10 de abril de 2014

Yehuin. Conflicto de Malvinas

    Comentario. Capítulo 11 de la heroica tripulación del Yehuin en el conflicto por Malvinas, del libro de Jorge Muñoz “Misión cumplida”.

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     Esa mañana de abril de 1982, la inclemencia del tiempo se hacía sentir entre las naves fondeadas en el Puerto de Río Gallegos.

       Hacía más de veinte días que las Fuerzas Armadas Argentinas habían recuperado las Islas Malvinas, dando así fin a los 149 años de ilegitima ocupación británica. Dentro del Yehuin, un barco apto para operaciones costa afuera, “Supply Vessel” (abastecedor ultramarino), cuya cubierta se veía azotada por una fina llovizna, los rostros de los tripulantes reflejaban  cierta incertidumbre. Esa nave, habilitada para abastecimientos, mantenimiento de boyas, estudios de fondeos marinos para perforaciones y en un tiempo dedicada al apoyo logístico de la plataforma petrolera “Gral. Mosconi” de YPF, iba a ser destinada para cumplir servicios dentro de la zona de guerra.



       Efectivamente, ante un requerimiento de las autoridades navales de Puerto Argentino que deseaban contar con otro buque de mayor capacidad de alije que los ya disponibles (Monsunen y Forrest), la compañía Geomater a la cual el barco pertenecía, ordenó entregar el mismo a personal de la Armada y licenciar a la tripulación compuesta por marinos mercantes.


       La trayectoria del Yehuin hacia suponer que la elección era más que correcta pues el barco reunía las condiciones ideales para el desempeño de la tarea que le aguardaba en las islas. Además de su velocidad y agilidad poseía una amplia cubierta donde podían llevarse numerosos contenedores, vehículos o instalar cualquier tipo de batería en el caso que se pensara en artillarlo. Por otra parte su comandante original el Capitán de ultramar, Germán Prillwitz contaba con más de treinta años de servicio, la mayoría de ellos cumplidos en el Atlántico Sur. En la década del cincuenta, este experimentado marino había llevado a cabo una campaña de tres años con más de seis viajes a las islas Georgias, navegando para la Compañía Argentina de Pesca a bordo del buque tanque Conquistador y del carguero Viejo Arcón. Fue quizás por su gran conocimiento de la peligrosa geografía costera de Georgias y sus puertos (Grytvken, Leith y Uswik) que en enero de 1981 el empresario argentino Constantino Davidoff lo contrató para que planificara desde el punto de vista naviero el traslado y transporte de hombres, maquinarias y materiales correspondientes a la empresa de desaguase de factorías balleneras que Davidoff tenía programada en esos puertos. Con ese motivo ambos viajaron a Georgias a fines de diciembre de 1981. como parte de la planificación Prillwitz hizo comprar a Davidoff el carguero Cleopatra, propiedad del armador griego Crisantacopulos de la Compañía Cormorán ; sin embargo, más adelante Davidoff, consideró otras posibilidades y concretó su negocio con el Bahía Buen Suceso de Transportes Navales de la Armada a bordo del cual viajaron los 39 chatarreros que desembarcarían el 17 de marzo de 1982 en la Isla San Pedro, y diera pié al gobierno inglés para reaccionar desproporcionadamente en el litigio de Georgias – Malvinas.

