Comentarios: Excelente nota de la periodista Nora Bar del diario La Nación. Que a su vez la encontré gracias
a la página de NuestroMar que la reprodujo.
Cuenta una historia de 40 años de argentinos
de principios y comprometidos con el País y con su empresa, que es una sociedad
del Estado.
Nosotros
los maquinistas en 1974 logramos el Decreto presidencial que permitió generar
la Universidad de la Marina Mercante
que entre sus fines y ademas de formar profesionales para aéreas “terrestres”, también buscaba
interactuar con el medio marítimo.
Lamentablemente se perdió “y lo encontraron
otros maquinistas”, primero por errores de la conducción gremial de los 90 y
luego por errores y quietismo de la
actual conducción, llegando al extremo que en segunda y tercer instancia
judicial (o sea la Corte Suprema) ni entro en análisis por errores formales de presentación.
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Por Nora Bär | LA NACION, 27 10
2014
La sala limpia, donde se arman los
satélites, en el campus de Invap en Bariloche; en este momento se están
produciendo dos de la serie Saocom, diseñados con la Comisión Nacional de
Actividades Espaciales.
"¡Todo según lo esperado,
todo! ¡Cada paso es un aplauso!"
Desde Benavídez, la voz de la joven ingeniera Ana Caumo, que el 16
de este mes fue la encargada de dar el OK de su equipo para el lanzamiento del
primer satélite geoestacionario argentino, vibra de entusiasmo.
En una pausa de la vigilia de 10
días, en los cuales cumplió turnos alternados con sus colegas para controlar
durante las 24 horas las maniobras que culminaron exitosamente ayer, destinadas
a ubicar el paquete de tres toneladas a 36.000 km de altura, confiesa que nadie
quiso perderse ni un detalle.
"Al finalizar las operaciones
de apogeo [circularización de la órbita] -cuenta-, tenemos que terminar de
abrir los paneles, desplegar la antena y empezar a adquirir datos de la Tierra.
Todos estos procesos fueron ensayados en el simulador con los expertos de
ArSat. Son las pruebas que terminan de demostrar al cliente que el satélite
cumple con los requerimientos que hace siete años nos solicitaron".
Esta pampeana de 41 años, que
durante la primaria y la secundaria estaba decidida a convertirse en bailarina
clásica, es uno de los 1200 integrantes de Invap, la sociedad del Estado
que no sólo es responsable de la ingeniería de los satélites made in Argentina,
sino que desde hace cuarenta años
constituye un caso único en el país y en América latina. Demostró que puede
competir con gigantes del Primer Mundo, ganar licitaciones internacionales en
el área nuclear, ser exportadora de alta tecnología y enfrentar desafíos que
requieren un conocimiento que pocos países en el mundo dominan.
Invap constituye un caso único en el país y
en América latina
La fórmula de semejante desempeño
no es secreta, pero tiene ingredientes difíciles de forjar y, sobre todo, de
mantener a lo largo del tiempo: "Somos una sociedad del Estado, pero
nos comportamos como una empresa privada -aclara Héctor Otheguy, su director
ejecutivo desde 1991-. Claro que con un paradigma distinto: acá hay un
dueño, la provincia de Río Negro, que puso 200.000 dólares de capital
inicial a mediados de los setenta y nunca retiró nada. Típicamente
reinvierte el 85% de las ganancias; el 15% restante se reparte por igual entre
todos los empleados. A mí me toca lo mismo que al joven que acaba de ingresar.
Las empresas privadas convencionales tratan de pagar lo menos posible para
maximizar las ganancias, siempre que el personal no se les vaya. En cambio acá
es al revés: tratamos de dar lo más posible, mientras la compañía sea viable. A fines de los ochenta y comienzos de los
noventa tuvimos una época muy difícil, hubo que reducir un 75% la planta, de
1100 a 320 personas; cobrábamos en cuotas o no cobrábamos, y hasta hubo
empleados que le prestaron plata a la empresa para comprar insumos. Por otra
parte, tenemos normas de austeridad muy infrecuentes: todos comemos en el
mismo comedor, tenemos la misma obra social y el mismo plan, viajamos siempre
en clase turista, hasta los que tienen más de 80 años y aunque sea de acá a la
China, vamos al mismo hotel de tres estrellas, tampoco tenemos choferes ni se
pagan horas extras. Cuando hay que entregar, se trabaja sábados y domingos,
porque a veces tenemos que dar examen frente a revisores ingleses, alemanes o
franceses. Y funciona. Si no, no haríamos todo lo que hacemos para desarrollar
un satélite desde la Argentina al mejor nivel mundial".
