le indicó a Niella que debían embarcar todo nuevamente, arriar una bandera argentina que alguien, sin ceremonias había puesto sobre una estructura, dejaran de cazar renos y pasarán por el puerto Grytviken a fin de registrarse y obtener el permiso de permanencia.
      
Los insólitos visitantes, que no eran otros que integrantes del denominado British Antartic Survey (BAS) o Servicio de Exploración Británico, apostados en las islas, tras rechazar la invitación de pasar la noche a bordo, fueron a ocupar una vieja casilla de correos que se alzaba junto a la costa. Al día siguiente, cargando sus abultadas mochilas, abandonaron bien temprano la posición, no sin antes entregar a Briatore un memorándum destinado al Capitán Niella, con las instrucciones que habían expresado verbalmente el día anterior. Dicho manifiesto contenía siete imposiciones:

1) Que los que habían desembarcado debían abandonar Puerto Leith.
2) Que debían presentarse en Grytiken.
3) Que debían arriar la bandera Argentina.
4) Que no debían interferir con las instalaciones del BAS.
5) Que no debían alterar ninguna de las señales.
6) Que a ningún militar se le permitiera desembarcar.
7) Que no se debía permitir el uso de armas de fuego (con el objeto de cazar renos). De no cumplir estos y otros requisitos se les indicaba que el barco y el personal desembarcado debían abandonar Georgias inmediatamente, de lo contrario serían desalojados.
      
Al tomar conocimiento Niella de estas demandas manuscritas en inglés, en un papel sin membrete cuya firma aclaratoria decía “gobernador de las islas Falkland”, manifestó que pediría instrucciones a Buenos Aires indicándole a Briatore que informara a los miembros del BAS que no se fueran hasta recibir respuesta, pero éstos ya se habían marchado.
      
Los requerimientos de los ingleses resultaban inauditos y solo se pudo dar cumplimiento a un punto referido al tema de la bandera que había sido izada, simbólicamente sin protocolo ni intenciones de provocación, por algunos operarios y fue retirada sin inconvenientes.
      
En cuanto al resto de las demandas fueron consideradas inapropiadas, dado que las autoridades británicas (en Londres, Malvinas, Buenos Aires y Georgias) ya habían sido notificadas y otorgado su conformidad al acto de comercio legal, por lo tanto la formalidad de presentarse en Grytviken podía obviarse o posponerse. No había desembarcado personal militar alguno, pues los había a bordo y si hubo manipuleo de elementos en tierra fue a los efectos de acondicionar el muelle para la descarga.  De cualquier manera los operarios tenían la tarjeta blanca del convenio argentino británico que había sido exhibida a los miembros del BAC y no correspondía ni visa ni pasaporte. Respecto a la caza de renos no resultaba acertado atribuírselo al grupo argentino, que no llevaba armas de caza, y seguramente estaba confusamente referido a los tripulantes de un yate francés, quienes, días anteriores en Leith, estuvieron matando renos y se habían retirado el día 17.
      
Hay que hacer notar que la noche del 20, el personal del BAS había tenído a bordo del Bahía Buen Suceso un encuentro de confraternización con los argentinos durante el cual se efectuaron brindis pero no se hicieron comentarios respecto a las exigencias. De todas maneras la gente del BAS, comandada por un tal Steve Martín, no tenían rango de funcionarios de inmigración y el tema de los permisos, además de caprichoso, era ajeno al comando del buque.
      
El día 21 desde la base del BAS se dio cuenta a Londres y Malvinas de las novedades en Georgias, por supuesto, desde el punto de vista inglés. La mendacidad de la información con respecto a un desembarco no autorizado de argentinos, alguno de ellos con ropa militar, y el despliegue de una bandera como manifestación de soberanía, resultaba absurda. Sin embargo y ahí esta la incongruencia, las autoridades británicas estallaron en ira y comenzaron a presionar por medios diplomáticos a fin de procurar el retiro de ese lugar de los técnicos argentinos. Como medida singular, dado que la presencia de los chatarreros no podían constituirse en amenaza, ese mismo día despacharon al Rompehielos HMS Endurance, desde Stanley, con infantes de marina a bordo quienes habían recibido la orden de desalojar a los argentinos del lugar.

