Comentario. Capítulo 11 de la heroica tripulación del Yehuin en el conflicto por Malvinas, del libro de Jorge Muñoz “Misión cumplida”.
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Esa mañana de abril de 1982, la
inclemencia del tiempo se hacía sentir entre las naves fondeadas en el Puerto
de Río Gallegos.
Hacía más de veinte días que las Fuerzas Armadas Argentinas habían recuperado
las Islas Malvinas, dando así fin a los 149 años de ilegitima ocupación
británica. Dentro del Yehuin, un barco apto para operaciones
costa afuera, “Supply Vessel” (abastecedor ultramarino), cuya cubierta se veía
azotada por una fina llovizna, los rostros de los tripulantes reflejaban
cierta incertidumbre. Esa nave, habilitada para abastecimientos, mantenimiento
de boyas, estudios de fondeos marinos para perforaciones y en un tiempo dedicada
al apoyo logístico de la plataforma petrolera “Gral. Mosconi” de YPF, iba a ser
destinada para cumplir servicios dentro de la zona de guerra.
Efectivamente, ante un requerimiento de las autoridades navales de Puerto
Argentino que deseaban contar con otro buque de mayor capacidad de alije que
los ya disponibles (Monsunen y Forrest), la compañía Geomater a la cual
el barco pertenecía, ordenó entregar el mismo a personal de la Armada y
licenciar a la tripulación compuesta por marinos mercantes.
La trayectoria del Yehuin hacia suponer que la elección era
más que correcta pues el barco reunía las condiciones ideales para el desempeño
de la tarea que le aguardaba en las islas. Además de su velocidad y agilidad
poseía una amplia cubierta donde podían llevarse numerosos contenedores,
vehículos o instalar cualquier tipo de batería en el caso que se pensara en
artillarlo. Por otra parte su comandante original el Capitán de ultramar,
Germán Prillwitz contaba con más de treinta años de servicio, la mayoría de
ellos cumplidos en el Atlántico Sur. En la década del cincuenta, este
experimentado marino había llevado a cabo una campaña de tres años con más de
seis viajes a las islas Georgias, navegando para la Compañía Argentina de Pesca
a bordo del buque tanque Conquistador y del carguero Viejo
Arcón. Fue quizás por su gran conocimiento de la peligrosa geografía
costera de Georgias y sus puertos (Grytvken, Leith y Uswik) que en enero de
1981 el empresario argentino Constantino Davidoff lo contrató para que
planificara desde el punto de vista naviero el traslado y transporte de
hombres, maquinarias y materiales correspondientes a la empresa de desaguase de
factorías balleneras que Davidoff tenía programada en esos puertos. Con ese
motivo ambos viajaron a Georgias a fines de diciembre de 1981. como parte de la
planificación Prillwitz hizo comprar a Davidoff el carguero Cleopatra,
propiedad del armador griego Crisantacopulos de la Compañía Cormorán ; sin
embargo, más adelante Davidoff, consideró otras posibilidades y concretó su
negocio con el Bahía Buen Suceso de Transportes Navales de la
Armada a bordo del cual viajaron los 39 chatarreros que desembarcarían el 17 de
marzo de 1982 en la Isla San Pedro, y diera pié al gobierno inglés para
reaccionar desproporcionadamente en el litigio de Georgias – Malvinas.
En los primeros veinte días de iniciado el conflicto, el Capitán Prillwitz
cumplió por su propia voluntad al mando del Yehuin, una serie
de trabajos logísticos y de apoyo a las fuerzas que actuaban en la zona de la
costa patagónica, consistentes en el traslado de elementos tácticos a diversos
puertos. Sin prejuicio de ello Prillwitz siempre presto a colaborar estuvo
atento a todo lo que consideró de importancia para informar, especialmente a
los mandos navales. Fue así que en cierta oportunidad encontrándose muy cerca
de la zona de exclusión tuvo un sostenido encuentro por eco de radar de
tres claras siluetas de submarinos que se encontraban en la línea Ushuaia, Río
Gallegos, Magallanes. En otro momento navegando a pocas millas de la costa de
Tierra del Fuego percibió claramente señales lumínicas dirigidas a algún punto
en el mar, provenientes de una zona conocida como Estancia Cullen, al Norte de
la Bahía San Sebastián (donde según referencias tendría asiento personal del
consulado inglés). Esta novedad la comunicó de inmediato a los mandos de la
zona y su percepción no estuvo equivocada, pues un mes después una incursión de
comandos británicos con el fin de atacar la base aeronaval de Río Grande
penetró nuestro espacio territorial muy cerca de allí.