Todos comemos en el mismo comedor, tenemos
la misma obra social, viajamos siempre en clase turista, vamos al mismo hotel
de tres estrellas, tampoco tenemos choferes ni se pagan horas extras.
La historia de Invap combina
idealismo, capacidad y audacia. Fue concebida a principios de los setenta, en
los días en que el ser humano llegaba a la Luna y estaba despegando la
industria de la computación. Su
fundador, el doctor Conrado Varotto, hoy director ejecutivo y técnico de la
Comisión Nacional de Actividades Espaciales y el que le imprimió a fuego la
filosofía que la sustenta, lo resume en una carta escrita cuando Invap cumplió
sus primeras tres décadas: "Pudo parecer una utopía cuando hace treinta
años un grupo de jóvenes idealistas, algunos particularmente imbuidos de la
doctrina social de la Iglesia, nos propusimos aprovechar el principal recurso
del país, su materia gris, para la generación de fuentes de trabajo genuinas en
la provincia de Río Negro -afirma-. Lo hicimos partiendo de un concepto
novedoso para nuestro país, proveniente de las elaboraciones teóricas de Jorge
Sábato, el de «empresa tecnológica»".
En 1971, Varotto, que había nacido
en Padua, Italia, y había llegado al país a los nueve años, volvió de un
posdoctorado en la Universidad de Stanford, en los Estados Unidos, inspirado
por las nuevas empresas que estaban creciendo en Silicon Valley, pero también
convencido de que en la Argentina podíamos hacerlo. "Estaba impresionado de ver cómo en un campus universitario la ciencia
podía interactuar con la vida real -cuenta Varotto, una figura por la que sus
compañeros de aventura transmiten una admiración que el tiempo no erosiona-.
A mí me parecía que la materia gris argentina era fabulosa. Nunca nos
asustamos o pensamos que no íbamos a poder. Siempre pensé que a pesar de
que alguien hiciera mil satélites, el mío tenía que ser tan bueno como los mil
del otro. Y así fue. Porque tenemos unos chicos maravillosos, una juventud impresionante."
La historia de Invap combina idealismo,
capacidad y audacia.
Un año más tarde, Otheguy regresó
de hacer un máster en física en los Estados Unidos y ya Varotto estaba
reuniendo al núcleo de pioneros. "Éramos siete u ocho -recuerda-, la mayor
parte, egresados del Balseiro. La idea
era tender puentes entre la universidad y la industria. Aprovechando la
capacidad que ya había en la Comisión Nacional de Energía Atómica, crear una
empresa que viviera de lo que vendía. Es decir, producir cosas que le sirvieran
a alguien de tal manera que estuviera dispuesto a pagar por ellas."
CONOCIMIENTO, AUDACIA Y MÍSTICA
La iniciativa se concretaría el 1°
de septiembre de 1976, gracias a un acuerdo entre el entonces gobernador de Río
Negro, Mario Franco, y las autoridades de la Conea.
Hubo tres proyectos emblemáticos
que fortalecieron esa experiencia solitaria. El primero fue el del reactor
RA-6, diseñado y construido para la carrera de Ingeniería Nuclear del
Instituto Balseiro y que hasta hoy permite formar a centenares de físicos
ingenieros, radioquímicos y expertos en materiales, argentinos y extranjeros.
"Varotto convenció a los directivos de que se podía hacer en el país
-cuenta Otheguy-. Lo entregamos en el 82 y más tarde nos dio la posibilidad de
vender el reactor que diseñamos e instalamos para Argelia."
El segundo fue el
enriquecimiento de uranio. "Fue un enorme desafío -explica-. De hecho,
era una tecnología que en ese momento tendrían cinco o seis países, y ahora,
ocho o diez. El presidente Jimmy Carter había puesto una restricción a las
exportaciones nucleares de los Estados Unidos. Entre ellas, al uranio enriquecido
al 20%, que es apto para reactores y se considera de bajo enriquecimiento. Y
como nosotros queríamos hacer reactores, nos propusimos desarrollar una planta
chica, de 500 kg por año."