       En los primeros veinte días de iniciado el conflicto, el Capitán Prillwitz cumplió por su propia voluntad al mando del Yehuin, una serie de trabajos logísticos y de apoyo a las fuerzas que actuaban en la zona de la costa patagónica, consistentes en el traslado de elementos tácticos a diversos puertos. Sin prejuicio de ello Prillwitz siempre presto a colaborar estuvo atento a todo lo que consideró de importancia para informar, especialmente a los mandos navales. Fue así que en cierta oportunidad encontrándose muy cerca de la zona de exclusión tuvo un sostenido encuentro  por eco de radar de tres claras siluetas de submarinos que se encontraban en la línea Ushuaia, Río Gallegos, Magallanes. En otro momento navegando a pocas millas de la costa de Tierra del Fuego percibió claramente señales lumínicas dirigidas a algún punto en el mar, provenientes de una zona conocida como Estancia Cullen, al Norte de la Bahía San Sebastián (donde según referencias tendría asiento personal del consulado inglés). Esta novedad la comunicó de inmediato a los mandos de la zona y su percepción no estuvo equivocada, pues un mes después una incursión de comandos británicos con el fin de atacar la base aeronaval de Río Grande penetró nuestro espacio territorial muy cerca de allí.
       El día 27 de abril, el Capitán de Corbeta, Eduardo Adolfo Llambí, junto a dos oficiales y once hombres del personal subalterno de la Armada provenientes de buenos Aires y Puerto Belgrano se trasladaron por vía aérea a Río Gallegos con la misión de inspeccionar el Yehuin y en caso de confirmar su aptitud hacerse cargo del mismo, alistarlo y zarpar a la brevedad para Malvinas.
       En horas de la tarde, una vez que el Capitán Llambí constató la aptitud del barco, se dispuso para asumir su control. A fin de concretar oficialmente el traspaso del comando se hizo presente, Oscar García Lattuada, quién como gerente de armamento de la Empresa Geomater, verificó personalmente que ello se cumpliera en las mejores condiciones. El Capitán original de la nave, Sr. Germán Prillwitz, entregó el mando al nuevo comandante militar y pese a que éste expresó su deseo de que algunos de los tripulantes salientes pudieran acompañarlo hasta Malvinas, dados que por ser conocedores del barco, su ayuda sería inestimable, Prillwitz no consideró oportuno ser de la partida y para ello esgrimió tres argumentos: primero, no pareció coincidir con los criterios del Capitán Llambí; en segundo lugar manifestó haber tenido conocimiento que personas ajenas al operativo sabían de la partida y destino de la nave estimando por consiguiente que no se habían tomado los recaudos de seguridad; finalmente porque decidió acogerse a los beneficios de la licencia, de la cual, la Compañía le adeudaba más de cien días. Los cinco integrantes restantes de la tripulación, luego de una corta deliberación, expresaron si decisión de continuar prestando servicios a bordo en calidad de tripulación voluntaria. Se trató del Jefe de Máquinas, Ramón Coronel; 2do. de máquinas, Roberto Siliberti; el contramaestre, Ernesto Vega y los marineros timoneles, Santiago Fiadino y Héctor Valdez.

       La determinación no sorprendió, pues no eran pocos los marinos mercantes en cuya sangre bullía el deseo de colaborar en la histórica reivindicación. Esta decisión además, satisfizo enormemente a los hombres de la Armada quienes supieron valorar el espontáneo gesto. Por su parte, Lattuada, que en el año 1980 había acompañado al Yehuin en su navegación desde Sudáfrica hasta Argentina, quiso ser de la partida y haciendo honor a la tradicional nobleza de su estirpe correntina, decidió, voluntariamente, también acompañarlos en su travesía a Malvinas. Previo a ello, todos firmaron un acta por la cual liberaron de cualquier responsabilidad a la empresa naviera, por la libre resolución.

       Pese a la circunstancia negativa a realizar el viaje por parte de Prillwitz, el mismo continuó apoyando la causa de Malvinas y se presentó a las autoridades navales de Buenos Aires a las cuales expuso un interesante plan para armar en calidad de corsarios a dos buques cargueros, el Ushuaia y el Río Grande pertenecientes a una empresa particular. Según su idea, estas naves dotadas de las condiciones necesarias para ese trabajo, capacidad, velocidad, plumas hidráulicas, compuertas laterales, etc. debían ser acondicionadas con armamento de baterías apropiadas y servirían para atacar a naves británicas de aprovisionamiento en medio del Atlántico en su trayecto de Ascensión en Malvinas. El desembarco por parte de los ingleses en san Carlos el día 21 de mayo desalentó el proyecto y todo quedó sin efecto.

       El temerario cruce a Malvinas por parte del Yehuin se inició el día 29 a las 16:25 hs.,  aprovechando la marea de la tarde y resultó el último intento concretado por un barco argentino, al romper el bloqueo durante la guerra y llegar a las islas. Esa distinción le correspondió al Yehuin, voz que en lengua aborigen Ona significa: “Mi cantar” y nombre que también se haría popular entre las Fuerzas destacadas en las islas.

       Con las luces apagadas; en total silencio electrónico y favorecido por un recio temporal, el atrevido barco fue penetrando en la peligrosa zona de exclusión totalmente controlada por submarinos y destructores enemigos.

       El arribo y recalada en la Isla Pájaro, en la entrada del estrecho de San Carlos, se produjo en las primeras horas del 1 de mayo, coincidiendo con el primer ataque aéreo inglés a Puerto Argentino. Efectivamente a las 4:40 hs. de ese domingo, un bombardero inglés dejo caer varias bombas sobre el aeropuerto que no alcanzaron a destruir la pista de aterrizaje. Luego, al romper las primeras luces del alba, aviones Harrier, despegados del portaaviones británico Hermes, en vuelo bajo y veloz, atacaron nuestras posiciones. Como respuesta, las alertadas defensas argentinas lograron abatir algunas aeronaves incursoras. Durante el resto del día naves inglesas cañonearon las posiciones que rodeaban Puerto argentino hasta que un contraataque de acciones nacionales logró averiar a dos de aquellas obligándolas a retirarse junto al resto de la flota.