El día 27 de abril, el Capitán de Corbeta, Eduardo Adolfo Llambí, junto a dos
oficiales y once hombres del personal subalterno de la Armada provenientes de
buenos Aires y Puerto Belgrano se trasladaron por vía aérea a Río Gallegos con
la misión de inspeccionar el Yehuin y en caso de confirmar su
aptitud hacerse cargo del mismo, alistarlo y zarpar a la brevedad para
Malvinas.
En horas de la tarde, una vez que el Capitán Llambí constató la aptitud del
barco, se dispuso para asumir su control. A fin de concretar oficialmente el
traspaso del comando se hizo presente, Oscar García Lattuada, quién como
gerente de armamento de la Empresa Geomater, verificó personalmente que ello se
cumpliera en las mejores condiciones. El Capitán original de la nave, Sr.
Germán Prillwitz, entregó el mando al nuevo comandante militar y pese a que
éste expresó su deseo de que algunos de los tripulantes salientes pudieran
acompañarlo hasta Malvinas, dados que por ser conocedores del barco, su ayuda
sería inestimable, Prillwitz no consideró oportuno ser de la partida y para
ello esgrimió tres argumentos: primero, no pareció coincidir con los criterios
del Capitán Llambí; en segundo lugar manifestó haber tenido conocimiento que
personas ajenas al operativo sabían de la partida y destino de la nave
estimando por consiguiente que no se habían tomado los recaudos de seguridad;
finalmente porque decidió acogerse a los beneficios de la licencia, de la cual,
la Compañía le adeudaba más de cien días. Los cinco integrantes restantes de la
tripulación, luego de una corta deliberación, expresaron si decisión de
continuar prestando servicios a bordo en calidad de tripulación voluntaria. Se
trató del Jefe de Máquinas, Ramón Coronel; 2do. de máquinas, Roberto Siliberti;
el contramaestre, Ernesto Vega y los marineros timoneles, Santiago Fiadino y
Héctor Valdez.
La determinación no sorprendió, pues no eran pocos los marinos mercantes en
cuya sangre bullía el deseo de colaborar en la histórica reivindicación. Esta
decisión además, satisfizo enormemente a los hombres de la Armada quienes
supieron valorar el espontáneo gesto. Por su parte, Lattuada, que en el año
1980 había acompañado al Yehuin en su navegación desde
Sudáfrica hasta Argentina, quiso ser de la partida y haciendo honor a la
tradicional nobleza de su estirpe correntina, decidió, voluntariamente, también
acompañarlos en su travesía a Malvinas. Previo a ello, todos firmaron un acta
por la cual liberaron de cualquier responsabilidad a la empresa naviera, por la
libre resolución.
Pese a la circunstancia negativa a realizar el viaje por parte de Prillwitz, el
mismo continuó apoyando la causa de Malvinas y se presentó a las autoridades
navales de Buenos Aires a las cuales expuso un interesante plan para armar en
calidad de corsarios a dos buques cargueros, el Ushuaia y
el Río Grande pertenecientes a una empresa particular. Según
su idea, estas naves dotadas de las condiciones necesarias para ese trabajo,
capacidad, velocidad, plumas hidráulicas, compuertas laterales, etc. debían ser
acondicionadas con armamento de baterías apropiadas y servirían para atacar a
naves británicas de aprovisionamiento en medio del Atlántico en su trayecto de
Ascensión en Malvinas. El desembarco por parte de los ingleses en san Carlos el
día 21 de mayo desalentó el proyecto y todo quedó sin efecto.
El temerario cruce a Malvinas por parte del Yehuin se inició
el día 29 a las 16:25 hs., aprovechando la marea de la tarde y resultó el
último intento concretado por un barco argentino, al romper el bloqueo durante
la guerra y llegar a las islas. Esa distinción le correspondió al Yehuin, voz
que en lengua aborigen Ona significa: “Mi cantar” y nombre que también se haría
popular entre las Fuerzas destacadas en las islas.
Con las luces apagadas; en total silencio electrónico y favorecido por un recio
temporal, el atrevido barco fue penetrando en la peligrosa zona de exclusión
totalmente controlada por submarinos y destructores enemigos.
El arribo y recalada en la Isla Pájaro, en la entrada del estrecho de San
Carlos, se produjo en las primeras horas del 1 de mayo, coincidiendo con el
primer ataque aéreo inglés a Puerto Argentino. Efectivamente a las 4:40 hs. de
ese domingo, un bombardero inglés dejo caer varias bombas sobre el aeropuerto
que no alcanzaron a destruir la pista de aterrizaje. Luego, al romper las primeras
luces del alba, aviones Harrier, despegados del portaaviones británico Hermes,
en vuelo bajo y veloz, atacaron nuestras posiciones. Como respuesta, las
alertadas defensas argentinas lograron abatir algunas aeronaves incursoras.