El tercero fue la tecnología de
esponjas de circonio de calidad nuclear. "En ese momento los dos
proveedores mundiales habían interrumpido las ventas -recuerda Otheguy-. La
esponja es un metal que se utiliza en todos los tubos de elementos combustibles
de los reactores, porque el óxido de uranio que se necesita para hacer la
reacción nuclear está en unas pastillas cerámicas que tienen que aguantar
temperaturas muy altas. Esas aleaciones de circonio de calidad nuclear no
absorben los neutrones, son bastante inertes. Para fabricar los tubos, hay que
bajar 0,01% la cantidad de hafnio, que es químicamente igual que el circonio,
por lo que es muy difícil de separar, y para eso hay que usar un método físico
poco conocido. No bien se supo que habíamos desarrollado la tecnología y que en
Bariloche estábamos construyendo una planta de 50 toneladas, nos ofrecieron
vendernos."
En esas primeras épocas, la
principal contratante de Invap era la Conea. Allí se conjugaba conocimiento en
muchas especialidades y de gran calidad, bajo el influjo de la figura de Jorge
Sábato, que había creado la gerencia de tecnología. "Una empresa de tecnología no nace y crece del aire -dice Varotto-. Debe
ser incubada durante un tiempo importante por una madre especial. En nuestro
caso, esa madre fue la Comisión Nacional de Energía Atómica. Pero también
requiere un sistema jurídico apropiado o, a falta de éste, autoridades que se
comprometan con el objetivo. Y eso lo encontramos en la provincia de Río
Negro."
En 1985 se firmó el contrato con
Argelia para la venta de un reactor y empezó la etapa de exportación. Le siguió
un contrato con Cuba para una planta de radioisótopos. Y en febrero de 1990 se
presentaron a una licitación internacional en Egipto. "Era la hora de la
verdad -dice Otheguy-. Participaron empresas rusas, americanas, francesas...
Tuvimos que esperar hasta septiembre de 1992. Me acuerdo bien, porque era una
época terrible para Invap. Nos habían cancelado contratos y estábamos en medio
de la máxima desesperación."
Mientras era ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Carlos
Menem , Domingo Cavallo había aprobado un financiamiento para Invap, que luego
canceló al pasar al Ministerio de Economía. "Quedamos «colgados» de
una oferta en el medio de un trámite de dos años y medio -exclama Otheguy-.
Varotto se fue en julio de 1991, pero una cláusula que había incluido en el
contrato resultaría clave: puso la condición de que en caso de que optaran por
pagar al contado, recibirían un descuento del 10%. Así logramos convencer a los
egipcios, que tenían vocación de hacer las cosas con nosotros. Una anécdota
singular es que el presidente de la comisión de energía atómica egipcia,
actualmente fallecido, había sido alumno de Jorge Sábato cuando éste daba
clases en Stanford. Allí se había convencido de la importancia del
desarrollo tecnológico nacional, y como nuestra oferta incluía el entrenamiento
de técnicos de ese país para la operación del reactor, inclinó la balanza a
nuestro favor."
En los noventa llegaría la
aventura espacial. Primero, tímidamente. Pero con la creación de la
Comisión Nacional de Actividades Espaciales y la incorporación de Varotto como
director ejecutivo, los proyectos fueron tomando más envergadura. Junto con la
Conae desarrollan el SAC-B, que se lanza en 1997 y por un problema de la NASA
sufre daños al ser desplegado. Luego el SAC-A, un aparato de 68 kg que sirvió
para probar sistemas ópticos, de energía, de navegación, y de guiado y control;
el SAC-C, lanzado en 2000, un aparato de monitoreo y control del ambiente que
estaba planeado para cuatro o cinco años y se mantuvo en operaciones durante
13, y en 2011, el SAC-D, que transportó ocho instrumentos científicos, entre
ellos, el Aquarius, de la NASA, para medir la salinidad de los mares; el ROSA,
de la agencia espacial italiana, y el Carmen I, de origen francés.
A todo esto, Invap sumó la venta de
un reactor nuclear a Australia, un proyecto de 200 millones de dólares en 2000,
también ganado en licitación internacional; el desarrollo y la instalación de
22 radares de tráfico aéreo encargados por el Ministerio de Planificación y
Desarrollo para el Sistema de Vigilancia y Control del Aeroespacio (Sinvica);
el diseño de radares meteorológicos y de drones (el sistema aéreo robótico
argentino o SARA).
Todo esto la convirtió en el centro
de una constelación de empresas que le suministran partes.
"Tenemos más de 2000
proveedores -detalla Otheguy-. Nosotros decimos que Invap es la punta del iceberg.
Es lo que se ve, pero nuestra virtud también es manejar proyectos complejos en
los que intervienen cientos de compañías."
Según Vicente Campenni, jefe del
programa de satélites geoestacionarios, que forma parte de Invap desde 1988,
"en todo momento hubo una apuesta fuerte al conocimiento y nos
sobrepusimos a las dificultades gracias a la diversificación: con cada nuevo
desafío se nos iban abriendo otras áreas de trabajo".
