Comentarios. Fui a ver esta película
porque navegue muchos años escuchando que no se lo podía mencionar y fue muy
grande mi sorpresa enterarme como se inventó esa estigmatización. En mi caso tal
vez peor, porque teniendo una biblioteca dedicada a temas de marinos mercantes,
quizás solo faltaba este GRAN PERSONAJE.
Estoy incluyendo un articulo de septiembre
del año pasado, cuando el Director Rodolfo Petriz todavía no podía conseguir
que se exhibiera su ópera prima en el Gaumont de esta Ciudad de Buenos Aires.
Invito a mis amigos marinos mercantes, se acerquen a conocer a este navegante extraordinario.
Del
9 al 15 de Enero 2020. Cine INCAA GAUMONT. Av. Rivadavia 1635. CABA.
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Vito
Dumas, entre los más grandes a pesar del olvido
Septiembre 24, 2019 12:19 PM
El Intransigente, @elintransigente
Navegante y deportista
argentino, lo tildaron de mufa y sus logros extraordinarios fueron minimizados.
El cineasta Rodolfo Petriz le hizo justicia con El navegante solitario.
Y dos libros suyos en los que relata sus viajes nos invitan a conocerlo aún
más.
(Por Alejandro Duchini)
– El navegante Vito Dumas no tiene el reconocimiento que merece en la historia
de deporte argentino. En el ambiente náutico hay quienes por cábala prefieren
no mencionarlo. Ese ninguneo no tapa, sin embargo, su grandeza. Esa misma
grandeza que tan bien supo reflejar ahora el cineasta Rodolfo Petriz,
autor del documental El navegante solitario. Pero Petriz no encuentra salas en
Buenos Aires para llegar al público masivo. Hasta ahora expuso su trabajo en
provincias y en concursos. La presentación fue en el BAFICI de este año.
Después en el Festival Internacional de Cine de las Alturas, en Jujuy, y en
Villa La Angostura. El 15 de octubre se presentará en el Espacio TEATRIZ, en
Mar del Plata. El cine Gaumont, en la Ciudad de Buenos Aires, es una incógnita.
Sería una lástima que El navegante solitario no pueda apreciarse para entender
la dimensión de Dumas.
De infancia humilde,
trabajaba para ayudar en la economía familiar. Empezó por la natación, en 1923
marcó un récord de permanencia en el agua y después intentó cruzar a nado el
Río de la Plata. No lo logró. En Madrid vio cómo los toreros se jugaban la vida
en el ruedo: ahí encontró el incentivo para él también jugársela. Invirtió sus
pocos pesos en un barco de 1912 abandonado que compró en Francia y salió en
1931 del puerto de Arcachón rumbo a la Argentina. La embarcación por demás
precaria hacía presumir que moriría en el intento. “Mañana vamos a encontrar
restos de maderas”, recuerdan en el documental de Petriz que anunció un
portuario. “La elección de ese barco era ilógica para cruzar el Atlántico”, le
dicen a Petriz. El 13 de abril de 1932, y después de cuatro meses en el
Atlántico, Dumas llegó al puerto de Buenos Aires. La experiencia la detalló en Solo,
rumbo a la Cruz del Sur, libro publicado por Ediciones Continente, la misma
editorial que publicó Los cuarenta bramadores, donde describió, también
en primera persona, su vuelta al mundo en un barco apenas menos peligroso que
el anterior. Ciudad del Cabo, Wellington, Valparaíso, el Cabo de Hornos, Mar
del Plata y Buenos Aires. Partió el 1 de julio de 1942 desde Montevideo y
regresó el 8 de agosto del año siguiente. Estuvo solo en el mar en tiempos de
la Segunda Guerra Mundial. Incluso se encontró con buques de guerra y hasta un
submarino. Ambos libros se leen como relatos de aventuras. No se los pierdan.
Sólo contra el mundo, Dumas
reparaba su embarcación en la que ingresaba agua, soportaba la infección de un
brazo que se amputaría en alta mar si no mejoraba y soportó hambre y frío. Pero
se convirtió en héroe.
Su primera embarcación se
llamó LEHG; la segunda, LEHG II. Las iniciales son un misterio. Apenas un
puñado de personas sabe quién se esconde en ellas. Petriz es uno de ellos pero,
fiel a la promesa, no lo cuenta. “Cuatro letras arrancadas de cuatro
recuerdos”, le dice a Petriz uno de sus entrevistados.