       Cerca de la hora 16:00 el Yehuin siempre pegado a la costa procuraba acercarse a su destino cuando se cruzó de vuelta encontrada con dos buques mercantes con quienes no logró establecer comunicación.

Se trataba del Río Carcarañá y el Formosa que buscaban alejarse de Puerto Argentino donde los continuos ataques hacían peligrar su integridad. Poco después, nuestro barco arribó al punto de reunión para su ingreso al Canal de Acceso, justo en el momento en que se producía otro ataque aéreo enemigo. Tras escuchar por radio que otra nave a cargo de la Armada , el alijador Forrest, era atacado por un helicóptero, recibieron de parte del Comando Naval Malvinas la orden de protegerse, por lo que se dirigieron a Puerto Aventura, en Bahía Laberinto, donde fondearon cuando faltaba cerca de una hora para la medianoche. Al parecer dicho lugar se había transformado en un refugio de barcos, pues dos millas más adentro de la caleta se encontraba fondeado el Transporte Isla de los Estados y posteriormente lo hizo en sus cercanías (Puerto Cerro) el Bahía Buen Suceso.

       Al día siguiente permanecieron fondeados aguardando directivas. Esa noche recibieron a bordo, en la frecuencia internacional de auxilio en radiotelefonía (2182 kHz) un breve mensaje que decía: “Lancha, lancha, emita que no lo escucho...”.Luego se enteraron que ese llamado había sido emitido a doscientas millas de allí por tripulantes náufragos del Crucero General Belgrano que había sido torpedeado y hundido por un submarino inglés.

       El día 3 recibieron la orden de dirigirse a la caleta más cercana, Puerto Yegua, en la ensenada Choiseul, donde echaron anclas. Veinticuatro horas después zarparon nuevamente, pero esta vez acompañados por un Guardacostas de la Prefectura Naval que los guió a través del laberinto de minas que protegía el acceso a la Bahía Groussac , hasta llevarlos a Puerto Argentino en cuyo muelle amarraron cuando eran las 15:30 hs. de la tarde.

       La llegada del Yehuin vino a completar una creciente necesidad de poder contar en las islas con un barco de sus características. Con una eslora de 53 metros y 11 de manga, impulsado por dos motores diesel que le permitían una velocidad de 8 nudos, resultaba el buque ideal para tareas de alije. Es decir, que el trasbordo, carga y descarga desde y hacia otras naves o embarcaderos, constituyó su tarea habitual especialmente en esa zona donde no se contaba con instalaciones portuarias aptas. Con buen o mal tiempo, bajo continuos bombardeos y superando el intrincado perfil isleño, la ágil embarcación fue conducida con buen pulso y mejor tino a cumplir la totalidad de las misiones impuestas. De esa manera víveres, medicinas, heridos, tropas y apoyos logísticos fueron llevados, de día y de noche, con seguridad y presteza a sus destinos en medio del fárrago de la guerra.

       Asimismo el pequeño barco, cuya cubierta presentaba amplios espacios libres, quiso ser aprovechada para instalar en su popa, un montaje de mísiles Exocet MM-38, que ya poseían algunos barcos de nuestra Armada, pero debido a la falta de un generador apropiado y giro compás, instrumento vital que le hubiera permitido al lanzador la valiosa información de acimut con la debida precisión, dicha posibilidad tuvo que ser descartada.
  
Entre los muchos rasgos positivos que dejó la experiencia de complementar a bordo, elementos militares y civiles que no habían tenido previo contacto, resultó destacable el alto nivel de comportamiento. Desde un principio y atendiendo a la buena voluntad manifestada por los tripulantes civiles que se avinieron a prestar su colaboración en forma generosa y voluntaria; existió entre ambos grupos un gran respeto.

Ello hizo posible que la convivencia en esos largos cuarenta días, transcurriera en un clima de verdadera hermandad.
      