En todo momento hubo una apuesta fuerte al
conocimiento y nos sobrepusimos a las dificultades gracias a la diversificación
Para llevar adelante esta
estrategia, el 85% de su personal está formado por científicos y técnicos, cuya
edad promedio está entre 38 y 39 años. Gracias a una exquisita coexistencia
cultural, jóvenes y mayores colaboran codo a codo en los diferentes programas.
"Es lo que le agradezco a Invap -cuenta Cuomo-: se trabaja con mucha
comodidad; uno se da vuelta y hay alguien que va a responder tus preguntas.
Todo el mundo participó de [algún proyecto emblemático] y te cuenta su
experiencia."
Tampoco hay distinción entre licenciados, doctores y técnicos.
"Nosotros hacemos el diseño y el análisis teórico -aclara la ingeniera
recibida en la Universidad Nacional de La Plata-, pero para la implementación y
el movimiento de las grandes máquinas hay técnicos expertos. La mayoría de
nosotros no ha tocado el satélite, eso se le permite solamente a un pequeño
grupo, ellos se entrenaron en la NASA y tienen la experiencia necesaria."
Quien llegaba al campus de
Bariloche hace tres meses podría ver dos satélites de comunicaciones (uno
terminado y otro a punto de entrar en el largo proceso de pruebas), y dos
Saocom, aparatos muy complejos que desarrollaron con la Conae para integrar el
Sistema ítalo-argentino para la gestión de emergencias y el desarrollo
económico (Siasge). "La sala de integración estaba llena, no cabía nada
más -dice Otheguy-. Y ya estamos avanzando junto con la Conae para un proyecto
que Varotto llamó SARE, un sistema de satélites más chicos, de arquitectura
segmentada. Está muy avanzada toda la ingeniería."
En la lista de trabajos en marcha
está el ArSat-3, equipamiento especial para Atucha II, ingeniería para
modernizar la central de Embalse, un reactor RA-10 multipropósito, pero
fundamentalmente para la producción de radioisótopos, similar al de Australia. Por un acuerdo entre Dilma Rousseff y la
presidenta argentina, se construirá uno similar en Brasil con ingeniería
argentina. También están en conversaciones con Azerbaiján para participar
en una licitación para el desarrollo de un satélite.
"Las perspectivas son muy
buenas -afirma Otheguy, que viaja todas las semanas de su oficina sin ningún
lujo, a metros de Esmeralda y Corrientes, a la planta de Bariloche-. Estamos
detrás de varios proyectos internacionales. Nos posicionamos muy bien en Arabia
Saudita, un país que tiene una actividad intensa en el área espacial y que no
pide financiación, por lo que es ideal para nosotros. En los radares ya estamos
para hacer el salto internacional. En Argelia hace un año firmamos un contrato
muy importante de cien millones de dólares para proveer facilidades auxiliares
al reactor que les habíamos hecho."
Tal vez el mayor elogio que pueda
hacerse de esta experiencia sin igual sea el comentario que el hijo de una
ingeniera de la firma le hizo a su madre durante el lanzamiento del ArSat-1:
"Ustedes, los de Invap, son terribles: hacen que nada parezca
imposible".
Mantener la misma filosofía a lo largo de
cuarenta años, atravesando gobiernos de todos los signos políticos, no es un
detalle menor
Tener una sola conducción y
mantener la misma filosofía a lo largo de cuarenta años (Otheguy fue la mano
derecha de Varotto y el núcleo inicial se mantuvo), atravesando gobiernos de
todos los signos políticos, no es un detalle menor.
Eduardo Santos, ex presidente de la
Conea y uno de los pioneros de Bariloche, recuerda que en los comienzos tenían entre 25 y 33 años. "Siempre he
insistido en que es la época más creativa de la vida, donde se toman los
mayores riesgos -afirma-. Invap hoy por hoy ha vuelto a recuperar esa
juventud."
"Invap ya está en manos de la
segunda y la tercera generación -dice Varotto-. La han manejado muy bien.
Cuando uno mira el reactor [que se vendió a] Australia, ¡compitiendo con unos
monstruos...! Ya se ha creado una mística. Somos
unos convencidos de que una casa se construye con un ladrillo encima del otro,
y no porque a un tipo se le ocurre una genialidad. Todo esto es una clara
demostración de que los argentinos podemos hacer cosas juntos, que puede haber
continuidad de objetivos. Esto se puede dar en muchos otros ámbitos."
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