En El navegante solitario se
resume de manera perfecta y amena la vida de Dumas. Se cuenta que fue recibido
como héroe en Las Palmas, España, y hasta le hicieron una misa. Se temió por su
vida cuando no hubo noticias. Cerca de Río Grande do Sul, en Brasil, se durmió
y su LEHG quedó varado. Cuando llegó a Buenos Aires fue recibido como héroe.
Diego Dumas recuerda que su abuelo nunca estuvo en una buena situación
económica. “La competencia de él era superarse a sí mismo”.
El LEHG descansa en el Museo
de Transportes de Luján, en la Provincia de Buenos Aires. Ricardo Cufré, su
biógrafo, refiere al olvido que sufrió Dumas. “Lo tratan de mufa por
envidia. Con su hazaña opacó los festejos del (velero) Ingrid, una embarcación
de la clase alta que había logrado lo mismo poco antes. Pero en el Ingrid eran
varios y en mejores condiciones. Dumas cruzó el Atlántico en soledad”. El
navegante Hernán Álvarez Forn señala que eso de mufa que se le endilgó a Dumas
fue “una calumnia gigantesca”.
Otros dicen que los ataques
que recibió tuvieron su raíz en su acercamiento al peronismo y su destino fue
el mismo que padecieron grandes deportistas argentinos tras su derrocamiento.
Juan Domingo Perón le dio el grado militar de Teniente de Navío de la Reserva y
lo nombró al frente de la Escuela Náutica Deportiva, desde la que popularizó
los deportes náuticos que hasta entonces sólo eran para una elite. Los
militares odian esas almas y no se lo perdonaron cuando llegaron al poder, en
1955. En ese momento Dumas estaba en el Atlántico con otra embarcación, El
Sirio.
“Satanizado” en su momento
por la Marina, el LEHG II hoy está en el Museo Naval de Tigre. “Fue un barco
odiado”, resume un entrevistado ante Pretiz. Por eso estuvo abandonado. El
propio Dumas se lo había vendido a la Marina tras su viaje por el mundo. No lo
cuidaron. Ícono de nuestra historia, en un accidente el LEHG II naufragó y
quedó abandonado en los astilleros Río Santiago. Fue desmantelado y el tiempo
lo pudrió. Estaba partido en dos pedazos. “El barco no se encalló a propósito.
Lo muy intencionado fue el no cuidado del mismo tras el accidente. Está claro
que no hubo intentos de repararlo. Si pasaba más tiempo ese barco se perdía”,
opina Pretiz en diálogo con El Intransigente.
En 1972, una foto de su
estado recorrió el mundo y originó una campaña para su reparación. Dumas no vio
ese desastre. Había fallecido el 28 de marzo de 1965. Vivía en una casa en
Vicente López en la que se dedicaba a pintar cuadros que vendía. Tenía por
costumbre dormir mirando las estrellas. Nunca pudo recuperarse de la injusticia
de ser “mufa”. Su situación económica era ajustada. Se mantenía con la
jubilación por el grado militar y las regalías de sus mencionados libros, que
se publicaron en distintos idiomas.
“Elegí contar sobre Dumas
por el tamaño de su gesta deportiva. Vito en el mundo de la navegación marcó
hitos a la altura de grandes deportistas a nivel mundial del Siglo XX. Como
Edmund Hillary, que fue el primero en escalar el Everest (el 29 de mayo de 1953
llegó a la cima junto a Tenzing Norgay). La vuelta al mundo por los 40
bramadores se consideraba imposible para navegar en solitario. Más con un barco
con el tamaño del que tenía él. Pasaron 25 años para que otra persona pudiese
hacerlo. Lo hizo el británico Francis Chichester. Por otro lado, Dumas fue un
deportista tremendamente famoso reconocido en Argentina. Su logro deportivo
llevó al segundo componente que es la condena social por motivos políticos que
recibió. El de la condena social, un poco ligada a la idea de ‘sos mufa y si te
menciono me va a ir mal’, es un mecanismo que puede terminar provocando el no
nombramiento de esa persona y a raíz de eso convertirlo en un borrado de la
memoria colectiva. Que por supuesto no pasó. La denominación de mufa es una de
las peores condenas sociales”, resume Pretiz. Su trabajo es una forma de hacer
justicia.
El libro "Los cuarenta bramadores" De nuestro Vito Dumas tuve la suerte de leerlo alrededor de mis diez años, tengo 77. Fue el primero y ese relato me conmovió profundamente. Gracias Eduardo por recordarlo.
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