Fue habitual ver aparecer el Yehuin en cualquier recodo del archipiélago.
Su singular perfil, no sólo era motivo de alegría en los distintos puestos costeros, sino también, causa de irritación para el enemigo que, en conocimiento de su activa presencia, lo buscó durante todo el conflicto sin poder localizarlo. Por tal motivo, a fin de proporcionarle algo más de protección, al comenzar el mes de junio se optó por pintar su casco, originalmente gris, de negro y se le adosaron, para su defensa, dos ametralladoras de calibre 7,62 mm que habían pertenecido a un avión Pucará. Además, se dotó a su tripulación de cuatro fusiles automáticos pesados FAP.

       Al día siguiente de su llegada el Yehuin recibió la orden de zarpar hacia Puerto Rey, al sudoeste del Estrecho San Carlos, con objeto de colaborar en el alije del Río Carcarañá y llevar en calidad pasajeros a nueve hombres de Ejercito: el Mayor Médico, Andrés Chovancek; Capitán Médico Alcides Alberto Cichero; Teniente Primero Médico, Bernardo Gadan; Cabos Luis Premartes y Pelinsky y los Soldados Jorge Arias, Gustavo Ferreyra, Daniel Omar Marcel y José Rubén Zancheta. Poco antes de llegar a ese destino, recibieron la orden de dirigirse a Bahía Fox, al sudoeste de la Gran Malvinas, con objeto de colaborar en el alije del Bahía Buen Suceso y del Isla de los Estados que se encontraban en ese fondeadero. Arribaron cerca del mediodía y se amadrinaron al primero de los barcos; del cual recibieron para su posterior traslado a Puerto Argentino, al Capellán de la Armada, Pbro. Ángel Mafezzini, quién hizo propicia la ocasión para celebrar, a bordo, una misa por los caídos en combate.

       Al finalizar la misma el capellán, que había expresado con sentidas palabras el gran sacrificio que todos estaban haciendo en bien de la Patria, procedió a bendecir y entregar un rosario a cada uno de los tripulantes civiles.

       Después de pasar la noche en esa posición debieron aguardar hasta las 11:00 hs. del día siguiente, a que levantara la niebla para entonces comenzar una activa tarea. Atracaron junto al Isla de los Estados al cual transbordaron 500 kilos de carne congelada que habían recibido del Bahía Buen Suceso y a su vez recibieron de aquél, seis contenedores cargados y dos cocinas de campaña.

Asimismo en el muelle de Bahía Fox, desembarcaron el personal de Ejército que llevaban de pasaje.

       A las 16:30 hs. zarparon de regreso a Puerto Argentino, donde arribaron en medio de una intensa niebla, con visibilidad inferior a los 200 metros.

A partir de ese día el Yehuin quedó retenido en ese puerto, listo para zarpar, por ser el único buque disponible en el lugar con capacidad de alije.

       Su dotación participó para ese tiempo de emotivas ceremonias llevadas a cabo en el Apostadero Naval Malvinas. Una de ellas aconteció el día 17, en conmemoración del día de la Armada. Otra, ocurrió una semana después cuando se celebró a bordo una misa por el alma del Cabo 2do Julio Omar Benítez, de Prefectura Naval, muerto el día 22 en circunstancias que actuaba en defensa del guardacostas Río Iguazú y el día 29, de ese mismo mes, se efectuó, también a bordo una reunión de camaradería con participación de hombres de las tres Armas en recordación del día del Ejército.

       El 24 de mayo el Yehuin sufrió una avería en el compresor de arranque de sus motores, para el que no disponía de repuestos, pero gracias a la capacidad e iniciativa de sus tripulantes el problema pudo ser resuelto. Consultadas las dotaciones de otras Fuerzas, obtuvieron la ayuda de personal técnico del Ejército, quién les facilitó un compresor portátil que utilizaban los buzos tácticos, con el que reemplazaron la maquina deteriorada.

       Al finalizar el mes de mayo, quince días antes del alto el fuego, fueron evacuados en avión hacia el continente, cinco marinos mercantes del Yehuin, con excepción de García Lattuada que voluntariamente decidió permanecer en su puesto hasta el día 6 de junio en que fue evacuado al buque polar ARA Bahía Paraíso que había sido transformado en buque hospital y se encontraba en la bahía interior de Puerto Groussac desde el día 1ro. El ingreso de García Lattuada al Bahía Paraíso se concretó en calidad de herido de guerra, pues cuatro días antes, al ser atacado el Yehuin en Puerto Argentino, el fuerte sacudón de una bomba que explotó junto al barco lo hizo caer cuando bajaba una escalera produciéndole heridas en la cabeza, la fisura de una costilla y lesiones en la columna vertebral.