            El mismo día 21, el Bahía Buen Suceso, luego que hubo completado el desembarco de los operarios y sus materiales, zarpó en las primeras horas  de la noche para continuar con su ruta prevista. Mientras navegaba lentamente por entre los intrincados laberintos de la helada bahía, el Capitán Niella, creyó ver, tras una espesa bruma, la silueta del Endurance que permanecía al acecho. Haciendo caso omiso de la amenazante presencia continuó serenamente su marcha rumbo a puerto de Ushuaia. Atrás quedaban los 39 operarios argentinos bajo la intimidación de la fuerza. Pero no iban a estar desprotegidos por mucho tiempo. Tres días más tarde se hizo presente en el lugar el Transporte ARA Bahía Paraíso del cual desembarcó un destacamento de hombres de nuestra Armada. Todo lo sucedido posteriormente ya es parte de nuestra historia.
      
Luego de tocar los puertos de Ushuaia y Puerto Deseado, el Bahía Buen Suceso recaló el 5 de abril en Puerto Belgrano, donde recibió órdenes de colocar prontamente la nave en condiciones de transportar personal en sus bodegas.
      
Ya se había producido el hecho del 2 de abril y con la recuperación de Malvinas y la toma de Georgias comenzaban a sucederse los requerimientos, pero como aún resultaban inciertos, el destino y el día de la posible partida, el capitán Niella, con buen criterio, sugirió a los Mandos Navales, dividir el personal de tripulantes en dos fracciones. Una de ellas estaría siempre a bordo en condiciones de poder zarpar imprevistamente y la otra aprovecharía el corto franco para llevar el sueldo a sus hogares y solucionar otras cuestiones de índole personal. La sugerencia fue aceptada y dado que no existió orden de movilización para el personal civil, se dio opción de licencia para aquellos que no deseaban continuar a borde o terminaban su contrato. Al producirse algunas vacantes las mismas fueron cubiertas por personal militar de la Armada.

            Ya con su destino fijo en Malvinas el buque fue sometido a reparaciones imprescindibles y se lo acondicionó con camas en el entrepuente de la bodega para que pudiera servir de alojamiento. Para todos los efectos la nave pasó a depender del Comando de Operaciones Navales y sin perjuicio del Comando natural que siguió correspondiendo al Capitán Niella, fue designado comandante militar de la misma el Capitán de Corbeta, Héctor E. Zukowsky.
      
Además de personal militar de la Armada destinado a las islas el Bahía Buen Suceso fue cargado con materiales de artillería antiaérea, vehículos, munición, minas, equipos, material para los ingenieros anfibios y 160 toneladas de víveres equivalentes a raciones para 2.000 hombres durante 30 días.
      
Al tener conocimiento del bloqueo impuesto por los británicos, declarando zona de guerra al área de 200 millas alrededor de las islas y la amenaza de atacar a todo buque argentino que ingresara a partir de la hora cero del día 12 de abril, se decidió la partida para el día 8 en horas de la noche.
      
Luego de cuatro días de atenta y sigilosa navegación, tratando de no ser interceptados por los sumergibles británicos que como se sabía, ya se encontraban en la zona, arribaron a Puerto Argentino el día 12, poco antes de las siete de la tarde.

            En el muelle principal de ese puerto, se procedió a desembarcar la tropa y a descargar los elementos de apoyo para la misma. Circunstancialmente el barco comenzó a funcionar como alojamiento de tropas, permaneciendo en ese lugar hasta el día 23, cuando, con el fin de dar lugar al Formosa, abandonó el muelle y fondeó en la bahía.
      
Como la estadía se fue prolongando más de lo previsto – en un principio se había hablado de seis días – comenzaron a notarse señales de agotamiento entre el personal civil. Además de las funciones normales, cumplidas con todo celo, le fueron requeridas, dentro de un tenso clima, tareas de colaboración mas allá de lo estipulado. A todo ello debió sumársele el tiempo que llevaban embarcados, pues todos venían navegando desde el mes de febrero con algunas breves estadías en puerto.
      
Surgió así la necesidad de pensar en un relevo. Para esta requisitoria el Capitán, Niella, recurrió al Capitán de Navío, Antonio José Mozzarelli, Jefe de la Subárea Naval Malvinas quién luego de algunas consultas, logró el licenciamiento de aquellos que lo habían solicitado, como así también aseguró su pronto regreso al continente. De inmediato las vacantes producidas por los marinos mercantes licenciados fueron cubiertas por personal militar de la Armada.
      