Durante el resto del día naves inglesas cañonearon las posiciones que rodeaban
Puerto argentino hasta que un contraataque de acciones nacionales logró averiar
a dos de aquellas obligándolas a retirarse junto al resto de la flota.
Cerca de la hora 16:00 el Yehuin siempre pegado a la costa
procuraba acercarse a su destino cuando se cruzó de vuelta encontrada con dos
buques mercantes con quienes no logró establecer comunicación.
Se trataba del Río Carcarañá y el Formosa que
buscaban alejarse de Puerto Argentino donde los continuos ataques hacían
peligrar su integridad. Poco después, nuestro barco arribó al punto de reunión
para su ingreso al Canal de Acceso, justo en el momento en que se producía otro
ataque aéreo enemigo. Tras escuchar por radio que otra nave a cargo de la
Armada , el alijador Forrest, era atacado por un helicóptero,
recibieron de parte del Comando Naval Malvinas la orden de protegerse, por lo
que se dirigieron a Puerto Aventura, en Bahía Laberinto, donde fondearon cuando
faltaba cerca de una hora para la medianoche. Al parecer dicho lugar se había
transformado en un refugio de barcos, pues dos millas más adentro de la caleta
se encontraba fondeado el Transporte Isla de los Estados y
posteriormente lo hizo en sus cercanías (Puerto Cerro) el Bahía Buen
Suceso.
Al día siguiente permanecieron fondeados aguardando directivas. Esa noche
recibieron a bordo, en la frecuencia internacional de auxilio en radiotelefonía
(2182 kHz) un breve mensaje que decía: “Lancha, lancha, emita que no lo
escucho...”.Luego se enteraron que ese llamado había sido emitido a
doscientas millas de allí por tripulantes náufragos del Crucero General
Belgrano que había sido torpedeado y hundido por un submarino inglés.
El día 3 recibieron la orden de dirigirse a la caleta más cercana, Puerto
Yegua, en la ensenada Choiseul, donde echaron anclas. Veinticuatro horas
después zarparon nuevamente, pero esta vez acompañados por un Guardacostas de
la Prefectura Naval que los guió a través del laberinto de minas que protegía
el acceso a la Bahía Groussac , hasta llevarlos a Puerto Argentino en cuyo
muelle amarraron cuando eran las 15:30 hs. de la tarde.
La llegada del Yehuin vino a completar una creciente necesidad
de poder contar en las islas con un barco de sus características. Con una
eslora de 53 metros y 11 de manga, impulsado por dos motores diesel que le
permitían una velocidad de 8 nudos, resultaba el buque ideal para tareas de
alije. Es decir, que el trasbordo, carga y descarga desde y hacia otras naves o
embarcaderos, constituyó su tarea habitual especialmente en esa zona donde no
se contaba con instalaciones portuarias aptas. Con buen o mal tiempo, bajo
continuos bombardeos y superando el intrincado perfil isleño, la ágil
embarcación fue conducida con buen pulso y mejor tino a cumplir la totalidad de
las misiones impuestas. De esa manera víveres, medicinas, heridos, tropas y
apoyos logísticos fueron llevados, de día y de noche, con seguridad y presteza
a sus destinos en medio del fárrago de la guerra.
Asimismo el pequeño barco, cuya cubierta presentaba amplios espacios libres,
quiso ser aprovechada para instalar en su popa, un montaje de mísiles Exocet
MM-38, que ya poseían algunos barcos de nuestra Armada, pero debido a la falta
de un generador apropiado y giro compás, instrumento vital que le hubiera
permitido al lanzador la valiosa información de acimut con la debida precisión,
dicha posibilidad tuvo que ser descartada.
Entre los muchos rasgos positivos que dejó la experiencia de
complementar a bordo, elementos militares y civiles que no habían tenido previo
contacto, resultó destacable el alto nivel de comportamiento. Desde un
principio y atendiendo a la buena voluntad manifestada por los tripulantes
civiles que se avinieron a prestar su colaboración en forma generosa y
voluntaria; existió entre ambos grupos un gran respeto.
Ello hizo posible que la convivencia en esos largos cuarenta días,
transcurriera en un clima de verdadera hermandad.
Fue habitual ver aparecer el Yehuin en cualquier recodo
del archipiélago.