       En esos días el Yehuin efectuó un par de viajes hasta donde se encontraba el Bahía Paraíso a quién le alijó 240 toneladas de víveres y equipos y 26.000 litros de nafta. En uno de esos viajes también procedió al traslado de diez heridos, que ingresaron a la nave sanitaria para su atención y posterior evacuación.

       Un día antes de finalizar el conflicto echó anclas en Puerto Groussac, el Buque Hospital Almirante Irizar. Por la noche el Yehuin atracó a su costado y le transfirió sesenta heridos, recibiendo a su vez equipos y ropa de abrigo.

       Cuando el día 14 se impuso el alto el fuego”, trataron de repetir la maniobra pero la honda de mar y los intensos rolidos del Almirante Irizar le impidieron hasta que el 16 por la mañana por medio de redes de desembarco y escalas de gato consiguieron transbordar setenta heridos y sesenta hombres de la Armada, correspondientes del Apostadero Naval y tripulantes del Forrest y el Penélope.

       Cuando García Lattuada emprendió el regreso con el Bahía Paraíso pudo ver dentro del mismo la otra cara de la guerra. Las bodegas del barco estaban atestadas de heridos, que volvían en difíciles condiciones. Sin dudar un instante Lattuada se sumó de allí en más a los equipos de apoyo sanitario para prestar toda su colaboración en la atención del personal militar afectado por la contienda. A medida que el barco hospital se alejaba de Puerto Argentino y los que podían se asomaban por la borda o por los ojos de buey y se quedaban mirando con dolor y nostalgia esa tierra Argentina que les era arrebatada por segunda vez. Lattuada, quién ahora más que nunca se sentía unido a esos valerosos combatientes, atesoraba entre sus ropas la bandera Argentina con la cual su barco burló el bloqueo  y había ondeado orgullosa por nuestras islas durante cuarenta y cinco días en un periplo que abarcó 860 millas náuticas.

       El 17 de junio, poco antes del mediodía una dotación de presa de la fragata inglesa Plymouth se hizo cargo del Yehuin, que quedó en el área de Malvinas. Antes de descender de la nave la tripulación argentina arrió solemnemente el pabellón nacional que fue saluda también por algunos elementos británicos que se encontraban a bordo. Después este barco continuó operando con tripulación de la administración británica de las islas, primero bajo el nombre de Black Pigg (cerdo negro) y luego con la denominación Falkland Sound.

       El personal militar subalterno de la dotación fue trasladado al Bahía Paraíso con el cual regresaron al continente. Los oficiales de la Armada, quedaron en calidad de prisioneros en Puerto Argentino donde pasaron la primera noche de cautiverio encerrados en un frío galpón del puerto. Al día siguiente fueron trasladados en helicóptero al campo de prisioneros de Bahía Ajas, donde permanecieron hasta el día 30, momento en que junto a otros prisioneros fueron llevados al buque hospital británico de carga y pasajeros Saint Edmund, que los desembarcó el 14 de julio en Puerto Madryn.

       La retención prolongada de los oficiales de este buque, junto a otros jefes prisioneros de distintas Armas, fue parte de una política de presión que el gobierno inglés ejerció sobre nuestro país para evitar que reanudara las acciones y que declarara el cese de hostilidades, pero esa táctica extorsiva no les dio resultado y nuestro gobierno recién adoptó dicha decisión nueve años más tarde.

        El Yehuin fue comprado en 1992 a la administración británica de las islas por un Armador griego que lo llevó hasta el puerto de Montevideo donde le otorgaron bandera panameña. Poco después fue adquirido por un Armador argentino que lo mantuvo en actividad bajo el nombre de River Express para trabajos en ríos de nuestra jurisdicción fluvial. En 1995 el Centro de Civiles Veteranos de Guerra, inició un trámite ante la Secretaria de Cultura de la Nación, la moción de declarar al Yehuin Patrimonio Histórico de la Nación, en mérito a su valerosa e histórica trayectoria que mereció por parte de la Armada Nacional la condecoración “OPERACIONES EN COMBATE”:”En reconocimiento por los hechos heróicos y acciones de mérito extraordinario realizados en operaciones durante la Campaña Malvinas ”.


        Para marzo de 2008- el Yehuín se encontraba amarrado en un astillero de la Dársena Sur del puerto de Buenos Aires y autoridades de la Flota Fluvial del Estado, en conjunción con el Centro de Civiles Veteranos de Guerra gestionaron incorporar a la nave a dicha Flota. En la actualidad el Yehuin, casi integralmente reestructurado, se encuentra navegando aguas argentinas como parte de una empresa naviera particular.

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