El Capitán Niella supuso que todos los tripulantes civiles se acogerían al plan de licencias legítimamente acreditadas, pero tuvo una grata sorpresa cuando tres de ellos, pidieron expresamente continuar embarcados. Estas excepciones fueron: el Cabo de Mar, José Martínez y los auxiliares de máquinas, Raúl Saavedra y Juan C. Sosa.
      
Niella reunió en su camarote a los voluntarios, para interesarse sobre cuales eran los motivos que les impulsaban a continuar en tan riesgosa misión, pudiendo acogerse a los beneficios de su bien ganada licencia. Tomando la palabra, Martínez le respondió: - “Mire capitán, con todo respeto, no quiero abandonar ni al buque ni a usted, además yo, como español que soy, si bien no hemos podido recuperar Gibraltar, en esta oportunidad que me da la vida pienso que los argentinos merecen nuestra firme ayuda. Por eso quiero continuar en servicio!.- Los otros dos tripulantes empleando sus propios argumentos fueron manifestando también la decisión de seguir con sus tareas a bordo.
      
Niella comprendió que se encontraba ante tres declarados valientes a quienes habría sido inútil tratar de disuadir. Con emocionadas palabras les agradeció el gesto y tras brindarle un fuerte abrazo comenzó a asignarles nuevos roles.
      
Martínez fue el hombre múltiple. Actuó en calidad de contramaestre, movió guinches y plumas. Cebó mate y en ocasiones se hizo cargo de la rueda del timón. Fue sin dudas su permanente alegría, muestra cabal del espíritu hispánico, que sabe enfrentar las adversidades con una sonrisa, la que muchas veces sirvió de ejemplo y ayudó a levantar los ánimos. Posteriormente se agregaron voluntariamente a la tripulación tres marinos mercantes provenientes del buque ARA Isla de los Estados.

A todo ello la marcha unísona de las acciones bélicas y diplomáticas, continuaban. Para el 25 de abril, tropas inglesas ya habían recuperado Georgias y una gran parte de su Fuerza de Tareas se encontraba próxima a emprender operaciones contra los emplazamientos argentinos en Malvinas.
      
También se habló de una propuesta para un retiro de ambas Fuerzas, en forma negociada, pero todo ello quedó relegado en la presionada maraña diplomática que se debatía en los foros internacionales a miles de kilómetros de allí. La realidad presentaba un panorama bastante distinto, poco optimista y bastante preocupante. En la zona deambulaban como tiburones hambrientos los submarinos nucleares británicos quienes seguían muy de cerca los desplazamientos de nuestra Flota de Mar y en especial del viejo crucero General Belgrano.
      
El 28 por la noche se recibió en el Bahía Buen Suceso la orden de zarpar inmediatamente pues se tenía información de un inminente ataque aéreo inglés y de acuerdo a la consideración de los mandos navales debía alejarse de Puerto Argentino a los grandes barcos. Este criterio, después de la guerra, fue reconocido por los mismos mandos como equivocado, pues de esa manera se privó a estos buques, desprovistos de defensas, de la protección de la artillería antiaérea que existía en aquél lugar. En el caso del Bahía Buen Suceso la falta de herramientas y repuestos, su deficiente sistema radial de comunicaciones y la carencia de contramedidas electrónicas agravaron su situación.
      
Dado que el buque era utilizado como alojamiento de tropas, hubo que proceder, previamente, a desembarcar a todo el personal ajeno al mismo.

Cumplido ese trámite levaron anclas a las cuatro de la mañana del día 29. Desde ese momento y contando solo con poco más del cincuenta por ciento de combustible y muy poco agua potable comenzaron a operar en distintos sitios de la costa sur de las islas, fondeando en lugares que las circunstancias y las órdenes imponían, transfiriendo a otros alijadores cargas y víveres en una trayectoria intrincada y riesgosa.
      
La cantidad de millas recorridas en esos días, fueron agotando las reservas de agua dulce y se impuso su racionamiento. Para ese entonces aviones enemigos ya habían detectado la actividad del transporte y con rasantes pasadas y también por medios radiales les intimaron a la rendición. Haciendo caso omiso a tales amenazas continuaron con las tareas impuestas, hasta que la falta de combustible y de agua potable tornaron insostenible la situación y ello los decidió a tomar puerto en Bahía Fox. En dicho lugar tenía asentamiento la Fuerza de Tareas de Ejército ”Reconquista” al mando del Teniente Coronel, Ernesto Repossi, integrada por el Regimiento de Infantería 8 que ocupaba la rivera Oeste y los efectivos de la Compañía de Ingenieros 9 que se encontraba sobre la margen Este, a órdenes del Mayor, Oscar Minorini Lima. En este asentamiento, sobre el lado oeste existía un establecimiento rural poblado por unas 10 familias.
      