Su
singular perfil, no sólo era motivo de alegría en los distintos puestos
costeros, sino también, causa de irritación para el enemigo que, en
conocimiento de su activa presencia, lo buscó durante todo el conflicto sin
poder localizarlo. Por tal motivo, a fin de proporcionarle algo más de
protección, al comenzar el mes de junio se optó por pintar su casco,
originalmente gris, de negro y se le adosaron, para su defensa, dos
ametralladoras de calibre 7,62 mm que habían pertenecido a un avión Pucará.
Además, se dotó a su tripulación de cuatro fusiles automáticos pesados FAP.
Al día siguiente de su llegada el Yehuin recibió la orden de
zarpar hacia Puerto Rey, al sudoeste del Estrecho San Carlos, con objeto de
colaborar en el alije del Río Carcarañá y llevar en calidad
pasajeros a nueve hombres de Ejercito: el Mayor Médico, Andrés Chovancek;
Capitán Médico Alcides Alberto Cichero; Teniente Primero Médico, Bernardo
Gadan; Cabos Luis Premartes y Pelinsky y los Soldados Jorge Arias, Gustavo
Ferreyra, Daniel Omar Marcel y José Rubén Zancheta. Poco antes de llegar a ese
destino, recibieron la orden de dirigirse a Bahía Fox, al sudoeste de la Gran Malvinas,
con objeto de colaborar en el alije del Bahía Buen Suceso y
del Isla de los Estados que se encontraban en ese fondeadero.
Arribaron cerca del mediodía y se amadrinaron al primero de los barcos; del
cual recibieron para su posterior traslado a Puerto Argentino, al Capellán de
la Armada, Pbro. Ángel Mafezzini, quién hizo propicia la ocasión para celebrar,
a bordo, una misa por los caídos en combate.
Al finalizar la misma el capellán, que había expresado con sentidas palabras el
gran sacrificio que todos estaban haciendo en bien de la Patria, procedió a
bendecir y entregar un rosario a cada uno de los tripulantes civiles.
Después de pasar la noche en esa posición debieron aguardar hasta las 11:00 hs.
del día siguiente, a que levantara la niebla para entonces comenzar una activa
tarea. Atracaron junto al Isla de los Estados al cual
transbordaron 500 kilos de carne congelada que habían recibido del Bahía
Buen Suceso y a su vez recibieron de aquél, seis contenedores cargados
y dos cocinas de campaña.
Asimismo en el muelle de
Bahía Fox, desembarcaron el personal de Ejército que llevaban de pasaje.
A las 16:30 hs. zarparon de regreso a Puerto Argentino, donde arribaron en
medio de una intensa niebla, con visibilidad inferior a los 200 metros.
A partir de ese día el Yehuin quedó retenido en ese
puerto, listo para zarpar, por ser el único buque disponible en el lugar con
capacidad de alije.
Su dotación participó para ese tiempo de emotivas ceremonias llevadas a cabo en
el Apostadero Naval Malvinas. Una de ellas aconteció el día 17, en
conmemoración del día de la Armada. Otra, ocurrió una semana después cuando se
celebró a bordo una misa por el alma del Cabo 2do Julio Omar Benítez, de
Prefectura Naval, muerto el día 22 en circunstancias que actuaba en defensa del
guardacostas Río Iguazú y el día 29, de ese mismo mes, se
efectuó, también a bordo una reunión de camaradería con participación de
hombres de las tres Armas en recordación del día del Ejército.
El 24 de mayo el Yehuin sufrió una avería en el compresor de
arranque de sus motores, para el que no disponía de repuestos, pero gracias a
la capacidad e iniciativa de sus tripulantes el problema pudo ser resuelto.
Consultadas las dotaciones de otras Fuerzas, obtuvieron la ayuda de personal
técnico del Ejército, quién les facilitó un compresor portátil que utilizaban
los buzos tácticos, con el que reemplazaron la maquina deteriorada.
Al finalizar el mes de mayo, quince días antes del alto el fuego, fueron
evacuados en avión hacia el continente, cinco marinos mercantes del Yehuin,
con excepción de García Lattuada que voluntariamente decidió permanecer en su
puesto hasta el día 6 de junio en que fue evacuado al buque polar ARA Bahía
Paraíso que había sido transformado en buque hospital y se encontraba
en la bahía interior de Puerto Groussac desde el día 1ro. El ingreso de García
Lattuada al Bahía Paraíso se concretó en calidad de herido de
guerra, pues cuatro días antes, al ser atacado el Yehuin en
Puerto Argentino, el fuerte sacudón de una bomba que explotó junto al barco lo
hizo caer cuando bajaba una escalera produciéndole heridas en la cabeza, la
fisura de una costilla y lesiones en la columna vertebral.