El 10 de mayo tras un dificultoso atraque lograron concretar el objetivo. En el lugar pudieron procurarse un mínimo de agua potable de un pozo que se encontraba en el establecimiento rural, a cargo de administradores locales. Otra parte de ese necesario elemento provino de recolectar agua de lluvia.
      
Dos días más tarde un fuerte temporal hizo ceder el muelle, saltar una bita de tierra y al zafar el anclote el buque quedó varado, imposibilitado de mover su timón y su hélice. En su ayuda concurrió el alijador Monsunen quién trató inútilmente de hacerlo zafar de la varadura.
      
En días subsiguientes los tripulantes del transporte comenzaron una lenta descarga de tambores conteniendo aeronafta; cajas con víveres, aprestándose para evacuarlo.
      
El domingo 15, el amenazador sobrevuelo de un helicóptero en la madrugada terminó por decidir al Capitán de Corbeta, Zukowsky para dar la orden de abandonar la nave. A media mañana la tripulación había bajado a tierra con excepción del Capitán Niella, un telegrafista y Zukowsky. Cerca de las 10 se concretó el ataque.
      
El Capitán Niella se encontraba retirando algunos elementos de su camarote cuando oyó el inconfundible ruido de aviones que en número de dos, atacaron al buque desde la banda de estribor y de popa a proa. Niella atinó a salir al pasillo y tirarse cuerpo a tierra mientras escuchaba las estremecedoras explosiones de las bombas. Percibiendo cada vez más cerca las detonaciones decidió correr por el estrecho paso hacia el costado de babor, cuando muy cerca de él explotó una granada cuyas esquirlas se esparcieron por todo el ámbito provocándole una herida sangrante en la mano derecha. En ese momento vio bajar al radio operador, que visiblemente herido, alcanzó a dar unos pasos para caer en sus brazos. Con ayuda del Capitán Zukowsky lo asistieron primariamente y aguardaron a que el ataque cesara. Cuando esto ocurrió bajaron al telegrafista a tierra donde fue atendido por el médico de a bordo en una de las barracas que en tierra estaban destinadas a hospital de campaña.
      
Antes de caer la tarde los tripulantes del Bahía Buen Suceso ya se habían organizado para hacer supervivencia en tierra pero sin abandonar totalmente el buque. Con ese motivo se designó una guardia para que diariamente concurriera al mismo a efectos de efectuar algunas reparaciones y el mantenimiento de los equipos auxiliares indispensables. Poco antes de que terminara ese conflictivo día, arribaron a Puerto Fox, en calidad de náufragos, los tripulantes del Río Carcarañá y dos sobrevivientes del Isla de los Estados: el Capitán de Corbeta Alois Payarola y el Marinero, Alfonso López a quienes pudieron brindar algo de abrigo y comida. Más adelante con los tripulantes del Río Carcarañá compartieron además de las penurias de la guerra todos esos pequeños actos solidarios que hacen posible la convivencia en medio de un clima de necesidades extremas. No solo convinieron en participar de una comida en común, obtenida generalmente de víveres que aún quedaban en el  Bahía Buen Suceso, sino que también en el gesto solidario de compartir mantas y prendas de abrigo.

En la madrugada del día siguiente se recibió a bordo la orden, por parte del Comando Naval Malvinas de zarpar, pero la misma no pudo ser cumplida y posteriormente debió ser anulada, pues el barco se encontraba inmovilizado por averías en los generadores. Un día después el barco volvió a ser atacado con bombas tipo Beluga, por dos aviones Sea-Harrier.
      
En tierra con ayuda del jefe de la Compañía de Ingenieros 9 , se arreglaron para vivir en un pequeño galpón del puerto. Sin perjuicio de ello, pero un poco mas alejado, armaron un refugio con chapas, maderas y turba para protegerse de los ataques enemigos. Estos no tardaron en llegar, pero esta vez en forma de cañoneo naval. Ello obligó, mas adelante, a desplazar con gran esfuerzo el barco, llevándolo a unos ochocientos metros de su amarre original, pues donde se encontraba resultaba un blanco muy accesible.
       