En esos días el Yehuin efectuó un par de viajes hasta donde se
encontraba el Bahía Paraíso a quién le alijó 240 toneladas de
víveres y equipos y 26.000 litros de nafta. En uno de esos viajes también
procedió al traslado de diez heridos, que ingresaron a la nave sanitaria para
su atención y posterior evacuación.
Un día antes de finalizar el conflicto echó anclas en Puerto Groussac, el Buque
Hospital Almirante Irizar. Por la noche el Yehuin atracó
a su costado y le transfirió sesenta heridos, recibiendo a su vez equipos y
ropa de abrigo.
Cuando el día 14 se impuso el alto el fuego”, trataron de repetir la maniobra
pero la honda de mar y los intensos rolidos del Almirante Irizar le
impidieron hasta que el 16 por la mañana por medio de redes de desembarco y
escalas de gato consiguieron transbordar setenta heridos y sesenta hombres de
la Armada, correspondientes del Apostadero Naval y tripulantes del Forrest y
el Penélope.
Cuando García Lattuada emprendió el regreso con el Bahía Paraíso pudo
ver dentro del mismo la otra cara de la guerra. Las bodegas del barco estaban
atestadas de heridos, que volvían en difíciles condiciones. Sin dudar un
instante Lattuada se sumó de allí en más a los equipos de apoyo sanitario para
prestar toda su colaboración en la atención del personal militar afectado por
la contienda. A medida que el barco hospital se alejaba de Puerto Argentino y
los que podían se asomaban por la borda o por los ojos de buey y se quedaban
mirando con dolor y nostalgia esa tierra Argentina que les era arrebatada por
segunda vez. Lattuada, quién ahora más que nunca se sentía unido a esos
valerosos combatientes, atesoraba entre sus ropas la bandera Argentina con la
cual su barco burló el bloqueo y había ondeado orgullosa por nuestras
islas durante cuarenta y cinco días en un periplo que abarcó 860 millas
náuticas.
El 17 de junio, poco antes del mediodía una dotación de presa de la fragata
inglesa Plymouth se hizo cargo del Yehuin, que
quedó en el área de Malvinas. Antes de descender de la nave la tripulación
argentina arrió solemnemente el pabellón nacional que fue saluda también por
algunos elementos británicos que se encontraban a bordo. Después este barco
continuó operando con tripulación de la administración británica de las islas,
primero bajo el nombre de Black Pigg (cerdo negro) y luego con
la denominación Falkland Sound.
El personal militar subalterno de la dotación fue trasladado al Bahía
Paraíso con el cual regresaron al continente. Los oficiales de la Armada,
quedaron en calidad de prisioneros en Puerto Argentino donde pasaron la primera
noche de cautiverio encerrados en un frío galpón del puerto. Al día siguiente
fueron trasladados en helicóptero al campo de prisioneros de Bahía Ajas, donde
permanecieron hasta el día 30, momento en que junto a otros prisioneros fueron
llevados al buque hospital británico de carga y pasajeros Saint Edmund,
que los desembarcó el 14 de julio en Puerto Madryn.
La retención prolongada de los oficiales de este buque, junto a otros jefes
prisioneros de distintas Armas, fue parte de una política de presión que el
gobierno inglés ejerció sobre nuestro país para evitar que reanudara las
acciones y que declarara el cese de hostilidades, pero esa táctica extorsiva no
les dio resultado y nuestro gobierno recién adoptó dicha decisión nueve años
más tarde.
El Yehuin fue comprado en 1992 a la administración británica
de las islas por un Armador griego que lo llevó hasta el puerto de Montevideo
donde le otorgaron bandera panameña. Poco después fue adquirido por un Armador
argentino que lo mantuvo en actividad bajo el nombre de River
Express para trabajos en ríos de nuestra jurisdicción fluvial. En 1995
el Centro de Civiles Veteranos de Guerra, inició un trámite ante la Secretaria
de Cultura de la Nación, la moción de declarar al Yehuin Patrimonio
Histórico de la Nación, en mérito a su valerosa e histórica trayectoria que
mereció por parte de la Armada Nacional la condecoración “OPERACIONES EN
COMBATE”:”En reconocimiento por los hechos heróicos y acciones de mérito
extraordinario realizados en operaciones durante la Campaña Malvinas ”.
Para marzo de 2008- el Yehuín se
encontraba amarrado en un astillero de la Dársena Sur del puerto de Buenos
Aires y autoridades de la Flota Fluvial del Estado, en conjunción con el Centro
de Civiles Veteranos de Guerra gestionaron incorporar a la nave a dicha Flota.
En la actualidad el Yehuin, casi integralmente reestructurado, se
encuentra navegando aguas argentinas como parte de una empresa naviera
particular.
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