Pese a que la posición, en días subsiguientes, sufrió diversos ataques, aéreos y navales, se pudo evitar la pérdida de muchas vidas, gracias a la iniciativa del Mayor, Minorini Lima, que se ocupó de construir posiciones y defensas simuladas.
      
Dichas obras consistían en el emplazamiento de caños – gruesas tuberías para desagüe – que se asemejaban a la artillería de costa, como también la colocación de tambores de 200 litros , cortados por la mitad, que reflejaban como radares, logrando atraer la acción del enemigo, permitiendo que funcionaran los radares reales y evitando que fueran tocadas las verdaderas posiciones. Más tarde, al finalizar la guerra los ingleses manifestaron que habían considerado muy costoso un ataque a dicha posición, ya que la consideraban “muy bien organizada”.
      
El miércoles 26 a la cero hora todos los tripulantes tuvieron que abandonar las barracas pues comenzó un cañoneo naval por parte de las naves británicas que duró más de dos horas. Durante el mismo un proyectil hizo impacto en el puesto de Comando de Ejército, destruyendo la estación de radio y dañando parcialmente una usina eléctrica. En estas circunstancias murió el Marinero de la Sub-área Naval Malvinas, José Ramón Turano y resultaron heridos los radio operadores del Río Carcarañá, Francisco Elizalde y  Raúl Bechi, que se encontraban colaborando en la radio.
      
Los días 30 de mayo y 3 de junio, luego de las primeras nevadas, se volvieron a repetir los cañoneos navales, siempre, con puntualidad inglesa, a las 3:45 de la madrugada. En estas ocasiones no hubo que lamentar víctimas y tampoco graves daños.
      
El sábado 5 fondeó en la ensenada de Fox el buque hospital ARA Bahía Paraíso, en el cual, además de los heridos fueron evacuadas, ese mismo día, las tripulaciones del Río Carcarañá y el Bahía Buen Suceso. Posteriormente las mismas fueron llevadas con helicópteros a Punta Quilla en la costa patagónica.
      
El Bahía Buen Suceso quedó integralmente a cargo del Comandantes Militar, quién el día 10 recibió la orden del CONAVINAS de alistarse para participar de un operativo. El mismo se trató de un intento destinado a cruzar el Canal San Carlos llevando efectivos del
Ejército apostados en Fox para abrir un segundo frente en la isla Soledad, pero por las razones ya conocidas la idea no pudo concretarse.
      
El 15 por la mañana llegó a conocimiento de los mandos militares de Ejército en Fox, la información del “alto el fuego”, acordado por el General Menéndez con los británicos. Ante ello y al no recibir respuesta respecto a que hacer con el barco, el Capitán Zukowsky procedió a la destrucción de la radio y documentación clasificada; arrojó al agua armas y municiones e inundó los tanques para asegurar la inmovilidad del buque. Antes del mediodía se hizo cargo del control del mismo una dotación de captura de la fragata británica Avenger, que  tomó prisionero a Zukowsky y lo envió a Puerto Argentino.
      
Poco después de finalizar la guerra el Bahía Buen Suceso fue remolcado mar afuera y utilizado como blanco de artillería y misiles por parte de unidades británicas. Finalmente fue torpedeado y hundido por el submarino convencional Onyx.
      
Si bien podemos pensar que este viejo barco no tuvo un final feliz, no podemos dejar de reconocer que su honrosa trayectoria de campañas antárticas y malvinenses lo hará mantenerse siempre en la memoria de todos aquellos que navegaron o se formaron con él. Su desempeño en la gesta de Malvinas en tanto estuvo al comando de nuestros marinos fue de pleno rendimiento, mucho más allá de sus limitaciones y posibilidades.
      
Por su actuación en la batalla el buque fue condecorado por nuestra Armada con la distinción “OPERACIONES EN COMBATE”.


1 comentario:

  1. En el año 1980 hice en calidad de oficial de radio a las islas malvinas. llevando pasajeros abordo.tengo un recuerdo, una pava de hoerro con pico largo, con la inscripcion London, seguramente pertenecio a unos de los primeros ingleses, que aterrizo en esa isla de viento y frio. tambien navegue con maquinista de apellidop Guetierres, que fue voluntaRIO Y MURIO EN ESA MISION.

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